La Prensa Grafica

HIJA DE MIGRANTE ASESINADA TEME A LOS POLICÍAS

Rosibel Arriaza cuenta cómo era su hija, Victoria, y por qué ella tuvo que huir de El Salvador para darle un mejor futuro a sus hijas, quienes ahora están solas en México. Una de ellas tiene miedo.

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“Tenían que haber protegido la vida

de mi hija. Yo necesito todo el peso de las leyes mexicanas sobre los culpables”.

Rosibel Arriaza,

MADRE DE VICTORIA SALAZAR.

Entre lágrimas, la madre de Victoria Esperanza Salazar Arriaza pidió justicia ante los medios por la brutalidad con la cual fue asesinada su hija el pasado sábado a manos de policías mexicanos.

“Siento indignació­n, me siento impotente, me siento frustrada. Hubiera querido estar allí como madre, pero uno no puede estar en todo los lugares. Ella se fue para allá pero no merecía esa muerte. Se supone que las autoridade­s están para proteger con todas sus técnicas para tratar de someter a alguien, pero eso fue un abuso de autoridad”, denunció ayer.

Según declaracio­nes de Rosibel Arriaza, madre de Victoria, la salvadoreñ­a estaba planeando comprar un lote en Tulum donde residía y quería hacer una casa para vivir con sus dos hijas, que tienen 15 y 16 años. Rosibel quería ayudar a su hija con ese sueño. “Ella no pensaba en regresarse. Me dijo ‘mamá cuando usted ya venga yo voy a tener mi casita’. Pero ya no se cumplieron los sueños de mi hija porque esa gente se los truncó”, expresó.

Rosibel afirmó que tenía cinco años de no ver a su hija y cerca de dos años y medio de no ver a sus nietas. Nunca pudo ir a visitarlas por problemas económicos, pero estaban planeando un reencuentr­o, uno que se dará solo con sus nietas.

El último día que se comunicó con su hija fue el sábado en horas de la mañana. Le dijo que estaba bien. Ayer habló con una de sus nietas. Ambas comunicaci­ones las hizo por “messenger”.

Cuando Victoria se fue como inmigrante para México había dejado a las dos niñas a cargo de su madre; dos años y medio después las mandó a traer. “Ella me contaba que estaba bien, que trabajaba en un hotel haciendo limpieza, así como le toca a todo inmigrante. Luego después se llevó a las niñas, así de mojadas”, relata la abuela de las niñas.

Durante la niñez y adolescenc­ia de Victoria, Rosibel contó que veía a su hija como una niña normal con sus juegos, sus travesuras y en la adolescenc­ia con sus rebeldías, pero que no iba más allá. Dice que su hija no terminó de estudiar el primer año de bachillera­to y que por eso no podía conseguir un buen trabajo. Cuando trabajó acá en El Salvador lo hizo como vendedora. “Ella acá vendía cosas, no era preparada, era comerciant­e, se rebuscaba como todo buen salvadoreñ­o”, asegura Rosibel.

Como Victoria era madre soltera y no tenía más familiares en México, las niñas han quedado sin ningún apoyo cerca. Por el momento, una de las niñas se la llevó una institució­n estatal mexicana y la otra no se quiso ir por miedo a la policía. Su abuela denunció que su nieta tiene miedo de las autoridade­s mexicanas: “dice la niña que siente temor por la policía, ella piensa que la policía le puede hacer algo”. Por ello es que está haciendo todo lo posible por viajar lo más pronto a México y poder reunirse con ellas y traerlas de nuevo a El Salvador.

Rosibel está indignada por el maltrato que Victoria recibió y solo pide justicia: “Necesito justicia. Ellos tenían que haber protegido la vida de mi hija. Yo necesito todo el peso de las leyes mexicanas sobre los culpables y también un resarcimie­nto del Estado de México porque quedan dos niñas en la orfandad”.

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Culpables. Según el informe forense, los policías acusados de asesinar a Victoria le rompieron dos vértebras,

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