EL ARTE DE ESCUCHARSE SÓLO A SÍ MISMO
Si el proyecto de entrega masiva de computadoras hubiese sido efectivo y no sólo otra cortina propagandística, el fracaso de la campaña de semipresencialidad no sería tan insidioso. Pero lo es, por más posteos en redes sociales, fotos y vídeos que Bukele le inyecte a su comunicación.le conviene hablar de la limpieza de las playas más que de política medioambiental, le conviene hablar de un día sin homicidios más que de las desapariciones y de lo que significan, y le conviene hablar de los paquetes alimenticios más que de los cuestionamientos cada vez más fuertes a la transparencia de los ministros involucrados en ese proyecto.
El aparato de comunicaciones de Nayib Bukele goza de su mejor momento: sólo ayer, la narrativa impulsada por el presidente de la República abordó el masivo regreso a clases, el trabajo del Cuerpo de Bomberos, el triunfo sobre los homicidas, la limpieza de las playas, la prometedora relación con China, la profusión de paquetes alimenticios y los avances en Surf City.
Un día antes de que el enviado especial de Estados Unidos para el Triángulo Norte venga al país tras entrevistarse con el mandatario guatemalteco, Alejandro Giammattei, y el mismo día en que desde la sociedad civil se levantan críticas contra la futilidad de la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador, que habría nacido sin dientes y aparentemente morirá por conflictos de interés, Bukele continuó hablando sólo de aquello que le interesa y del modo que le conviene.
Le conviene hablar del regreso a clases -y en esa clave primaria que se cultiva desde la Secretaría de Comunicacionesporque es más fácil describir un triunfo ilusorio que reconocer que muchos padres de familia dudaron que el entorno escolar ya sea seguro para la salud de sus hijos, y en otros el mismo centro educativo no pudo sacar adelante la tarea.
Si el proyecto de entrega masiva de computadoras hubiese sido efectivo y no sólo otra cortina propagandística, el fracaso de la campaña de semipresencialidad no sería tan insidioso. Pero lo es, por más posteos en redes sociales, fotos y videos que Bukele le inyecte a su comunicación.
Le conviene hablar de la limpieza de las playas más que de política medioambiental, le conviene hablar de un día sin homicidios más que de las desapariciones y de lo que significan, y le conviene hablar de los paquetes alimenticios más que de los cuestionamientos cada vez más fuertes a la transparencia de los ministros involucrados en ese proyecto.
Siendo justos, no es el primer presidente que pretende desviar la conversación de los temas que más daño le hacen, incluso inventándose enemigos o acusando a sus opositores de delitos que no cometieron, pero es el primero en querer dictar la agenda nacional, monopolizar las temáticas por disímiles que sean y en pretender conocer de todos ellos.
Esa obsesión de Bukele por controlar el discurso gubernamental no sólo afecta a los diputados y alcaldes que tendrán que renunciar a tener su propia voz durante los próximos tres años, o a los ministros que ya entendieron que sin reverencia no se cobra, sino al país.
La pulsión por dominar la narrativa ya lo puso contra las cuerdas, en un lamentable cruce contra una congresista estadounidense cuyas repercusiones no se acabarán apretando el botón de apagado, como está acostumbrado a que pase en el plano doméstico. Y esta semana, ante la visita de un importante funcionario estadounidense, no hay razones para creer que Bukele no volverá a ruborizar a todos los salvadoreños con otro exabrupto.
Es que aunque un importante porcentaje de la población no votó por él y aunque otro porcentaje mayor no participó en el evento electoral, Bukele representa a una nación que ha demostrado ser más sensible, respetuosa del Estado de derecho y consciente de la fragilidad de sus expectativas que el presidente de turno.