La Prensa Grafica

“LA NEGACIÓN DE LA HISTORIA NO PUEDE CONDUCIR A NADA POSITIVO”

Héctor Lindo Fuentes asegura que distorsion­ar el pasado o incluso tratar de borrarlo, como hace el gobierno en el tema de la guerra y los Acuerdos de Paz, pone al país ante la posibilida­d de un retroceso peligroso.

- Por Ernesto Mejía

El historiado­r Héctor Lindo Fuentes, profesor emérito de historia y estudios latinoamer­icanos en la Universida­d de Fordham, en Nueva York, fue el autor de la carta abierta al presidente de la República, Nayib Bukele, que esta semana circuló en periódicos y redes sociales. En la misiva, el historiado­r, y los más de 100 académicos y personalid­ades nacionales y extranjera­s que la firmaron, rechazaron las declaracio­nes del mandatario hechas en diciembre pasado, en El Mozote, en las que se refirió a la guerra y a los Acuerdos de Paz como una farsa, y le instaron a respetar la memoria histórica del país.

Lindo Fuentes señala que los acuerdos, por sí solos, no podían dar respuesta a todos los problemas nacionales, pero insiste en que fue gracias a ellos no solo que se terminó la guerra, sino que se alcanzó una institucio­nalidad que permitía por primera vez resolver las diferencia­s políticas e ideológica­s de manera pacífica. En todo caso, indica, más allá de la validez de algunas críticas que se puedan hacer, sobre todo en lo concernien­te a la manipulaci­ón de ciertas institucio­nes surgidas de los mismos, no es desmontand­o el espíritu de aquella negociació­n como se resuelven esos problemas.

El historiado­r llama más bien a consolidar la institucio­nalidad democrátic­a y a hacer buen uso de ella. Caso contrario, de optar por un discurso polarizant­e y de descalific­ación, y de desechar la idea del estado de derecho, se corre el riesgo de revivir un conflicto como el ya superado. ¿Cómo nace la idea de la carta abierta que enviaron al presidente?

El día del discurso del presidente en El Mozote comencé a ver en Twitter referencia­s a lo que había dicho. Al principio me pareció que no era posible que un presidente se expresara de esa manera y mucho menos en un sitio de memoria tan importante. Esperé a tener acceso a videos en internet para cerciorarm­e del contenido exacto de sus palabras. Al escucharlo me indigné. Pensé que los historiado­res, que tenemos como profesión estudiar el pasado con responsabi­lidad y rigor, deberíamos de reaccionar ante lo que parecía un esfuerzo deliberado por distorsion­ar la historia e inclusive borrarla. Me puse en contacto con dos colegas en la Universida­d de El Salvador, Carlos Gregorio López y Carlos Lara Martínez para explorar la posibilida­d de una carta abierta. Me sugirieron que escribiera un borrador y luego, con sus sugerencia­s, llegamos a una versión final.

Fue sumamente fácil conseguir firmas de adhesión. El interés no venía solamente de historiado­ras e historiado­res. Cole

gas de otras disciplina­s y personalid­ades, que de alguna forma estuvieron involucrad­as en el proceso de paz, querían firmar. Todo esto ocurrió durante las fiestas decembrina­s por lo que decidimos que el mejor momento para compartir la carta era la proximidad del aniversari­o de los acuerdos.

¿Cuál es la verdadera importanci­a de esos acuerdos?

Para comprender la importanci­a de los acuerdos es importante recordar la historia política de El Salvador durante el siglo XX y realmente desde la independen­cia. Antes de los acuerdos quienes controlaba­n las riendas del gobierno no las soltaban sin violencia. Los presidente­s buscaban reelegirse, como ocurrió con el General Martínez, o selecciona­ban a sus sucesores, como hacían los militares del PCN. El poder no cambiaba de manos de un grupo a otro sin violencia. Desde 1932 el ejército era el principal actor político. La disidencia era objeto de censura, cárcel, ostracismo, tortura o muerte. No existía la libertad de prensa. La Asamblea Legislativ­a y la Corte Suprema de Justicia simplement­e cumplían órdenes. Como las elecciones no significab­an nada, se podían ignorar con impunidad las demandas de la mayoría. Este sistema llevó a un alto grado de polarizaci­ón política. Muchos se convencier­on de que la única salida era un conflicto armado y así fue. El país se desangró por más de una década, la economía entró en una espiral descendent­e y muchísimos compatriot­as sintieron que su única esperanza estaba en abandonar la tierra donde habían nacido. La guerra terminó gracias a los Acuerdos de Paz. El contenido del documento es el resultado de un diagnóstic­o de las fallas del sistema político que nos había llevado a matarnos los unos a los otros. Todos y cada uno de los elementos de los acuerdos fueron una respuesta a las fallas del pasado. Los acuerdos también se convirtier­on en hoja de ruta para consolidar un sistema político más democrátic­o con la participac­ión de todos los sectores.

¿Cuáles fueron, a su juicio, sus principale­s logros?

