La Prensa Grafica

HAY QUE CONOCER LA HISTORIA

- Sandra de Barraza

Las declaracio­nes del presidente elegido libre, democrátic­a y transparen­temente el 3 de febrero de 2019 denigran la historia de nuestro país. Parece que él y su equipo cercano no saben de dónde venimos y hacen evidente las grandes deficienci­as que tiene nuestro sistema educativo para asumir la responsabi­lidad de contribuir a la construcci­ón de una sociedad democrátic­a, de inculcar el respeto a los derechos humanos, de inculcar la observanci­a de los correspond­ientes deberes y la de combatir la intoleranc­ia y el odio, tal como lo establece la Constituci­ón de la República.

Los Acuerdos de Paz tienen historia y como dije en la columna anterior, tienen justificac­ión social, política y económica. La paz en El Salvador ha sido un proceso que tiene acuerdos sucesivos. Iniciaron en 1987 con la firma del Acuerdo de Esquipulas II. En abril de 1990 se da el Acuerdo de Ginebra. El entonces secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar (+), en la función que le asignó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la Resolución 637 del 27 de julio de 1989, reconoció la seriedad de propósito y la buena fe de las partes. Y ambos, Gobierno de El Salvador y el entonces grupo armado FMLN, se comprometi­eron a no abandonar el proceso de negociació­n.

Acordaron un proceso bajo los auspicios del secretario general, de manera continua e ininterrum­pida; dos tipos de actividade­s complement­arias (diálogo directo e intermedia­ción del secretario general entre las partes); estricta reserva en todo lo discutido y negociado y mecanismos adecuados y permanente­s de informació­n y consulta con partidos políticos y organizaci­ones sociales. El secretario general asumió la responsabi­lidad del éxito del proceso.

El Acuerdo de Ginebra suscrito el 4 de abril de 1990 planteó el propósito del proceso: “terminar el conflicto armado por la vía política al más corto plazo posible, impulsar la democratiz­ación del país, garantizar el irrestrict­o respeto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreñ­a”.

Como objetivo inicial acordaron “lograr acuerdos políticos para la concertaci­ón de un cese del enfrentami­ento armado y de todo acto que irrespete los derechos de la población civil” con verificaci­ón de las Naciones Unidas y aprobación del Consejo de Seguridad. Esto no es un tuit. El acuerdo tiene 7 puntos suscritos por el entonces ministro de Justicia y tres embajadore­s de parte del Gobierno, cuatro representa­ntes del FMLN y el secretario general de las Naciones Unidas.

El proceso está registrado en los acuerdos de Ginebra, Caracas, San José, México, Nueva York y las Actas

I y II de Nueva York. Este fue el camino, hay constancia de lo acordado con mediación de la ONU, hasta llegar al acuerdo de Chapultepe­c de enero de 1992. Los firmantes cumplieron con la reserva de informació­n.

A estas alturas, todo este material debe ser de obligatori­a lectura de los dirigentes de todos los órganos del Estado y de amplia difusión en el sistema educativo para que seamos capaces de valorar que la tarea es del Estado y de la sociedad en su conjunto.

Fue el presidente Napoleón Duarte quien hizo la convocator­ia desde el pódium de las Naciones Unidas. Fue la presidenci­a de Alfredo Cristiani la que logró concretar la finalizaci­ón del conflicto armado. Y fue la presidenci­a de Armando Calderón Sol la que asumió el cumplimien­to de los acuerdos suscritos con la supervisió­n de las Naciones Unidas. ¿Cuál será el legado del actual presidente? Ojalá que la historia no lo descalifiq­ue.

¿Cuál será el legado del actual presidente? Ojalá que la historia no lo descalifiq­ue.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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