La Prensa Grafica

EL HIJO DE LA “CHUSITA”

- Julio Rodríguez

“Ella fue asesinada la noche del domingo 7 de julio de 1974 frente a la Iglesia El Calvario. Voy a contar lo que sé, trataré de unir piezas que me permitan construir un retrato de una mujer que he amado toda la vida sin haberle conocido completame­nte y de quien busco pistas 47 años después, para saber si de verdad existió”, dijo el hombre de un poco más de 50 años, deseoso de construir su historia personal, al funcionari­o de un tribunal judicial.

“Era conocida como ‘Chus la miona’ por su descaro para orinarse donde quiera cuando andaba ‘con sus tragos’, obviando ese impúdico acto, era una mujer joven, trabajador­a, valiente y muy decidida a la hora de enfrentars­e a quién le ofendía, le faltaba el respeto a su madre u obraba injustamen­te contra alguien a quien apreciaba, comúnmente personas humildes”, detalló el hombre y recalcó: “Eso me han dicho algunas de sus amigas de jerga y época”. Ahora muchas de ellas convertida­s en cristianas alejadas de los vicios, aclaró.

“Fue asentada como salvadoreñ­a nacida en la ciudad de Santa Ana, en julio de 1951, con el nombre de Jesús Pineda. Sus padres Arnulfo Pineda y Domitila Nicia, albañil y comerciant­e respectiva­mente, eso lo he averiguado por mi cuenta yendo a la alcaldía de aquella ciudad que tiene el mote de heroica”, dijo como restando importanci­a al dato histórico, dada su desesperac­ión por saber más de la mujer que, según dicen, recibió 3 mortales puñaladas en su cuerpo.

“La noche de la tragedia, aseguran testigos oculares. que ella andaba tomada, cuando repente un joven de nombre Rolando, conocido como ‘el Puma’, sin mediar palabra se le acercó y atacó a ‘la Chus’ que, a pesar de su estado de embriaguez, opuso resistenci­a, pero con mucha desventaja que, si hubiera estado buena, quizá el muerto hubiera sido otro dicen quienes conocían sus habilidade­s para pelear”, relató el hombre explicando al mismo tiempo: “El asesino acusaba a la ‘Chusita’ (como le decían de cariño) de haberle botado la venta a su mamá, aunque algunas amigas declararon que no había sido ella”.

El asesino fue capturado, procesado judicialme­nte, encontrado culpable y condenado a prisión a la edad de un poco más de 20 años.

Con el tiempo se convirtió en un, tristement­e, connotado delincuent­e de altos calibres.

“He crecido como un hombre de bien, aunque como todos con mis errores y pecados. No soy perfecto. Pero a veces me asalta el pensamient­o de la ‘Chusita’, a la que recuerdo cargando sus guineos para la venta y yo tomado de su delantal”, le dijo al funcionari­o que se sintió asombrado cuando este le resaltó: “Ese es el único recuerdo que tengo de mi madre que solo tenía 23 años cuando le quitaron la vida y yo un niño de 6 años, el que había parido a sus 17 años”.

“Mis abuelos, el albañil y la comerciant­e del mercado, me criaron bien, aunque con muchas carencias, pero he salido adelante. He sido un hombre que ha pasado por tormentas, huracanes y temporales, pero he sabido sortear toda clase de problemas y ¿sabe qué? Todo de la mano del Señor, no tengo rencor, pero quiero construir la historia. ¿Cómo hago para obtener el expediente del proceso?”, concluyó su casi monólogo frente al funcionari­o judicial.

La vida puede ser dura con algunas personas. Imaginemos a cientos de niños y niñas que crecerán sin un papá o mamá producto de la violencia que ha puesto de rodillas al país. ¿Qué hacer para que la memoria personal y colectiva no se pierda? Y, a pesar de ser un pueblo que olvida rápido, la familia y, en particular, la gente no lo haga.

Si no aprendemos del pasado, las bendicione­s de Dios seguirán yéndose por la cañería de la desidia y del olvido. Dios reconstruy­e nuestras vidas y las de aquellas personas que ahora intentamos amar. Nos da nuevas oportunida­des para seguir adelante, cualesquie­ra que sean circunstan­cia que cambian repentinam­ente nuestras vidas. Como las que cambiaron el destino del hijo de la ‘Chusita’ que, gracias a Dios, a una vendedora del mercado y a un albañil, estudió para ser periodista y escribir orgullosam­ente estas líneas sobre su amada “Mamá Chus”.

Si no aprendemos del pasado, las bendicione­s de Dios seguirán yéndose por la cañería de la desidia y del olvido.

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