UNÁMONOS SIN RESERVAS AL COMPROMISO DE IGUALDAD, DE RESPETO Y DE SEGURIDAD QUE ES TAN PROPIO DE ESTA ÉPOCA EN TODAS PARTES
En el ámbito global, más y más sociedades están abriéndose al imperativo de propiciar y salvaguardar valores esenciales para la saludable convivencia interna y externa. Esto antes apenas se mencionaba, y en el día a día nacional y universal lo que acababa imperando en todo caso y circunstancia era el predominio de las fuerzas más poderosas, que imponían su ley por encima de cualquier otra consideración. En abierto contraste, lo que hoy estamos viendo y experimentando por todas partes es un despertar de esos valores esenciales que mencionábamos antes, dejando la inmediata y constante sensación de que el mundo está evolucionando de forma positiva, aunque se den contrastes angustiosos que desde luego es necesario superar a la mayor brevedad posible. En esa línea, valores como la igualdad, el respeto y la seguridad están requiriendo tratamientos y estímulos que les aseguren la permanencia hasta en los más escondidos rincones del mapamundi, y desde luego hasta debajo de las piedras de nuestros cerros y quebradas. Y en lo que al respecto nos toca a los salvadoreños del presente es habilitar cuantas renovaciones y reajustes se vayan haciendo necesarios para cumplir a cabalidad y sin retrasos ni evasivas con las demandas de los tiempos. Los jóvenes que están emergiendo ahora al escenario colectivo son cada vez más conscientes de su condición de sujetos históricos con personalidad y responsabilidad propias, y ese es un influjo que se siente ya de muchísimas maneras. Se requiere, pues, un replanteamiento generacional que no deje a nadie por fuera; y el esfuerzo continuado, para que funcione como tal, tiene que irse manifestando desde las entrañas familiares. La vigencia y la práctica de los valores debe dejar de ser un criterio teórico para lograr su verdadero rango como factor pragmático de vida en todos los niveles de la misma.