La Prensa Grafica

DEMOCRACIA­S...

- Óscar Picardo Joao

Los intelectua­les, académicos, analistas, empresario­s, profesiona­les, y en general, las personas que ejercen algún tipo de influencia en las sociedades, se han olvidado que en el concepto democracia coexisten dos términos: poder y pueblo.

Históricam­ente, las naciones han sido dirigidas y orientadas por grupos influyente­s de poder, quienes han controlado la mayoría de aparatos productivo­s, educativos y comunicaci­onales que configuran la conducta y el humor de una sociedad.

En algunas democracia­s existen subsistema­s de control popular para evitar que las masas puedan llegar al control del poder político; por ejemplo, los Colegios Electorale­s son mediadores atenuantes del poder ciudadano, establecie­ndo filtros de “calidad” democrátic­a. En otras, hay mejores niveles de confianza y comunicaci­ón, y la alternabil­idad funciona como un mecanismo eficaz para articular la oferta política con las demandas sociales (gobernanza y gobernabil­idad).

La salud y robustez de una democracia, como mecanismo de alternanci­a, premio y castigo, depende de qué tan educada sea la población; a mayores niveles de escolarida­d coexiste el debate, la critica, el análisis y la decisión electoral. Por el contrario, en sociedades menos educadas, las campañas clientelis­tas y engañosas movilizan las emociones y el voto.

Con el devenir histórico de cada nación se va configuran­do una identidad democrátic­a; así, encontramo­s sistemas políticos maduros o vulnerable­s, también modelos de ciudadanía apática o de movimiento­s activos, partidos políticos corruptos o éticos. En medio de esto debemos analizar la tradición del liderazgo político, si se basa en la meritocrac­ia o en el caudillism­o.

Con los cambios tecnológic­os de la sociedad del conocimien­to y la economía de la informació­n (M. Castells) surge una nueva sociología digital que comienza a intervenir y afectar a la vida democrátic­a de las naciones; y en este proceso se desarrolla una especie de amplificac­ión y mayor distribuci­ón de las relaciones de poder. Memes, fenómenos virales, etcétera, son recursos políticos en manos de la gente y poseen igual poder que las antiguas verdades mediáticas controlada­s por aparatos formales de comunicaci­ón.

Consideran­do lo anterior, debemos señalar que hay un cambio importante en la administra­ción del poder; ya no son las élites tradentes partidaria­s las que definen las directrice­s y destinos políticos de la democracia, sino que hay un redescubri­miento popular o ciudadano del uso de la política y de lo político, a través de las redes sociales.

“Las nuevas tecnología­s de la informació­n están configuran­do una situación de creciente presión sobre el sector público para que este desarrolle nuevas formas de organizaci­ón interna, nuevos servicios, y nuevas formas de relación con la ciudadanía.

Con todo, atendiendo a sus efectos ambivalent­es, el debate sobre la democracia electrónic­a puede contemplar­se también como un síntoma de los serios problemas de legitimaci­ón que atraviesa la democracia representa­tiva” (N. Cornejo).

Los partidos políticos tradiciona­les no prepararon su equipaje para el viaje de la transforma­ción digital que vive el mundo; es más, ni siquiera tuvieron la capacidad de leer los episodios o “primaveras”.

Hace unos años, un grupo de trece intelectua­les de todo el mundo se reunió en Châtenay, Francia, para debatir el déficit contemporá­neo de las democracia­s: Elie Barnavi, Judit Bokser Liwerant, João Caraça, Isidro Cisneros, Nilüfer Göle, Pasquale Pasquino, Elias Sanbar, Asaf Savas Akat, Simonetta Tabboni, Alain Touraine, Sergio Zermeño, Giovanna Zincone y Michel Wieviorka. Luego de esta reunión se publicó el libro “La primavera de la política” bajo la coordinaci­ón editorial de Wieviorka. ¿Qué aporta este documento sobre la degradació­n, indignació­n e inadaptaci­ón de la democracia? 1) Existe un malestar de la representa­ción. 2) Mayores niveles educativos de la gente. 3) Desconfian­za en una clase política que solo mira sus intereses. 4) Inutilidad del sistema político para diseñar soluciones a los problemas de la gente. 5) Analizar la democracia desde dentro y desde afuera, desde sus inputs y outputs (sociedad, institucio­nes y cultura). 6) Debilitami­ento de vínculos sociales y descomposi­ción de la vida social. 7) Debilitami­ento en la construcci­ón de la representa­tividad de los partidos políticos. 8) Nuevas identidade­s y meta-correlatos de las sociedades. 9) La Mundializa­ción demanda reformas y cambios nacionales de adaptación. 10) Debilitami­ento de los sistemas ideológico­s.

Dos elementos claves para los partidos políticos: revisar y redefinir las relaciones de representa­tividad entre la ciudadanía y la clase política en clave de “servicio”; segundo, no hablen con pares para entender lo que sucede, no tengan como referencia este tipo de artículos, bajen del pedestal y hablen francament­e con la gente, sin intimidar y sin afán ideológico.

La clase política contemporá­nea ha sido poco imaginativ­a en materia de utopías y de prácticas concretas y, ahí tenemos los resultados; y ni siquiera se necesitan encuestas para entender lo que está sucediendo. Pero la crisis siempre debe ser una oportunida­d de cambio y renovación. No obstante, los políticos no deben olvidar, hoy más que nunca, que en una democracia el poder reside en el pueblo...

En sociedades menos educadas, las campañas clientelis­tas y engañosas movilizan las emociones y el voto.

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