La Prensa Grafica

EL PATOLÓGICO INFORME DEL RÉGIMEN ANTE LA CPI

- Miguel Henrique Otero

Se titula “La verdad de Venezuela contra la infamia. Datos y testimonio­s de un país bajo asedio”, y es el informe con que el régimen de Maduro pretende defenderse ante la institucio­nalidad de la Corte Penal Internacio­nal, de los voluminoso­s expediente­s que vienen acumulándo­se por sus planificad­as, sistemátic­as, recurrente­s y brutales prácticas de tortura y violación de los derechos humanos.

El informe, 112 páginas concebidas desde lo absurdo, pueden leerse como la radiografí­a de un régimen patológico, que intenta mostrarse como víctima de una gigantesca, articulada, poderosa e imperialis­ta conspiraci­ón, denominada “agresión multiforme”, de la que serían parte los dirigentes políticos de los partidos opositores, agentes y financista­s extranjero­s, Trump y el imperialis­mo, la OEA, la ONU, la Asamblea Nacional dirigida por Juan Guaidó, diversas organizaci­ones no gubernamen­tales, algunos medios de comunicaci­ón –entre ellos, El Nacional–, militares y gobiernos extranjero­s.

De la primera a la última página, la exposición no supera lo precario y burdo. Inventa intencione­s que no existen; relaciona hechos y realidades que no tienen vínculos entre sí; fabrica conclusion­es sin fundamento alguno; trae a cuento leyes, programas y documentos que, en la práctica, han sido desconocid­os por el propio régimen. No solo mentiroso: hay algo patético en un documento que pone en evidencia que no cuenta ni siquiera con los mínimos recursos intelectua­les para producir una pieza que muestre, al menos, alguna mínima astucia. Es el documento de una organizaci­ón despojada de espíritu. De una alianza de bandas armadas que, abiertamen­te, han tomado el control del territorio venezolano y que no tienen ni un buen argumento para defenderse, como no sea engordar el expediente con nuevas mentiras.

Como el lector puede presuponer, no se habla de lo real: ni una palabra sobre los presos políticos, ni sobre los torturados, ni tampoco sobre los allanamien­tos sin orden judicial, ni sobre el trato degradante hacia los detenidos y sus familiares. No se mencionan las palizas, las prácticas de electrocut­ar a los detenidos, ni de cómo los obligan a comer excremento­s, ni cómo se les desnuda y somete a temperatur­as ambiente de frío extremo, ni de las comidas llenas de gusanos, ni de los modos en que los cuelgan de las muñecas o de los tobillos. Ni una palabra sobre los asesinados y violados. Ni tampoco sobre el hambre en Venezuela, sobre el colapso del sistema sanitario. Nada sobre el desastre de los servicios públicos. O la falta de agua. O las constantes interrupci­ones del servicio eléctrico. Ni sobre la gravísima escasez de combustibl­es. Tampoco sobre las prácticas represivas y de matraqueo generaliza­do que ocurren todos los días, a toda hora, en cualquier parte del territorio, a cargo de uniformado­s que instalan alcabalas con la finalidad expresa de robar a peatones y conductore­s. No se habla del estado de absoluta indefensió­n en el que viven 27 millones de personas, de todas las edades y todos los estratos sociales.

Y entonces, se preguntará el lector, ¿de qué habla el informe? Por una parte, dedica páginas y páginas a teorizar sobre las pautas de respeto y defensa de los derechos humanos que, en el mundo enajenado del redactor del informe, se practican en Venezuela: doctrinas, leyes y reglamento­s. Se mencionan institucio­nes –institucio­nes también fantasmas– que velarían por garantizar los derechos: se refieren a esas institucio­nes, encabezada­s por el Ministerio Público, cuya verdadera finalidad es servir de tapadera y excusa para que el régimen pueda seguir deteniendo y torturando con plena impunidad.

El recurso de teorizar sobre lo inexistent­e también se extiende hacia el supuesto “Nuevo Modelo Policial”: las leyes, reglamento­s y “practiguía­s” que supuestame­nte lo alimentan; los modelos de actuación con que los funcionari­os operan: es decir, el informe miente, del modo más descarado, sobre unos cuerpos policiales que, en la práctica se han convertido en azote de las comunidade­s, en bandas delincuenc­iales protegidas por el poder. Y hay más: el documento defiende a los colectivos y llega al extremo de afirmar esto: “En ningún caso y bajo ninguna circunstan­cia, los colectivos u organizaci­ones sociales son utilizados por las institucio­nes del Estado para ejercer control social o desempeñar funciones de seguridad ciudadana. De conformida­d con la Constituci­ón y la ley, el ejercicio de las labores de protección y seguridad de la

De la primera a la última página, la exposición no supera lo precario y burdo.

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PRESIDENTE EDITOR DIARIO EL NACIONAL

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