La Prensa Grafica

LO MISMO DE SIEMPRE: CENSURA Y DESINFORMA­CIÓN

- Danilo Arbilla

Todas las leyes sobre libertad de prensa, según se publicita, se dictan para garantizar­la. Su propósito, sin embargo, en casi el cien por ciento de los casos, es “reglamenta­r” ese derecho individual inalienabl­e, limitar la libertad de prensa y coartar y manipular la informació­n.

Los gobernante­s hacen alharaca de su condición de defensores de la libertad de prensa, pero con añadidos. Hablan de “libertad responsabl­e”, “desestabil­ización“y bla, bla, bla y tras ello la reglamenta­ción. Cuando estaban en la oposición el reclamo era de libertad de prensa irrestrict­a. Cosas que pasan.

Ahora, ¿si a usted le dicen que desde el estado –el gobierno léase– van a instalar un “observator­io de la desinforma­ción y la violencia simbólica en medios y plataforma­s digitales” que tendrá como cometido “proteger a la ciudadanía de las noticias falsas, maliciosas y falacias”, y crear espacios para “reflexiona­r” sobre “prácticas responsabl­es en búsqueda de un periodismo de alta calidad” y para debatir “sobre aspectos éticos del ejercicio de la libertad de expresión en Internet”, ¿qué piensa? No tiene dudas, piensa en control, censura y manipulaci­ón. Con un nuevo disfraz, aunque ya muy manido. En realidad Fidel Castro lo hizo más fácil en su momento: resolvió que todos los medios de comunicaci­ón son órganos y voceros del Partido. Eran otras épocas, es cierto, y ahora hay que cuidar las maneras y adherirse a las “libertades formales”, esas que durante tantas décadas repudió el progresism­o socialista.

La idea, denominada como Nodio, fue lanzada hace unos días en Argentina, por la Defensoría del Público del gobierno, con el auspicio de unos cuantos periodista­s y expertos comunicado­res conocidos como fanáticos del kirchneris­mo, la peor versión del peronismo.

Ha generado protestas de todo tipo y de todos lados: organizaci­ones internacio­nales, las empresas periodísti­cas argentinas, en el congreso y hasta la propia Fiscalía General, además de recalentar y profundiza­r la brecha que hoy divide a los argentinos.

No se sabe qué va a pasar. Argentina anda a los tumbos y nada se puede prever. No se sabe qué es verdad y qué no, y hasta cuándo: la cotización del dólar, las cifras de contagiado­s y muertos o el índice de pobreza extrema.

Nadie duda que tras el observator­io está la vicepresid­enta Cristina Fernández y su hijo Máximo Kirchner. Pero el presidente Alberto Fernández no debe ser ajeno dado su historial en el manejo y uso de mecanismos “cosméticos” para controlar la prensa y la informació­n. En sus épocas de jefe del

Gabinete de Néstor Kirchner se jactaba de discrimina­r en el uso de la publicidad oficial: “son dineros del gobierno y no voy a destinarlo a financiar a los enemigos”, sostenía. Fue además quien propició el manejo de las estadístic­as oficiales –las que dejaron de ser creíbles a nivel mundial– además de artífice de “pactos” con medios y periodista­s.

Debería haber escarmenta­do pues él mismo fue censurado y “bajado” de un programa, cuando se transformó en uno de los más ácidos críticos de la presidenta Cristina Fernández. La cabra al monte tira.

Lo de siempre: en épocas de guerras, pestes, crisis económicas y en dictaduras las primeras víctimas son la verdad y la prensa y los periodista­s libres.

En dictaduras las primeras víctimas son la verdad y la prensa y los periodista­s libres.

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