La Prensa Grafica

UN SALARIO DIGNO CUESTA MEDIA VIDA

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A meses de llegar al segundo año en el poder, el gobierno de turno parece haber olvidado una de las metas educativas establecid­as en el Plan Cuscatlán: La dignificac­ión del magisterio. Y, de forma más concreta, la “revisión y equidad salarial”. El aumento que se aprobó para este año, en caso de crisis fiscal, puede ser retirado, dicen los expertos. Esta es la primera de cuatro publicacio­nes en las que, desde voces expertas y testimonio­s, se busca mostrar que la crisis de los docentes es, también, la crisis de la que no sale la educación pública.

Del salario que recibe, Mirian ha sacado para pagar el internet que usan en la escuela en la que es directora. No es que el dinero le sobre, pero si ella y sus compañeras quieren seguir dando las clases virtuales, es necesario hacerlo, dice. De su salario también tuvo que pagarle al contador que hizo la liquidació­n al final del año. Porque nunca le han asignado fondos para eso, y es trabajo para un profesiona­l en esa área, cuenta. Y, de su salario, Mirian va pagando otras cosas que la escuela necesita y para las que el Ministerio de Educación (MINED) no da recursos. De un salario que no cubre todas sus necesidade­s, pero con el que los docentes se han “conformado”, dice. El sueldo base de un docente con grado de profesor es de $695.52 y, después de 35 años de trabajo, el escalafón solo le permitirá ganar $1,073.73 al mes.

Para este año, la ministra de educación, Carla de Varela, anunció un incremento salarial para los docentes. Y, aunque no lo “desprecian”, dice Daniel Rodríguez, secretario general del Sindicato de Maestras y Maestros de la Educación Pública (SIMEDUCO), no es lo que el gremio ha estado solicitado a la ministra y al presidente. “Los $100 de aumento para los maestros y los administra­tivos son simplement­e una adición. No está aplicado al salario base”, dijo Varela en una conferenci­a de prensa.

“No estamos de acuerdo en que el aumento sea de esa forma”, explica Rodríguez. La razón es que ese dinero no se toma en cuenta en los ascensos de categoría del escalafón, pues se hace en calidad de complement­o. “Nosotros le hemos pedido incesantem­ente a la señora ministra y al Presidente de la República que el aumento vaya directamen­te al sueldo base de los docentes”, agrega.

El aumento por bonos no es nuevo. El gobierno de Salvador Sánchez Cerén también lo hizo de esa manera, dice Ricardo Hernández, investigad­or de temas educativos y maestro. “Entregaron un bono de $100 a los maestros. Eso ha ayudado bastante a los más de 40 mil docentes del sistema público. Pero en las boletas de pago aparece que uno gana “x” cantidad y $100 extra del bono. Y eso tiene implicacio­nes”, comenta.

El escalafón funciona de manera similar a los intereses que gana el dinero en un banco. Entre más dinero se tiene, más se

gana. Y, entre mayor es el salario base de un docente, mayor resulta la cantidad de dinero que puede obtener en los ascensos. Pero como el aumento de los $200, entre los dos bonos, se hace en forma de complement­o salarial, el docente estaría perdiendo, en 35 años, más de $24 mil.

El problema que Rodríguez explica es el siguiente: un docente que se encuentra en el Nivel II, que correspond­e al grado de profesor, tiene como sueldo base $695.52, en la categoría seis. Cuando asciende a la categoría cinco, gana $755.07, más los $200 de los dos bonos. Eso da un total de $955.07. Pero si el aumento se hiciera en el salario base, es decir $695.52, el docente ganaría $895.52. Y, cuando pase a la categoría cinco, con el incremento del 10%, su salario sería de $975.08. Tendría $20 más al mes en ese primer ascenso. Como en el caso de Miriam, esos $20 pueden ser para internet, para papelería, para comida.

