DE LA PRESIDENCIA NEFASTA Y FALLIDA DE TRUMP, AL CAMBIO CON BIDEN EN ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO
Con la “cola entre las patas” salió Trump ayer de la presidencia de Estados Unidos, después de haber incitado la toma violenta del Capitolio por turbas manipuladas en la mentira sobre un supuesto fraude electoral que nunca existió y nunca demostró. El cambio de Trump a Biden no es un cambio más en la presidencia de Estados Unidos. Se trata del cambio más profundo de la historia moderna con enormes consecuencias para Estados Unidos y el mundo.
El legado de Trump es nefasto con más de 400 mil muertos por covid después de haber ignorado las recomendaciones de los expertos y no haber impulsado una estrategia integral para contener la pandemia. Las consecuencias económicas y fiscales han sido desastrosas con una caída del PIB del 4.7 % en 2020, una tasa de desempleo que casi se dobló, del 3.5 al 6.7 % de la población económicamente activa, un déficit fiscal que aumentó 60 % y una deuda pública que creció 18.6 % pasando de 108.7 al 131 % del PIB con tendencia insostenible.
El legado de Trump en democracia y derechos humanos es terrible, comenzando en su propio país donde lideró la mentira generalizada, cuestionó sin pruebas el triunfo electoral de Biden, intentó cambiar los resultados presionando a las autoridades responsables, no reconoció los resultados de las autoridades electorales, y promovió el desenlace resultante con la toma violenta del Capitolio por turbas enloquecidas que amenazaron la vida de congresistas y senadores de ambos partidos, y de su propio vicepresidente. Siendo, además, cómplice de las iniciativas rusas de espionaje electrónico en las elecciones en el mismo Estados Unidos.
Internacionalmente lideró y fortaleció el populismo envalentonando a dictadores, se lavó las manos con el descuartizamiento del periodista saudita del Washington Post en el consulado de su país en Turquía por órdenes del mismo monarca, según la CIA, se retiró de los Acuerdos de París para detener y revertir el cambio climático que amenaza la existencia misma de los seres humanos, se retiró de los acuerdos internacionales con Irán para impedir la generación de energía nuclear para fines bélicos, y debilitó la relación de Estados Unidos con sus aliados en Europa, Asia y América Latina donde no logró incidir un ápice en las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Enjuiciado dos veces por el Congreso de su país, por las faltas más graves en la historia de los “empeachments”, el comportamiento delincuencial de Trump no tiene paralelo en las democracias occidentales. Su legado es nefasto, su presidencia fallida, y en adelante -fuera del poder y de la inmunidad- bien podría terminar condenado por juicios diversos, y en la cárcel en los próximos años.
Trump se apartó tanto de las tradiciones y políticas demócratas y republicanas, dejando tan emproblemado a Estados Unidos interna e internacionalmente, que el regreso a la “normalidad” con Biden constituye un viraje de grandes proporciones, que sumado a los problemas históricos acumulados de las últimas tres décadas, requieren de muchos cambios para el nuevo liderazgo de la Casa Blanca y del Congreso. Internamente se trata de la refundación democrático-institucional de Estados Unidos, pero también en equidad e inclusión social, y en fortalecimiento de su innovación tecnológica y de su competitividad internacional. Internacionalmente, se trata de un nuevo impulso internacional democratizador, de respeto a los derechos humanos y a la restauración del medio ambiente, que conlleva cambios tan importantes en su política exterior de las dimensiones provocadas por el derrumbe del socialismo real, impulsando una reingeniería estratégica de la política exterior de Estados Unidos en el mundo.
Con la guerra fría y la doctrina de seguridad nacional, gobiernos demócratas y republicanos fueron aliados de dictadores y violadores de derechos humanos en Latinoamérica. Eso cambió hace tres décadas con la excepción del paréntesis nefasto de Trump que ignoró la región, incluida Centroamérica donde usó la migración para fines político-electorales internos. Ahora se trata de regresar al consenso bipartisano post guerra fría en la política internacional, particularmente hacia Centroamérica, con un Ejecutivo y una casa de representantes liderados por demócratas, y un Senado de una precaria mayoría demócrata donde los republicanos moderados tendrán un peso decisivo.
La fortaleza y credibilidad de las grandes democracias occidentales proviene de la promoción y respeto irrestricto de la libertad y de los derechos humanos universales, lo que solo es posible en democracia, liderándola, promoviéndola y predicando con el ejemplo. Trump representa la negación absoluta de los valores y prácticas más importantes que sostienen a dichas democracias, convirtiéndose en aliado de los matones, los déspotas y los corruptos del mundo en pleno siglo XXI. Una pesadilla ha llegado a su fin. Una esperanza de cambio para Estados Unidos y el mundo ha comenzado.