SALUDO NAVIDEÑO Y AÑO NUEVO
El 21 de diciembre del presente año, recibí de un amigo un mensaje navideño, que me hubiera gustado compartir con ustedes el 24, pero como esta columna es quincenal, es hasta este día que lo hago. Procedo a transcribirlo:
“Estimado Dr. Argumedo: Hilvano estas volanderas reflexiones en una época que, como a usted le consta, proverbialmente los salvadoreños hemos conmemorado las festividades de Navidad y Año Nuevo con singular colorido, júbilo e ilusiones, signos que por cierto en virtud de la pandemia que nos victimiza desde comienzos del año, se trocan languidecientes. Empero, juzgo del caso formular votos de fe porque en unión de las personas que se anidan cerca de su corazón disfrute de las festividades en una sintonía de comprensión y cohesión cariñosas.
Lapso propicio de esforzarnos a efecto de obliterar todo aquello que vaya en contra de la recta grandeza del evento más trascendental de todos, como es la llegada al mundo de un Dios hecho carne. Recordar las enseñanzas cristianas que desde la niñez nos fueron inculcadas, que el Supremo Hacedor se ofreció a las gentes en la figura precisamente de un niño y por ende nada mejor que pedirle nos conceda la gracia de ‘sentirnos niños’.
Hacer hincapié, asimismo, en el momento solemne de la medianoche, que coincide con la Navidad, querer ‘ser pastores y dialogar con los ángeles que, según la tradición, coronaron de luz y de gloria el desvencijado Portal de Belén, donde se actualizó el sublime misterio’. ¡No encontraremos en todo el año otra oportunidad mejor que contemplar las estrellas y coloquiar con ellas!
Marginar todo apetito de enfermizas grandezas o poderíos y a contrario sensu el poner toda nuestra artillería por parecernos a aquél que nos dejó un ejemplo libre de odios, soberbias, rencores e impurezas. Pedirle porque logremos mejorar nuestra idiosincrasia espiritual y encaminarla al ‘Bien, al Amor y la
Limpieza de Corazón’.
Tratar de hacernos dignos, en fin, de figurar entre aquellos a quienes fue dirigido el coro de los ángeles: ‘Gloria a Dios en las alturas y Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad’. A la par de las divagaciones que preceden, válgome de la coyuntura para entregarle mis más expresivos agradecimientos por el privilegio que me concede de ser su amigo. Ex toto corde”. Hasta aquí lo escrito por el Dr. Mauricio Ernesto Velasco Zelaya, migueleño de pura cepa.
Dije al inicio que desde que recibí ese mensaje surgió la idea de utilizarlo para la columna, pero además de lo ya explicado, tenía que solicitar permiso al autor para reproducirlo. Lo anterior en atención a que en el Derecho de la Propiedad Intelectual, existe una parte referida a los Derechos de Autor, y ahí están los derechos morales del creador literario. Su derecho para reproducirlo o no, en qué tiempo, bajo qué condiciones y mucho más. Una obra protegida no solo es una novela o un libro de poesías, lo es también un artículo periodístico, una homilía o una conferencia.
Surge en estos días los sentimientos para que al fenecer la noche vieja acompañen éxitos en el nuevo año. Sirve de mucho el optimismo, cuenta a su favor ser positivo, aunque no soplen buenos vientos, porque no queremos otro año más lleno de sombras. Tratemos de convencernos de que todo irá bien, que se marchará por fin la intransigencia. Tengamos todos un canto de esperanza.
Una obra protegida no solo es una novela o un libro de poesías, lo es también un artículo periodístico, una homilía o una conferencia.