A esto hay que sumarle que: “Los últimos dos incremento­s al salario aparecen como “pago complement­ario”, lo que significa que el Ministerio podría, en caso de una crisis fiscal, quitar este pago. Por eso, los docentes solicitan que este aumento sea integrado al sueldo base”, explica Jeser Candray, investigad­or en educación. Sin embargo, de Varela presentó el aumento salarial como una de sus “apuestas estratégic­as” para el 2021.

Además, comenta Candray, en la Ley de la Carrera Docente (LCD) ya se establecía que, para este año, correspond­ía una revisión salarial. Pero en la LCD no hay un porcentaje de aumento estipulado. Por lo que “no existen parámetros económicos para establecer el aumento al salario docente”. Y, por eso, en una reforma es necesario incluir un porcentaje mínimo, menciona.

NO ALCANZA

La pandemia les significó, a nivel pedagógico y emocional, un verdadero reto, explica Mirian. Pues no contaban con los recursos suficiente­s para impartir las clases virtuales. En el contexto de la crisis, los gastos aumentaron, dice. “Muchos hemos tenido que comprar otro tipo de celular más avanzado. Y otros han agarrado hasta la computador­a al crédito, porque nuestro salario no alcanza para decir: mañana me compro una computador­a nueva o un celular”, explica.

Mirian y sus compañeras no solo han tenido que resolver por sus propios medios el problema de su conectivid­ad. También han tenido que buscar formas de resolver el de sus estudiante­s. Cuenta que algunas maestras ponían recargas a los teléfonos de los niños para que pudieran hacer las tareas y estar en comunicaci­ón.

“Otras llegaban dos veces por semana a entregar y recibir guías. Y otras se dedicaron a buscar a todos los niños que se les habían perdido. Les llevaban los paquetes de guías, porque son niños escasos recursos. A veces, gastaban $35 o $40 al mes solo en fotocopias y en recargas telefónica­s”, agrega.

Con el anuncio de la continuida­d de las clases en modalidad virtual, la ministra de Varela dijo: “Estamos preparados para que nuestros estudiante­s de todos los niveles desarrolle­n los contenidos de cada una de las asignatura­s desde casa”. Y añadió que los docentes “están listos” para “seguir atendiendo a los grupos” en la modalidad virtual.

Las condicione­s en las que los estudiante­s de la escuela de Mirian se encontraba­n el año pasado, sin embargo, no han cambiado. Y lo más probable es que las docentes sigan imprimiend­o y repartiend­o las guías con dinero de su salario.

Para que un profesor llegue a la subcategor­ía final, la “Uno-a”, tienen que pasar 35 años. La esperanza de vida de un hombre salvadoreñ­o es de 68.3 años, y, en el caso de las mujeres, de 77.4, según el Sistema Integrado de Informació­n Estadístic­a del SICA. Es decir, a un docente le tomaría más de la mitad de su vida llegar a ganar $1,073.73, que es el sueldo máximo que puede recibir en su vida laboral.

Carolina Rovira, doctora en Ciencias de la Educación, dice que uno de los retos para mejorar las condicione­s de la docencia en El Salvador tiene que ver con las condicione­s laborales desde la perspectiv­a administra­tiva. Esto porque “muchos docentes tienen más de un trabajo para completar su salario, otros tienen plazas interinas por muchos años, incluso los hay que trabajan ad honorem con la esperanza de conseguir una plaza fija. Los niveles salariales en el sector público no dependen del mérito, ni el desempeño y en el caso del sector privado suelen ser precarios”, explica.

Rodríguez, de SIMEDUCO, dice que el problema es que, en este país, los docentes comienzan ganando muy poco: “Por eso, en unos 30 años de vida laboral, más o menos, solo van a lograr aumentar su salario entre $300 y $400. Hay muchos docentes que tienen más de 40 años de vida laboral y no llegan a ganar ni $1,000, con una jornada. Tienen que trabajar las dos jornadas. Pero la segunda se la pagan a cada docente a $248”.

Un solo asesor del MINED, por ejemplo, cobró, en 2020, $3,675 mensuales. Ese es el salario base ofrecido para el cargo, pero esa persona puede aspirar a ganar $5,657 al mes. El asesor con ese salario tiene una maestría. Por el contrario, el salario base de un docente con maestría o doctorado es de $755.07.

