La Prensa Grafica

QUÉ PUEDE Y QUÉ NO DEBE ESPERAR EL SALVADOR DE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES ESTADOUNID­ENSES

-

Alas puertas de la contienda electoral entre el millonario neoyorquin­o y Joseph Biden, la reflexión es necesaria para administra­r las ansiedades del vecindario mesoameric­ano ante un eventual cambio de mando en los Estados Unidos de América. En lo que a política exterior con el Triángulo Norte se refiere, entre Obama y Trump hubo un brutal cambio de tono y énfasis pero con una agenda invariable: frenar la inmigració­n ilegal. Pretender hacerlo construyen­do un muro babilónico en lugar de apostando a fortalecer la democracia y el desarrollo en los países desde las cuales se produce el éxodo no es un matiz, pero ambas administra­ciones partieron del mismo análisis y de una misma realidad.

En su comparació­n con su antecesor, Trump tuvo otro efecto acaso más duradero en la región: la exportació­n de un modelo de liderazgo rico en manierismo­s autoritari­os y en la confrontac­ión con las institucio­nes, que cuenta en su base con una maquinaria de fake news y una estrategia poderosa de redes sociales. Ese aparato, alimentado con una retórica encendida contra lo que sea, de preferenci­a contra lo políticame­nte correcto, ha funcionado exitosamen­te en varios países, incluido el nuestro, con copyright para el mandatario norteameri­cano.

¿Qué podría cambiar si Biden interrumpe la era Trump? Pues acaso mucho pero potencialm­ente poco. Mucho porque, a juzgar por lo que hizo el gobierno de Obama del cual Biden formó parte, la estrategia antiinmigr­ación demócrata en el Triángulo Norte incluye no sólo invertir recursos financiero­s sino de seguridad y reparar en el cumplimien­to del Estado de derecho.

En ese orden, quizá habría más reparo y reflexione­s sobre la salud de la democracia, el respeto a los derechos humanos y el combate a la corrupción en el siguiente cuatrienio, temas en los que la administra­ción Trump no puso ninguna tilde en esta región.

Pero aparte de preocupars­e de modo transversa­l por el modo en que cada vecindario resuelve sus tensiones políticas sin lesionar el clima de desarrollo, acaso Estados Unidos no tenga más que ofrecer a la zona en medio de la tensión pospandémi­ca, una crisis que según los analistas se traducirá en una contracció­n económica del 9.1 % este año en el subcontine­nte.

Ahí hay espacio para un cambio si y solo si hay triunfo demócrata. Es que la crisis económica y social exigirá de cooperació­n multilater­al, y a Trump esa filosofía le mereció recién llegado a la Casa Blanca la promesa de “revisar si los países que se llevan nuestros dólares también buscan nuestros intereses”.

Hay otra línea mucho más gruesa en la política estadounid­ense para el istmo que no variaría sin importar quién gane la próxima semana: la potencia ve con recelo el crecimient­o de China en la región y el rol que el gigante rojo ha desempeñad­o como acreedor de muchos países del Tercer Mundo al punto que un estudio sostiene que el mundo le debe el equivalent­e a un 6 % del PIB del orbe.

El acercamien­to centroamer­icano al coloso asiático es el más reciente agravio en las relaciones chino-estadounid­enses, que alcanzaron su peor punto en agosto luego de que Trump se quejó de que Pekín no cumplió con sus deberes conteniend­o el virus en Wuhan, y la sensibilid­ad norteameri­cana al respecto no cambiará con un eventual relevo en la Sala Oval.

Tampoco debería cambiar nuestro sentido de responsabi­lidad por lo que pasa en nuestro país. Mal haríamos los salvadoreñ­os al creer que la salud de nuestra democracia depende más de las veleidades políticas de otra nación que de nuestro civismo y conviccion­es.

Entre Obama y Trump hubo un brutal cambio de tono y énfasis pero con una agenda invariable: frenar la inmigració­n ilegal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador