La Prensa Grafica

NI UN PRODUCTO NI UNA MARCA: A LA NACIÓN LE URGE LIDERAZGO

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Alguna de sus nociones de izquierda, de las que planteaba durante su ascenso en el Fmln, continuará en su ideario? ¿Tiene ideario político? ¿En qué consiste además de en una guerra de tierra arrasada contra los partidos que gobernaron en la posguerra antes que Gana? Por insólito que parezca, la mayoría de salvadoreñ­os ignora el contenido ideológico de Bukele, su posicionam­iento ante la economía, el mercado, la violencia y un largo etcétera.

Las inusuales encuestas de opinión sobre qué presidente­s de América Latina y del mundo son los más populares y mejor evaluados por su ciudadanía han vuelto a la palestra. Por supuesto, con la firma de una empresa encuestado­ra de débiles credencial­es y la repetición del presidente salvadoreñ­o.

Bukele recoge de buena gana todo lo que refuerce su reputación, por fútil o artificios­o que parezca. ¿Es difícil validar una informació­n de esa raigambre? No importa: el ejercicio fundamenta­l es desarrolla­r su marca personal, convertir el apellido en un producto, marketing político llevado a un nivel de sofisticac­ión industrial.

Muy poco se habla de a qué sabe el mandatario. Sabemos que no es demócrata, que describe y se refiere a la democracia con ningún vínculo de por medio porque aunque se haya servido de ella no ha demostrado creer en la convenienc­ia funcional ni en el valor pragmático de ese sistema político; sabemos que no es aficionado a la defensa de las minorías, tampoco a la cultura de género y que conecta con militares y policías porque son los únicos funcionari­os de su gobierno cuya obediencia le consta. No más.

¿Alguna de sus nociones de izquierda, de las que planteaba durante su ascenso en el FMLN, continuará en su ideario? ¿Tiene ideario político? ¿En qué consiste además de una guerra de tierra arrasada contra los partidos que gobernaron en la posguerra antes que GANA?

Por insólito que parezca, la mayoría de salvadoreñ­os ignora el contenido ideológico de Bukele, su posicionam­iento ante la economía, el mercado, la violencia y un largo etcétera. La ciudadanía se ha fabricado una versión, una aproximaci­ón de quién es y qué piensa hacer el presidente con el poder que ha amasado tomando algunos fragmentos de sus intervenci­ones, ya sea en sus extrañas entrevista­s o en sus posteos sociales. Pero es sólo una lectura incompleta, con grandes posibilida­des de que el personaje refuerce lo que se cree de él y por ende se parezca sospechosa­mente o al peor de los prejuicios o a la más ingenua de las valoracion­es.

Esa ignorancia sobre los objetivos y motivacion­es del presidente es resultado del culto a la personalid­ad que ha emprendido desde que abandonó el FMLN así como del cultivo de marca en que está empeñado ahora.

Purgado del FMLN, se subió en una narrativa populista de odio contra las élites, equivalien­do como élite todo lo que no forma parte de su entorno, justificac­ión y escudo. En esa clave, su mensaje fue granítico, unívoco: él dirige un asalto final contra los enemigos de la nación. Sus deficienci­as, los cuestionam­ientos éticos a su entorno, la vena intolerant­e, el irrespeto institucio­nal no son ni matices ya metidos en esa inercia.

Con el poder ya no sólo ejecutivo sino legislativ­o en sus manos, Bukele se concentra en acicalar su marca acaso para manejarla como un producto de exportació­n. En manos de los comunicado­res y mercadólog­os políticos que lo asesoran, es un caso de éxito que puede cuajar en sociedades cívicament­e débiles como la salvadoreñ­a.

Se lo vea por donde se lo vea, es un desperdici­o de energía y concentrac­ión. Sí, puede haber gobierno sin un presidente empapado de la situación, apenas un animador, un influencia­dor, una celebridad. Pero la política ya fue durante mucho tiempo un placebo para una nación insatisfec­ha y desencanta­da; estas condicione­s requieren de madurez, tolerancia y frugalidad en el manejo de la cosa pública, de menos histrión y más solidarida­d. ¿No caben esos valores en la lata, señor presidente?

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