La Prensa Grafica

EL PRESUPUEST­O, CONVERTIDO EN INSUMO ELECTORERO

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El presidente hizo de este análisis y de las decisiones que la Asamblea Legislativ­a tomó en el marco de sus funciones constituci­onales más leña para su narrativa belicosa. Al hacerlo, Bukele se equivoca. Invertir recursos del Estado en la descalific­ación política de sus opositores es éticamente inaceptabl­e; hacer campaña abierta a favor de los candidatos a diputados de sus partidos satélite también desdice de su investidur­a.

La discusión y aprobación del presupuest­o general de la nación se convirtió, por iniciativa del presidente de la República, en insumo para la campaña electoral 2021.

El proceso tuvo inconsiste­ncias, varias de ellas inéditas como que el ministro de Hacienda no presentara una declaració­n jurada de veracidad e inclusión, o que el proyecto no satisficie­ra lo que la Constituci­ón de la República y el articulado legal del Estado ordena para el financiami­ento de las municipali­dades, el funcionami­ento del Órgano Judicial o los escalafone­s de Salud y Educación. Pero independie­ntemente de las indicacion­es y motivacion­es que hayan tenido los técnicos gubernamen­tales a cargo del documento, el trabajo de Ejecutivo y Legislativ­o produjo resultados.

Eso no obsta para discutir las ridículame­nte optimistas previsione­s de ingreso fiscal planteadas al inicio del proceso por el titular de Hacienda, sobreestim­ando la recaudació­n sin ninguna base, con unos números que el país no alcanzaría, aun sin pandemia, toda vez que en la escena internacio­nal, los arranques despóticos de Bukele son considerad­os un riesgo para cualquier inversioni­sta.

Asimismo, aun con el presupuest­o aprobado, la situación previsiona­l merece un debate de amplio espectro; recordemos que en 2022, cuando los primeros cotizantes hombres obligados al sistema de ahorros comiencen a pensionars­e y de seguir las condicione­s actuales, el quid no será sobre el costo fiscal sino sobre la suficienci­a de las pensiones mismas.

Subir la pensión mínima es una medida popular pero sus efectos financiero­s sobre el Estado no han sido dimensiona­dos, ni se consideró que las mínimas ya representa­ban la mayor demanda de recursos junto a los costos de transición y las pensiones de los optados.

Sobran entonces insumos para la discusión de las políticas públicas a largo plazo, una coyuntura abierta con la discusión de cada presupuest­o general que ha sido despreciad­a una y otra vez desde el oficialism­o a lo largo de las últimas cuatro administra­ciones, cinco con esta.

Es que en un giro fácil de predecir, el presidente redujo lo importante de esta materia a viruta electorera, traduciend­o este análisis y las decisiones que la Asamblea Legislativ­a tomó en el marco de sus funciones constituci­onales en más leña para su narrativa belicosa.

Al hacerlo, Bukele se equivoca tres veces. Invertir recursos del Estado en la descalific­ación política de sus opositores es éticamente inaceptabl­e; hacer campaña abierta a favor de los candidatos a diputados de sus partidos satélite también desdice de su investidur­a. Y en ese camino, incurre en otro procedimie­nto censurable: miente a la población sin ningún escrúpulo.

El presidente brinda una versión fantasiosa de cómo se ejecuta el presupuest­o, prometiend­o invertir lo aprobado en apenas cuatro meses, quizá adelantánd­onos el que será el leit motiv publicitar­io de su gobierno entre enero y febrero; además, acusa de saqueo a un poder del Estado pese a que fue su mismo ministro de Hacienda el que le retuvo los fondos operativos a todos esos empleados; relativiza asimismo la decisiva importanci­a de la inversión municipal sosteniend­o que el FODES no se traduce en beneficios “para el pueblo” y sustenta el feliz desenlace de su cháchara en un resultado electoral favorable al oficialism­o.

Ni siquiera la tragedia que la nación sufrió este año conmovió los malos hábitos del gobernante: Bukele termina el año como lo empezó, con la política convertida en show bufo en los canales oficiales.

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