La Prensa Grafica

LA DOBLE ESTRUCTURA DEL PODER EN VENEZUELA

- Miguel Henrique Otero

Hay una imagen del poder de Maduro, especialme­nte fuera de Venezuela, totalmente distorsion­ada. Esa imagen, que comentaré a continuaci­ón, está presente no solo de forma explícita; también de forma implícita. En reportajes, artículos para fines académicos, ensayos y análisis que hacen expertos venezolano­s y de otros países, se produce esta coincidenc­ia: se presenta a Maduro como dueño del control absoluto del país.

La idea predominan­te es que Maduro es el jefe absoluto de una cadena de mando, que le permite mantener un dominio pleno sobre la totalidad del territorio, sobre las institucio­nes sin excepción, sobre cada uno de los habitantes y sobre los hechos que ocurren en el espacio público.

Esta visión, la de un sujeto omnipotent­e que decide sobre las vidas de 30 millones de personas, es la que anima a muchos a pensar -no solo en la oposición democrátic­a, también en algunos reductos prorrégime­n- que bastaría con sacar a Maduro del poder, para que se produjera un giro significat­ivo en el rumbo al abismo que hoy lleva Venezuela. Quiero insistir en esto: la imagen simplifica­da de cómo es la estructura del poder que aplasta hoy a los venezolano­s planteamie­ntos y estrategia­s políticas igualmente simplifica­doras e genera ilusas.

Cualquier venezolano, donde quiera que se encuentre, y sea cual sea su condición, tiene en su transcurri­r diario otra perspectiv­a: debe lidiar con una red de poderes específico­s y localizado­s, que lo someten a sus propios intereses. Un productor de quesos del estado Apure, por ejemplo, que carga en un lanchón unos

200 kilos de queso blanco, y se enrumba hacia Ciudad Bolívar, llega a su destino con aproximada­mente la mitad de su carga: en el camino ha sido detenido por 6 o 7 alcabalas militares, en las que se le exige entregar varios kilos del alimento como

“precio” por continuar su camino. Un productor de papa de la zona alta del estado

Trujillo, luego de pagar sobornos por obtener unos galones de diésel, ordena en un camión alrededor de 300 sacos de su cosecha. Cuando llega al mercado de Barquisime­to, apenas tiene 40 % de los sacos con los que arrancó: si se hubiese negado a pagar la vacuna, lo más probable, tal como ha ocurrido con otros productore­s, es que le hubiesen detenido y metido a una cárcel y le hubiesen robado la carga completa y el camión.

Un importador de mercancías, las que sean, bienes terminados de primera necesidad, materias primas para uso industrial, piezas, repuestos y kits para ensamblar, debe pagar extorsione­s y comisiones en puertos, aeropuerto­s, alcabalas y en los propios depósitos. Lo mismo ocurre con cualquier comerciant­e: vive bajo un sistema de coacciones y amenazas que lo obligan a regalar mercancías o dinero a militares, milicianos, activistas del PSUV, fiscales de algunas institucio­nes creadas para extorsiona­r, bajo la amenaza de que podría ser acusado de cualquier falta o delito, enviado a prisión y juzgado.

Se extorsiona a los parientes de cualquier fallecido en los cementerio­s municipale­s de todo el país; a los enfermos que acuden a los hospitales públicos en busca de ayuda para atender a sus padecimien­tos; a las personas en situación de pobreza que dependen de una bolsa de alimentos CLAP para mal alimentars­e; a los conductore­s que trasladan mudanzas, alimentos o bienes de cualquier tipo; a los pensionado­s que esperan por alguna respuesta del IVSS; a los empresario­s que luchan por mantener sus empresas funcionand­o, mientras varias mafias se dedican a importarlo todo desde Turquía; a los familiares de los presos políticos y de los presos comunes; a los pescadores, a los agricultor­es, a los hoteleros, a los ganaderos, a los pequeños industrial­es, a cualquier persona que necesite hacer una diligencia ante las entidades del Estado: obtener la cédula de identidad, un pasaporte o lo que sea.

Lo he repetido en estos artículos y vuelvo a insistir en ello: Venezuela es un territorio repartido entre mafias dedicadas a exprimir y someter a personas, familias, comunidade­s y agrupacion­es de cualquier tipo. Estas mafias, armadas o no, no solo gozan de total impunidad, sino también de autonomía. Son las mafias con las que los venezolano­s tropiezan y deben afrontar cada día, sin pausa ni

Es un territorio repartido entre mafias dedicadas a exprimir y someter a personas, familias, comunidade­s y agrupacion­es de cualquier tipo.

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PRESIDENTE EDITOR DIARIO EL NACIONAL

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