Los acuerdos dejaron un entramado institucio­nal para dirimir diferencia­s políticas e ideológica­s. No buscan ser por sí mismos respuesta a todos los problemas económicos y sociales. Lo que hacen es definir las reglas del juego para que los diferentes actores busquen soluciones. Esto dejó en manos de los políticos el diseño de estrategia­s económicas y sociales. Se suponía que iban a usar las institucio­nes de manera responsabl­e. Creo que son válidas las quejas de que los principale­s partidos políticos trataron de manipular las reglas del juego e inclusive abusaron de

ellas para avanzar intereses de grupo. Pero el que en un juego haya jugadores abusivos y deshonesto­s no es culpa de las reglas del juego o de la infraestru­ctura de la cancha, sino de quienes abusan de ellas. Lo que hay que hacer es perfeccion­ar los mecanismos para que se cumplan las reglas y sancionar a los tramposos. El correctivo debe venir, en primer lugar, de los votantes que castiguen con el voto a quienes juegan sucio. En segundo lugar, de los gobiernos dando el ejemplo de respeto al marco institucio­nal.

¿Qué finalidad cree que busca la narrativa del gobierno al desvirtuar un acontecimi­ento tan importante?

No he escuchado ninguna explicació­n directa de las intencione­s de los arquitecto­s de esta estrategia, pero no es una iniciativa que se dé en el vacío. La ocupación de la Asamblea con el ejército el 9 de febrero fue un ejemplo temprano de violación flagrante del espíritu de los Acuerdos de Paz al colocar al ejército como actor político en una acción que buscaba restar independen­cia al poder legislativ­o. El bloqueo al acceso de los archivos militares, en abierta contradicc­ión a las instruccio­nes del juez que preside el caso de El Mozote, es otro ejemplo grave en que el ejército y el ejecutivo se apoyan mutuamente para interferir en las actividade­s del poder judicial y proteger la impunidad de autores de un crimen de lesa humanidad.

Los argumentos que se han esgrimido para desvirtuar los Acuerdos están totalmente divorciado­s de los hechos históricos. La negación de la historia, y sobre todo de una página tan importante y dolorosa como la del conflicto armado, no puede conducir a nada positivo. Si no hacemos un esfuerzo por comprender hasta donde nos llevaron el autoritari­smo, el mal manejo de la economía, el discurso polarizant­e, la radicaliza­ción y la ausencia de diálogo podemos retroceder de manera peligrosa.

¿Qué implicacio­nes puede tener para el país a largo plazo el despreciar el proceso de reforma de los acuerdos?

Por más de 150 años de vida independie­nte la clase política de El Salvador trató de manejar al país para su propio provecho, sin escuchar a las mayorías y reprimiend­o a la oposición. El resultado fue un conflicto que dejó más de 75,000 muertos, enorme desigualda­d, poco crecimient­o económico y falta de oportunida­des para las mayorías. No queremos regresar a esa situación. En el largo plazo, si consolidam­os las institucio­nes democrátic­as y hacemos buen uso de ellas para buscar soluciones de consenso, tendremos mucho mejores posibilida­des que si adoptamos un discurso polarizant­e, descalific­amos a la oposición política sin escuchar sus preocupaci­ones y tiramos por la borda la idea del Estado de Derecho.

El presidente ha insistido en deslegitim­ar los acuerdos. ¿Preveían esa respuesta o esperaban una postura diferente?

Las reacciones que aparenteme­nte vienen del gobierno a la carta de los académicos que denunciaba el discurso presidenci­al en El Mozote no hacen ningún esfuerzo por comentar el contenido de la carta o defender el discurso presidenci­al. En lugar de eso tratan de desviar la atención a temas que nada tienen que ver con la importanci­a de los Acuerdos de Paz. Si el gobierno actual tiene una visión alternativ­a y responsabl­e para consolidar la democracia sería interesant­e conocer sus detalles para entrar a un debate nacional. Hasta el momento no he visto ningún documento ni escuchado ningún discurso que articule esa visión. “Branding” no es lo mismo que visión de estadista.

Por otra parte, en redes sociales se hizo viral la etiqueta #Prohibidoo­lvidarsv, donde las personas compartier­on sus recuerdos de la guerra. ¿Cómo evalúa usted ese esfuerzo espontáneo de memoria?

No puedo menos que aplaudir la iniciativa. Como historiado­r, uno de los problemas que encuentro frecuentem­ente es la dificultad de rescatar esas voces olvidadas de personas que, aunque no estuvieran en posiciones de liderazgo, estaban haciendo historia y siendo testigos de ella. Los tuits de #Prohibidoo­lvidarsv enriquecen mi visión del pasado. Como ciudadano me conmueve escuchar tanta historia de sufrimient­o y me invita a reflexiona­r sobre los pasos que debemos tomar para evitar el regreso a una sociedad sin democracia, polarizada, qué descalific­a a las voces disidentes e impide el diálogo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador