“LA NEGACIÓN DE LA HISTORIA NO PUEDE CONDUCIR A NADA POSITIVO”
Héctor Lindo Fuentes asegura que distorsionar el pasado o incluso tratar de borrarlo, como hace el gobierno en el tema de la guerra y los Acuerdos de Paz, pone al país ante la posibilidad de un retroceso peligroso.
El historiador Héctor Lindo Fuentes, profesor emérito de historia y estudios latinoamericanos en la Universidad de Fordham, en Nueva York, fue el autor de la carta abierta al presidente de la República, Nayib Bukele, que esta semana circuló en periódicos y redes sociales. En la misiva, el historiador, y los más de 100 académicos y personalidades nacionales y extranjeras que la firmaron, rechazaron las declaraciones del mandatario hechas en diciembre pasado, en El Mozote, en las que se refirió a la guerra y a los Acuerdos de Paz como una farsa, y le instaron a respetar la memoria histórica del país.
Lindo Fuentes señala que los acuerdos, por sí solos, no podían dar respuesta a todos los problemas nacionales, pero insiste en que fue gracias a ellos no solo que se terminó la guerra, sino que se alcanzó una institucionalidad que permitía por primera vez resolver las diferencias políticas e ideológicas de manera pacífica. En todo caso, indica, más allá de la validez de algunas críticas que se puedan hacer, sobre todo en lo concerniente a la manipulación de ciertas instituciones surgidas de los mismos, no es desmontando el espíritu de aquella negociación como se resuelven esos problemas.
El historiador llama más bien a consolidar la institucionalidad democrática y a hacer buen uso de ella. Caso contrario, de optar por un discurso polarizante y de descalificación, y de desechar la idea del estado de derecho, se corre el riesgo de revivir un conflicto como el ya superado. ¿Cómo nace la idea de la carta abierta que enviaron al presidente?
El día del discurso del presidente en El Mozote comencé a ver en Twitter referencias a lo que había dicho. Al principio me pareció que no era posible que un presidente se expresara de esa manera y mucho menos en un sitio de memoria tan importante. Esperé a tener acceso a videos en internet para cerciorarme del contenido exacto de sus palabras. Al escucharlo me indigné. Pensé que los historiadores, que tenemos como profesión estudiar el pasado con responsabilidad y rigor, deberíamos de reaccionar ante lo que parecía un esfuerzo deliberado por distorsionar la historia e inclusive borrarla. Me puse en contacto con dos colegas en la Universidad de El Salvador, Carlos Gregorio López y Carlos Lara Martínez para explorar la posibilidad de una carta abierta. Me sugirieron que escribiera un borrador y luego, con sus sugerencias, llegamos a una versión final.
Fue sumamente fácil conseguir firmas de adhesión. El interés no venía solamente de historiadoras e historiadores. Cole
gas de otras disciplinas y personalidades, que de alguna forma estuvieron involucradas en el proceso de paz, querían firmar. Todo esto ocurrió durante las fiestas decembrinas por lo que decidimos que el mejor momento para compartir la carta era la proximidad del aniversario de los acuerdos.
¿Cuál es la verdadera importancia de esos acuerdos?
Para comprender la importancia de los acuerdos es importante recordar la historia política de El Salvador durante el siglo XX y realmente desde la independencia. Antes de los acuerdos quienes controlaban las riendas del gobierno no las soltaban sin violencia. Los presidentes buscaban reelegirse, como ocurrió con el General Martínez, o seleccionaban a sus sucesores, como hacían los militares del PCN. El poder no cambiaba de manos de un grupo a otro sin violencia. Desde 1932 el ejército era el principal actor político. La disidencia era objeto de censura, cárcel, ostracismo, tortura o muerte. No existía la libertad de prensa. La Asamblea Legislativa y la Corte Suprema de Justicia simplemente cumplían órdenes. Como las elecciones no significaban nada, se podían ignorar con impunidad las demandas de la mayoría. Este sistema llevó a un alto grado de polarización política. Muchos se convencieron de que la única salida era un conflicto armado y así fue. El país se desangró por más de una década, la economía entró en una espiral descendente y muchísimos compatriotas sintieron que su única esperanza estaba en abandonar la tierra donde habían nacido. La guerra terminó gracias a los Acuerdos de Paz. El contenido del documento es el resultado de un diagnóstico de las fallas del sistema político que nos había llevado a matarnos los unos a los otros. Todos y cada uno de los elementos de los acuerdos fueron una respuesta a las fallas del pasado. Los acuerdos también se convirtieron en hoja de ruta para consolidar un sistema político más democrático con la participación de todos los sectores.
¿Cuáles fueron, a su juicio, sus principales logros?
