ES MOMENTO DE RETOMAR LA DISCUSIÓN SOBRE LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE
En el primer artículo de esta serie, augurábamos que, una vez sea medianamente superada la pandemia del covid-19, el cambio climático reclamará su lugar como amenaza número uno para la humanidad. Y así como el mundo volverá a poner al centro del debate la crisis ambiental, en nuestro país volverán a ganar visibilidad temas que pasaron a segundo plano con la pandemia.
Uno de ellos es la contaminación del aire, una problemática ambiental con profundas repercusiones sociales y económicas. Basta con hacer una búsqueda de Google para darse cuenta de que desde hace años se ha venido midiendo, advirtiendo y señalando las causas y consecuencias del franco deterioro de la calidad del aire en nuestro país.
También se han discutido diversas propuestas para abordar el problema. Varias de ellas han estado asociadas a reducir las emisiones causadas por el transporte colectivo. En su momento, el extinto Consejo Nacional de Sustentabilidad Ambiental y Vulnerabilidad (CONASAV) señaló que el transporte motorizado produce el 33 % de las emisiones contaminantes totales en el Área Metropolitana de San Salvador (AMSS), y que el 51 % de estas es generado por los buses y microbuses del transporte público. Otras recomendaciones para abordar esta problemática han sido las siguientes:
1) Difundir e implementar adecuadamente las normas técnicas que actualmente existen en el país en materia de emisiones de fuentes móviles y fijas.
2) Establecer un plazo de tres años para que el diésel que ingrese al país contenga una composición de azufre que no supere los 350 partes por millón.
3) Poner a disposición de los empresarios del transporte público un fondo de financiamiento para sustituir unidades con más de 20 años de antigüedad.
4) Reformas a la Ley de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial que permitan a la Policía Nacional Civil remitir vehículos que sobrepasen los límites permitidos de emisiones contaminantes.
5) Medidas para reducir la contaminación cocinan con leña.
Como podemos constatar, discusión y propuestas ha habido; pero ¿por qué tan poco avance? ¿Es, quizá, porque la contaminación del aire es un tema intrascendente? o ¿una preocupación que atañe solo a naciones desarrolladas? La respuesta a ambas preguntas es un rotundo no.
Se ha documentado ampliamente que la contaminación del aire es la primera causa de enfermedades respiratorias, y se estima que solamente en 2014 dicho costo superó los $46 millones en consultas y hospitalizaciones (MINSAL, 2016).¹ Y de cara al futuro, según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), para el año 2060 la contaminación aérea externa causará entre 6 y 9 millones de muertes prematuras al año (contra los 3 millones en 2010) y provocará un aumento notable en los casos de bronquitis y asma en niños.
Es claro que la contaminación del aire causa sufrimiento en la población, afecta la productividad, resta años de vida; y creemos que se limita/frena la solución de este tipo de problemáticas porque se pone en primer plano el costo de las acciones correctivas (es decir, cuánto cuesta hacer los cambios), pero no se les asigna la misma importancia a los costos de no hacer nada. Es esta miopía en valorar apropiadamente los costos de la inacción vs. los costos de las medidas correctivas lo que detiene el abordaje estructural de esta problemática.
Entonces, ¿por qué ambas pensamos que se está abriendo una ventana oportunidad para retomar la discusión sobre contaminación del aire? Ambas lo creemos porque, a nuestro juicio, esta pandemia ha sido un alto en el camino que está llevando a un profundo cuestionamiento del modelo de desarrollo de las naciones. Ya hay varias voces que hablan de un “Capitalismo post Covid”², en el que los modelos económicos serán mucho más “verdes” y con mucho más
Esta pandemia ha sido un alto en el camino que está llevando a un profundo cuestionamiento del modelo de desarrollo de las naciones.
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