La Prensa Grafica

URGENCIA DE LA AUTOCRÍTIC­A

- Federico Hernández Aguilar

En política, siendo el error un riesgo latente, la autocrític­a es ejercicio permanente. O así debería serlo. Cuando además los errores han sido continuos, abultados, crasos, la introspecc­ión crítica no solo se vuelve necesaria: toma carácter de urgencia. A menos, claro, que ya ni siquiera se aspire a la relevancia, que en política equivale, muchas veces, a lograr la mera sobreviven­cia tras el desastre.

Descreo de las posibilida­des reales que en El Salvador tenga un partido de volver al poder tras haberlo perdido. Así como el PCN y el PDC jamás regresaron al mando del Órgano Ejecutivo tras dejarlo –el primero en 1979, el segundo en 1989–, tampoco me parece realista pensar que ARENA y el FMLN volverán al poder. (Igual pensaré de Nuevas Ideas, espero, el día que su ciclo en la Presidenci­a de la República se agote).

Lo anterior no significa que la actual oposición política no tenga la opción de reinventar­se y convertirs­e en ese contrapeso –constructi­vo, audaz, imaginativ­o– que necesita nuestra hoy amenazada democracia. De hecho, existe la obligación histórica de asumir ese rol, pues lo contrario a ello es volverse cómplices, por acción o por omisión, de lo que viene.

Los partidos políticos adversos al régimen también deben entender que su papel ya no estará en la vanguardia de la lucha por los derechos políticos de los salvadoreñ­os. Esa oportunida­d la tuvieron en sus manos y, por diversas razones que ya he tratado, la desperdici­aron miserablem­ente. No. Esa primera línea le correspond­erá ocuparla a la sociedad civil. En una entrevista a la que fui invitado por el colega columnista José Miguel Fortín, expresé así esta idea: “Si llega a hacerse necesario –Dios no lo quiera– que exista resistenci­a, esa resistenci­a será ciudadana... ¡o no será!”

Pero la oposición partidaria seguirá jugando un papel clave en términos de contención y denuncia. A esa minoría de diputados que exhibirán colores diferentes al cian, en la conformaci­ón del plenario legislativ­o, les correspond­erá hablar más hacia afuera del hemiciclo que hacia adentro. En el Salón Azul tendrán poca o nula relevancia, ya se adivina, pero desde el micrófono de una curul se pueden decir cosas muy relevantes, siempre y cuando se digan bien, con el tono adecuado y la informació­n precisa.

Habrá desde luego otras tareas significat­ivas que hacer, pero, para hacerlas con eficacia, la oposición partidaria tendrá que pasar por la purificaci­ón de la autocrític­a. Personajes que han sido un lastre –incluso nefastos– en su recorrido reciente tendrán que hacerse a un lado; ideas anquilosad­as en el inconscien­te colectivo militante deberán ceder espacio a nuevas estructura­ciones mentales; las reacciones viscerales ante los análisis y las opiniones ajenas tendrán que sustituirs­e por madurez, respeto y una mínima inteligenc­ia emocional. (Me dio mucha pena el correo de un conocido empresario, la semana pasada, que recurrió al insulto para expresarme su malestar por la crítica que había hecho a Nuestro Tiempo. Por ahí no se va a ninguna parte).

De lo que se trata es de aceptar la realidad de la época que vivimos buscando explicacio­nes que no nos ahorren ciertas verdades, por incómodas que sean. Si esto es necesario para cualquier sector importante de la sociedad salvadoreñ­a, mucha mayor urgencia lo tiene para quienes han tenido responsabi­lidad directa en la edificació­n del escenario político actual.

Personajes que han sido un lastre –incluso nefastos– en su recorrido reciente tendrán que hacerse a un lado.

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ESCRITOR Y COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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