EL FEO HÁBITO DE COMPARARSE EN LA TRAGEDIA
Ahora presidente y con ínfulas de estadista, plantarse sobre un discurso así de pretencioso pinta de pies a cabeza sus prioridades, que pasan más sobre mantener su capital popular personal que por reconocer los errores en el manejo sanitario y brindar a la población datos y garantías sobre lo que adviene. como mínimo en este escenario pandémico al alza, la población espera un discurso unívoco de los funcionarios: qué se hará, cuándo se hará, cómo será el procedimiento y cuánto le costará a los contribuyentes. Pero ni posiciones claras ni comunicación efectiva al respecto; en lugar de abundar sobre el repunte de casos, liquidar los gastos de la emergencia o desarrollar una línea de comunicación integral sobre la eventual vacunación y sus criterios, el principal contenido sobre la crisis sanitaria en la plataforma oficial es sobre los módulos de vacunación y su costo, tema en el cual el mandatario discrepó con su ministro de Salud.
Una de las líneas argumentales preferidas del presidente de la República es la de cómo su gobierno fue uno de los mejores de la región en el manejo de la pandemia. Que pese a esa afirmación la vacuna aún no tenga fecha de ingreso al país a diferencia de lo que ya pasa en Costa Rica, el vecino al cual ha pretendido darle consejos y ayuda, es otro de los malabarismos con los que su activo aparato de propaganda se enfrenta.
La insistencia de Bukele en referirse a la pandemia como un hecho político, otra arena sobre la cual afirmar que su administración no sólo fue mejor a las anteriores sino que lo hizo rozando un rendimiento inédito para El Salvador, no sorprende a nadie. Acostumbrado a venderle a su audiencia la ilusión de que el servicio público es una colección de obras que se pueden enumerar a ritmo cotidiano, intenta hacer lo mismo pese a que ya no es el alcalde de un municipio de incipiente desarrollo.
La simplificación de su mensaje hasta ese nivel primario, el cuento de una obra por día que uno de sus funcionarios ofrece como repetida panacea, ya deslució tratándose de los problemas de San Salvador, urgidos de soluciones transversales y de una voluntad política que supera los sectarismos de los que el oficialismo hace gala. Ahora presidente y con ínfulas de estadista, plantarse sobre un discurso así de pretencioso pinta de pies a cabeza sus prioridades, que pasan más sobre mantener su capital popular personal que por reconocer los errores en el manejo sanitario y brindar a la población datos y garantías sobre lo que adviene.
Como mínimo en este escenario pandémico al alza, la población espera un discurso unívoco de los funcionarios: qué se hará, cuándo se hará, cómo será el procedimiento y cuánto le costará a los contribuyentes. Pero ni posiciones claras ni comunicación efectiva al respecto; en lugar de abundar sobre el repunte de casos, liquidar los gastos de la emergencia o desarrollar una línea de comunicación integral sobre la eventual vacunación y sus criterios, el principal contenido sobre la crisis sanitaria en la plataforma oficial es sobre los módulos de vacunación y su costo, tema en el cual el mandatario discrepó con su ministro de Salud.
Increíblemente, casi un año después del primer positivo de covid-19 en El Salvador, Bukele sigue en guerra dialéctica. Su nuevo blanco es todo aquel que se atreva a preguntar sobre el plan de vacunación, y echa mano del mismo gabinete del odio que le funcionó en otras coyunturas en los últimos meses como fuerza intimidatoria. Eso es más cómodo que explicar las aglomeraciones que las fuerzas políticas, incluidos los tres partidos políticos que le sirven, están generando contra cualquier criterio sanitario.
Por algunas semanas al menos, Bukele debe salirse de la batalla política y recordar que como servidor de la ciudadanía, la atención de la pandemia sigue siendo su principal tarea. Eso exige transparentar la información, coordinarse con todos los actores y garantizar que no falten fondos para este propósito; un centavo mal liquidado después de la emergencia de 2020 será un centavo menos del cual echar mano en 2021.
Basta ya de compararse con otros países, con otras realidades, es un hábito infantil que desdice de cualquier gobierno en este escenario. A El Salvador no le interesa si manejó la situación mejor o peor que los vecinos, sino que su gobierno maneje la crisis 2021 mejor de lo que lo hizo en 2020.