Los acuerdos dejaron un entramado institucional para dirimir diferencias políticas e ideológicas. No buscan ser por sí mismos respuesta a todos los problemas económicos y sociales. Lo que hacen es definir las reglas del juego para que los diferentes actores busquen soluciones. Esto dejó en manos de los políticos el diseño de estrategias económicas y sociales. Se suponía que iban a usar las instituciones de manera responsable. Creo que son válidas las quejas de que los principales partidos políticos trataron de manipular las reglas del juego e inclusive abusaron de
ellas para avanzar intereses de grupo. Pero el que en un juego haya jugadores abusivos y deshonestos no es culpa de las reglas del juego o de la infraestructura de la cancha, sino de quienes abusan de ellas. Lo que hay que hacer es perfeccionar los mecanismos para que se cumplan las reglas y sancionar a los tramposos. El correctivo debe venir, en primer lugar, de los votantes que castiguen con el voto a quienes juegan sucio. En segundo lugar, de los gobiernos dando el ejemplo de respeto al marco institucional.
¿Qué finalidad cree que busca la narrativa del gobierno al desvirtuar un acontecimiento tan importante?
No he escuchado ninguna explicación directa de las intenciones de los arquitectos de esta estrategia, pero no es una iniciativa que se dé en el vacío. La ocupación de la Asamblea con el ejército el 9 de febrero fue un ejemplo temprano de violación flagrante del espíritu de los Acuerdos de Paz al colocar al ejército como actor político en una acción que buscaba restar independencia al poder legislativo. El bloqueo al acceso de los archivos militares, en abierta contradicción a las instrucciones del juez que preside el caso de El Mozote, es otro ejemplo grave en que el ejército y el ejecutivo se apoyan mutuamente para interferir en las actividades del poder judicial y proteger la impunidad de autores de un crimen de lesa humanidad.
Los argumentos que se han esgrimido para desvirtuar los Acuerdos están totalmente divorciados de los hechos históricos. La negación de la historia, y sobre todo de una página tan importante y dolorosa como la del conflicto armado, no puede conducir a nada positivo. Si no hacemos un esfuerzo por comprender hasta donde nos llevaron el autoritarismo, el mal manejo de la economía, el discurso polarizante, la radicalización y la ausencia de diálogo podemos retroceder de manera peligrosa.
¿Qué implicaciones puede tener para el país a largo plazo el despreciar el proceso de reforma de los acuerdos?
Por más de 150 años de vida independiente la clase política de El Salvador trató de manejar al país para su propio provecho, sin escuchar a las mayorías y reprimiendo a la oposición. El resultado fue un conflicto que dejó más de 75,000 muertos, enorme desigualdad, poco crecimiento económico y falta de oportunidades para las mayorías. No queremos regresar a esa situación. En el largo plazo, si consolidamos las instituciones democráticas y hacemos buen uso de ellas para buscar soluciones de consenso, tendremos mucho mejores posibilidades que si adoptamos un discurso polarizante, descalificamos a la oposición política sin escuchar sus preocupaciones y tiramos por la borda la idea del Estado de Derecho.
El presidente ha insistido en deslegitimar los acuerdos. ¿Preveían esa respuesta o esperaban una postura diferente?
Las reacciones que aparentemente vienen del gobierno a la carta de los académicos que denunciaba el discurso presidencial en El Mozote no hacen ningún esfuerzo por comentar el contenido de la carta o defender el discurso presidencial. En lugar de eso tratan de desviar la atención a temas que nada tienen que ver con la importancia de los Acuerdos de Paz. Si el gobierno actual tiene una visión alternativa y responsable para consolidar la democracia sería interesante conocer sus detalles para entrar a un debate nacional. Hasta el momento no he visto ningún documento ni escuchado ningún discurso que articule esa visión. “Branding” no es lo mismo que visión de estadista.
Por otra parte, en redes sociales se hizo viral la etiqueta #Prohibidoolvidarsv, donde las personas compartieron sus recuerdos de la guerra. ¿Cómo evalúa usted ese esfuerzo espontáneo de memoria?
No puedo menos que aplaudir la iniciativa. Como historiador, uno de los problemas que encuentro frecuentemente es la dificultad de rescatar esas voces olvidadas de personas que, aunque no estuvieran en posiciones de liderazgo, estaban haciendo historia y siendo testigos de ella. Los tuits de #Prohibidoolvidarsv enriquecen mi visión del pasado. Como ciudadano me conmueve escuchar tanta historia de sufrimiento y me invita a reflexionar sobre los pasos que debemos tomar para evitar el regreso a una sociedad sin democracia, polarizada, qué descalifica a las voces disidentes e impide el diálogo.