UNIVERSALIDAD DE LA PROPIEDAD Y FORTALECIMIENTO DE NUESTRA DEMOCRACIA
Muchos etnólogos y biólogos coinciden en que el ser humano tiene un instinto territorial natural, es decir, necesita poseer alguna propiedad para su salud física y psíquica. John Locke, filósofo inglés, sostenía: “El trabajo es lo que otorga el derecho de propiedad, en el sentido que la tierra que un hombre trabaja, planta, mejora y cultiva, y de donde él saca el sustento para él, su familia y para su crecimiento económico, es su propiedad”.
La propiedad otorga independencia y permite individualidad a sus poseedores. Asimismo, se convierte en un freno ante otros poderes, sean estos personas o grupos privados, o aun ante el mismo Estado. Esta doble facultad de la propiedad se evidencia mejor en la medida en que más personas tengan acceso a ella.
Claude Polin en su libro “El espíritu totalitario” sostiene: “El desarrollo de las clases medias, de los pequeños y medianos propietarios y empresarios, y la posesión de un bien del cual ellos puedan ser responsables, es la condición más segura para la supervivencia de la democracia liberal. Es evidente que solamente aquellos que tienen algo que perder se involucran en el juego social. El acceso a la propiedad privada es la mejor protección de la propiedad misma, y ambas son las dos fuentes vivas de la democracia”.
En nuestro país, el número de propietarios es bajo y pareciera que tiende a bajar en el tiempo. Según estimaciones del PNUD en el Informe de Desarrollo Humano “El Salvador 2013”, el déficit cuantitativo –vivienda completa– para el año 2012 era de 33,131, mientras que el cualitativo –viviendas con algún déficit– de 413,072, esto sumaba más de 446,000 viviendas. Tres años más tarde, en 2015, según estudio comparativo de viviendas en Centroamérica realizado por el INCAE, el déficit cuantitativo identificado en El Salvador ascendía a 245,369 y el cualitativo a 1,143,100 viviendas.
La falta de vivienda digna en nuestro país podría responder a múltiples causas: poco interés real de nuestros gobernantes para enfrentar el problema, limitado acceso al crédito debido al poco empleo formal, poco interés de las familias en mejorar su vivienda, pero, además, podría deberse a los procesos de concentración industrial y financiero que provocan que el pequeño productor agrícola, el pequeño comerciante y el artesano independiente sean absorbidos por la gran empresa, destruyendo con ello el tejido social que sostiene nuestra sociedad y la democracia misma.
De esta forma el mismo sistema, al restringir el acceso a la propiedad privada, está destruyendo sus propias bases de sostenimiento, pues está comprobado que con el decrecimiento del número de propietarios se incrementan las grandes concentraciones urbanas, y esto reproduce ciudadanos mucho más manipulables y presas fáciles de todo tipo de populismos.
El Génesis establece que una de las razones de por qué Dios nos bendice es para que seamos de bendición para otros: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Ge.2.12). En tal sentido, considero urgente buscar acuerdos en nuestro país para establecer las condiciones necesarias que permitan que el mayor número de personas tengan acceso a algún tipo de propiedad, y con ello contribuir en fortalecer nuestra joven y frágil democracia.
El mismo sistema, al restringir el acceso a la propiedad privada, está destruyendo sus propias bases de sostenimiento.