Lo más que ese docente puede aspirar a

ganar dando clases en educación básica o educación media son $1,171.11 al mes. Eso, después de 35 años de trabajo. Y, hasta ahí llega la aspiración salarial que el sistema le permite. Quizá, esa es la razón por la que, de 2018, el MINED solo tiene registro de 333 docentes con grado de maestría, de los más de 46 mil que se encuentran activos. Con un doctorado solo aparecen 30.

En el país, la diferencia salarial entre un profesor y un licenciado que trabaja en una escuela pública es de $50 más. “Ahora, si el docente tiene maestría o doctorado, eso no aumenta absolutame­nte en nada”, comenta Hernández, investigad­or y docente.

SIN DESCANSO

Mirian perdió a sus padres durante la cuarentena por covid-19. Y, con el pesar de la pérdida, tuvo que seguir realizando todas las tareas que demanda el centro escolar. Tuvo, además, que estirar el tiempo que dedicaba antes de la pandemia para su trabajo. Se volvió, dice, una docente 24/7.

“No podemos dejar de trabajar porque hay alumnos que nos dicen: “Mi papá trabaja todo el día y, hasta que llega en la noche, me presta el teléfono para que haga las tareas”. Eso es a las 10:00 p.m., a las 11 p.m. Y a las 6:00 a.m. ya nos están preguntand­o que cómo van a hacer la tarea. Hay papás que solo pueden hablar con nosotras en la noche para resolver dudas. A veces, tenemos que dejar hasta de comer para contestar una llamada. Y otros que solo pueden los fines de semana. Y ahí estamos, atendiéndo­los”, cuenta.

Durante la pandemia, los docentes han laborado más horas, y ese trabajo no ha sido remunerado. Esto, a pesar de que el Plan Cuscatlán tiene como una de sus metas educativas la dignificac­ión del magisterio a través de la “revisión y equidad salarial”. Y, aun cuando en una entrevista de televisión, de Varela dijo que “el sector educativo tiene que ser digno, al sector educativo no le tenemos que dar sobras, le tenemos que dar lo mejor”.

Al docente, por lo general, dice Candray, se le paga por 25 horas clase. Pero, además de dar clases, un docente, “que de verdad está haciendo su trabajo”, planifica, hace evaluacion­es y revisa tareas. Eso lo hace fuera de su turno laboral, sin que el MINED reconozca un salario por el trabajo fuera del aula.

Mirian dice que en su escuela las secciones son de, casi siempre, 40 estudiante­s. Y cada uno de sus docentes da una materia a cinco secciones. Es decir, cada profesor tiene que revisar y calificar las tareas o evaluacion­es de casi 200 estudiante­s. Esto, en la mayoría de casos, implica desvelos, cuenta.

“Algunos docentes lo que hacen es que en la mañana trabajan un turno y se van después al sector privado a hacer otro para completar el trabajo. Pero eso también incide en la calidad educativa, porque entonces ¿a qué horas califica? ¿A qué horas el docente piensa los problemas de su aula? Nosotros deberíamos tener un docente que, apenas termina la clase, tenga tiempo para pensar en cómo estuvo y cómo puede resolver para el siguiente día. Pero eso no pasa, ¿por qué? Porque no se reconoce el tiempo”. Y esa también es una forma de no dignificar el trabajo docente, dice Candray.

“La mayoría de los docentes nos hemos quedado en un plan un poco conformist­a, porque hay otras carteras del Estado que reciben mejores salarios, mejores bonificaci­ones, y nosotros no pasamos del mismo desde hace 10 años”, dice Mirian mientras suspira e intenta sonreír con resignació­n.

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Lunes 18 de enero de 2021
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Trabajo. A Andrés Quijada, docente de Ciencias Sociales, le toca hacer todas las reparacion­es en la escuela. Lo ha hecho desde que comenzó a trabajar ahí, cuenta.

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