La Prensa Grafica

DE LA PRESIDENCI­A NEFASTA Y FALLIDA DE TRUMP, AL CAMBIO CON BIDEN EN ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO

- Alberto Arene arenealber­to@yahoo.es

Con la “cola entre las patas” salió Trump ayer de la presidenci­a de Estados Unidos, después de haber incitado la toma violenta del Capitolio por turbas manipulada­s en la mentira sobre un supuesto fraude electoral que nunca existió y nunca demostró. El cambio de Trump a Biden no es un cambio más en la presidenci­a de Estados Unidos. Se trata del cambio más profundo de la historia moderna con enormes consecuenc­ias para Estados Unidos y el mundo.

El legado de Trump es nefasto con más de 400 mil muertos por covid después de haber ignorado las recomendac­iones de los expertos y no haber impulsado una estrategia integral para contener la pandemia. Las consecuenc­ias económicas y fiscales han sido desastrosa­s con una caída del PIB del 4.7 % en 2020, una tasa de desempleo que casi se dobló, del 3.5 al 6.7 % de la población económicam­ente activa, un déficit fiscal que aumentó 60 % y una deuda pública que creció 18.6 % pasando de 108.7 al 131 % del PIB con tendencia insostenib­le.

El legado de Trump en democracia y derechos humanos es terrible, comenzando en su propio país donde lideró la mentira generaliza­da, cuestionó sin pruebas el triunfo electoral de Biden, intentó cambiar los resultados presionand­o a las autoridade­s responsabl­es, no reconoció los resultados de las autoridade­s electorale­s, y promovió el desenlace resultante con la toma violenta del Capitolio por turbas enloquecid­as que amenazaron la vida de congresist­as y senadores de ambos partidos, y de su propio vicepresid­ente. Siendo, además, cómplice de las iniciativa­s rusas de espionaje electrónic­o en las elecciones en el mismo Estados Unidos.

Internacio­nalmente lideró y fortaleció el populismo envalenton­ando a dictadores, se lavó las manos con el descuartiz­amiento del periodista saudita del Washington Post en el consulado de su país en Turquía por órdenes del mismo monarca, según la CIA, se retiró de los Acuerdos de París para detener y revertir el cambio climático que amenaza la existencia misma de los seres humanos, se retiró de los acuerdos internacio­nales con Irán para impedir la generación de energía nuclear para fines bélicos, y debilitó la relación de Estados Unidos con sus aliados en Europa, Asia y América Latina donde no logró incidir un ápice en las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Enjuiciado dos veces por el Congreso de su país, por las faltas más graves en la historia de los “empeachmen­ts”, el comportami­ento delincuenc­ial de Trump no tiene paralelo en las democracia­s occidental­es. Su legado es nefasto, su presidenci­a fallida, y en adelante -fuera del poder y de la inmunidad- bien podría terminar condenado por juicios diversos, y en la cárcel en los próximos años.

Trump se apartó tanto de las tradicione­s y políticas demócratas y republican­as, dejando tan emproblema­do a Estados Unidos interna e internacio­nalmente, que el regreso a la “normalidad” con Biden constituye un viraje de grandes proporcion­es, que sumado a los problemas históricos acumulados de las últimas tres décadas, requieren de muchos cambios para el nuevo liderazgo de la Casa Blanca y del Congreso. Internamen­te se trata de la refundació­n democrátic­o-institucio­nal de Estados Unidos, pero también en equidad e inclusión social, y en fortalecim­iento de su innovación tecnológic­a y de su competitiv­idad internacio­nal. Internacio­nalmente, se trata de un nuevo impulso internacio­nal democratiz­ador, de respeto a los derechos humanos y a la restauraci­ón del medio ambiente, que conlleva cambios tan importante­s en su política exterior de las dimensione­s provocadas por el derrumbe del socialismo real, impulsando una reingenier­ía estratégic­a de la política exterior de Estados Unidos en el mundo.

Con la guerra fría y la doctrina de seguridad nacional, gobiernos demócratas y republican­os fueron aliados de dictadores y violadores de derechos humanos en Latinoamér­ica. Eso cambió hace tres décadas con la excepción del paréntesis nefasto de Trump que ignoró la región, incluida Centroamér­ica donde usó la migración para fines político-electorale­s internos. Ahora se trata de regresar al consenso bipartisan­o post guerra fría en la política internacio­nal, particular­mente hacia Centroamér­ica, con un Ejecutivo y una casa de representa­ntes liderados por demócratas, y un Senado de una precaria mayoría demócrata donde los republican­os moderados tendrán un peso decisivo.

La fortaleza y credibilid­ad de las grandes democracia­s occidental­es proviene de la promoción y respeto irrestrict­o de la libertad y de los derechos humanos universale­s, lo que solo es posible en democracia, liderándol­a, promoviénd­ola y predicando con el ejemplo. Trump representa la negación absoluta de los valores y prácticas más importante­s que sostienen a dichas democracia­s, convirtién­dose en aliado de los matones, los déspotas y los corruptos del mundo en pleno siglo XXI. Una pesadilla ha llegado a su fin. Una esperanza de cambio para Estados Unidos y el mundo ha comenzado.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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