Carlos López Mendoza,
on Carlos López Mendoza, asegura que su mejor recompensa en sus 46 años de servicio como voluntario de Cruz Roja Salvadoreña es el reconocimiento que los ciudadanos le brindan.
A las puertas de sus 83 años anunció que deja su cargo como vocero oficial de la institución para disfrutar a su familia, pero afirma que seguirá apoyando hasta donde le sea posible.
D¿Qué lo llevó a retirarse?
Fue una decisión difícil por el tiempo que tengo de estar en la institución, el cariño que le tengo, pero he llegado a una edad donde ya no puedo rendir como antes. Además mi familia sentirá alivio de que no me arriesgue, como me dicen, por mi edad ellos me vienen a dejar y a traer.
Será difícil desligarme y por lo mismo me han permitido venir cuando pueda, voy a seguir vistiendo el uniforme y me darán un carnet también. Esto es de gran importancia para mí. ¿Cómo se hizo voluntario?
Desde pequeño pensé ser voluntario pero en 1970, cuando era repartidor de leche, viví una experiencia que me marcó.
Estaba dejando la leche en un restaurante que se llamaba El Napito cuando un niño llegó a pedir que llamaran una ambulancia porque su mamá iba a tener un niño.
El encargado habló a Cruz Roja y la ambulancia llegó rápido, yo me fui detrás de la enfermera y le pregunté cómo entraba a la institución “ahí no te pagan, es voluntario”, me dijo.
Pasó el tiempo y en 1974 vi publicado un anuncio en el periódico donde invitaban a ser voluntario, me decidí a venir y desde esa fecha soy miembro activo. ¿QUIÉN ES? CARLOS LÓPEZ MENDOZA
TRAYECTORIA:
¿Cuáles fueron sus primeras asignaciones?
A mi me gustaba la instrucción práctica, cuando comencé me les pegaba a los instructores y me fui involucrando hasta que llegué a ser uno de ellos, luego fui jefe de instructores del país.
Tuve la oportunidad de comenzar la formación en las seccionales de Zacatecoluca, Cojutepeque, Ilobasco, Sensuntepeque, San Vicente, Mercedes Umaña, Guazapa y otros lugares, a mi me gustaba servir.
También fui jefe de brigada, jefe departamental, jefe de zona, y eso me entusiasmaba, el sentimiento de humanismo se me fue enraizando.
¿Cómo se volvió vocero oficial de Cruz Roja?
Yo no era vocero, la directora de comunicaciones en ese tiempo era doña Trini Jovel y para una temporada de Semana Santa, que no recuerdo si fue en 1978 o 1980, llegaban los periodistas y no había quien les diera información.
Como estaba en el grupo de voluntarios de la noche me fui haciendo cargo de decirles lo que habíamos hecho en la jornada. A mi modo les daba información pero con algunos nos fuimos haciendo amistad y me fueron puliendo.
Yo hacia las cosas como creía, como pensaba, pero ellos me fueron enseñando cómo hacer un boletín, cómo brindar la información, hasta técnicas de redacción como la pirámide invertida fui aprendiendo.
Fue en 1991 que Cruz Roja me asignó de forma oficial como vocero, pero ya estaba la costumbre de llamarme vocero aunque la figura como tal dentro de la institución no estaba, ya hoy sí existe.
¿En su tiempo de servicio qué lo ha marcado? Cuando iniciaba mi carrera de voluntario recuerdo que fuimos afectados por el huracán Fifí, fue en 1974 y me mandaron a el Bajo Lempa, ahí vi la realidad tan dura de esos habitantes.
También recuerdo el conflicto armado y entre las experiencias más grandes tengo las de atender y salvar una vida, independiente de qué bando fuera. Ahí aprendí que la vida tiene un gran valor, sin importar quién sea y eso lo destaco.
También recuerdo que en el terremoto de 1986 se cayó mi casa. Vivía en San Jacinto, pegado a la Escuela Nacional de Comercio (ENCO) y mi mamá me decía “te vinieron a buscar ¿te vas a ir?” Yo decía ¿qué hago? ¿Me quedo en la casa? Me vine pero con el permiso de mi mamá y luego con apoyo pude reconstruir la casa.
¿Qué va hacer en su retiro?
Voy a disfrutar en familia y también voy a apoyar a la institución. Estoy siempre a disposición en lo que esté a mi alcance, puedo dar charlas, motivar al equipo, porque a mis años ya no puedo rendir igual.
En 2001 la ONU me nombró como embajador de todos los voluntarios del país, sin importar institución, y hasta que me muera voy a seguir, no con el mismo ímpetu de antes, pero seguiré sirviendo hasta donde me sea posible.