“TRABAJAR EN MECÁNICA ES UN CAMBIO DRÁSTICO”
Tres mujeres hacen un llamado a su género a no tener miedo a explorar ámbitos laborales que se cree solo pueden ser ocupados por hombres.
“Soy mujer, pero yo no me detengo. Debemos luchar y no ponernos límites. Uno debe decir: No lo sé hacer, pero voy a aprender”. Carolina Romero, APRENDIZ DE MECÁNICA.
“No es fácil, pero a veces las circunstancias y la necesidad en la que uno se encuentra nos llevan a mundos que no imaginábamos”. Morena Linares, ENCARGADA DE RESPUESTOS.
“Mi familia siempre me ha apoyado. Quizás pensaron que no me iba a gustar, pero me gustó. Mi meta es tener mi propio taller”. Jocelyn Ramírez, MECÁNICA.
Carolina trabajaba como cajera y en atención al cliente en una ferretería hasta antes de la pandemia; pero, tras un recorte de personal, terminó trabajando en un taller automotriz.
El lugar, que se llama “Auto Frío Solutions” y que está situado en la residencial Montebello, calle antigua a Zacamil, Mejicanos, sobre el bulevar Constitución, se especializa en la reparación de aires acondicionados de automotores, pero también tiene otra especialidad: la mayoría de sus empleados son mujeres.
Carolina Romero llegó hace apenas siete meses, pero dos años antes que ella había llegado Morena Linares y desde hace cuatro años trabaja allí Jocelyn Ramírez .
“El cambio ha sido drástico”, dice Carolina, quien hacomenzado aprendiendo a conocer las herramientas y a tirarse al suelo como asistente cuando Jocelyn o el jefe de las tres, Daniel Lue, lo requiere.
Según cuenta Jocelyn, cuando ella terminó el bachillerato, a los 19 años, se sintió obligada a buscar un trabajo. Dado que conocía a Daniel, le pidió que la contratara en el taller y él confió en su capacidad. “Primero empecé explorando, fijándome, aprendiéndome los nombres de las herramientas, de las llaves, los cubos, perdida andaba, como que en chino me hablaban”, narra y se ríe. Durante los últimos años, Jocelyn ha tenido la oportunidad de asistir a varios cursos de mecánica automotriz que ofrecen las empresas privadas, porque en esta industria, dice, “cada vez hay carros más modernos y quien no está actualizado se pierde”. Su meta es algún día tener su propio taller.
Para ninguna de las tres mujeres ha sido fácil, por los prejuicios culturales que existen sobre que “hay trabajos para hombres y hay trabajos para mujeres”.
“Para mí fue más difícil al principio trabajar con todos los hombres, aparte que uno no conoce a las personas, pero ahora hay más empatía porque somos más mujeres, y antes yo era la primera mujer”, recuerda Jocelyn, ya que el taller tiene 15 años de estar funcionando y antes trabajan allí solo hombres en la parte de mecánica.
Para Morena, la situación fue similar. Ella trabaja antes en otro taller, pero solo hacía labores administrativas, mientras que ahora es la encargada de salir a buscar y a comprar todos los repuestos que se necesitan para la reparación de los vehículos.
“Sí cuesta”, comenta, “porque en medio de hombres a uno lo miran raro que se vaya a meter a las ventas de repuestos, a uno se le quedan viendo y a saber qué es lo que se imaginan, pero como uno anda trabajando, al final uno los ignora”, comenta. “Al principio cuesta adaptarse, pero el mismo tiempo que va pasando nos va ayudando a uno a irnos encausando”, agrega.
Las principales razones por las que Daniel Lue decidió darles una oportunidad de trabajo a estas tres mujeres no es solo porque confía en su capacidad intelectual, sino porque considera que el género femenino es más cordial, es más amable, es más dispuesto, es más ordenado y más responsable.
“Todas esas son cualidades que, donde hay clientes visitando constantemente, me he dado cuenta que hay mucha mayor aceptación”, valora.
“Son más dispuestas para decir: ‘Hagámoslo’. Muchas veces los muchachos tienen una pre-disposición y colaboran menos. El único requisito es que deben tener voluntad de abandonar la ‘kitchen room’, como yo le llamo, por otro trabajo, y querer emprender algo nuevo”, añade Lue, quien lamenta que durante la cuarentena obligatoria y después de la reapertura ha visto una disminución de 10 a 6 clientes diarios.
A su juicio, su negocio se estaría recuperando en unos ocho meses y da gracias a Dios porque cada vez los clientes atendidos por estas mujeres sienten más confianza y están más satisfechos con el trabajo que ellas hacen.