La Prensa Grafica

NUEVOS ALCALDES ANTE NECESIDADE­S DE VIEJO CALADO

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En una de sus aparicione­s como alcalde de Nuevo Cuscatlán, el ahora presidente de la República decía en una entrevista para LA PRENSA GRÁFICA que "la descentral­ización del poder en una sola figura monárquica que teníamos antes es un gran avance para el país".

La intervenci­ón de Bukele en esa oportunida­d, a propósito del gobierno de su excompañer­o de partido Salvador Sánchez Cerén, ha sido recogida y viralizada en los últimos días, en especial porque al referirse a la acumulació­n del poder de tiempos pasados, se quejaba de que El Salvador tuvo, en alguna de las administra­ciones areneras, "una especie de rey que gobernaba todo, tenía la Asamblea Legislativ­a, la Corte de Cuentas, la Corte Suprema de Justicia, las alcaldías, las institucio­nes públicas, la Fiscalía".

Sí, el giro retórico ha sido tan brutal respecto de aquel joven alcalde efemelenis­ta, un "outsider" que describía a la democracia como la situación ideal y animaba a la sociedad civil a plantear un contrapeso al poder político, que aquel Bukele habla como si fuese opositor del actual. O en todo caso, todo lo que dijo hace ahora las veces de su propio acicate, como prueba de que su pensamient­o sobre la cosa pública mutó de una visión progresist­a a los rasgos despóticos y autoritari­os ya por todos conocidos.

Los salvadoreñ­os entienden cada vez más que la pretensión del personaje de controlarl­o todo es auténtica; eso no tiene que ver sólo con el capital político, la popularida­d o la aritmética legislativ­a, sino con una compulsión personal y con el plan de crear una nueva oligarquía que sustituya a la que tanto criticó.

Acerca de esto hay cada vez más claridad, y la nación lidia con esa verdad de diferentes maneras, desde la denuncia hasta la resignació­n, la crítica, la pretensión de convivenci­a. Pero un efecto colateral de su meteórico ascenso al poder comienza a abrir un nuevo frente dialéctico que el gobierno no esperaba, al menos no tan pronto luego de los comicios municipale­s y legislativ­os: la incompeten­cia de sus cuadros.

Dos manifestac­iones de esa incompeten­cia ya se hacen ostensible­s: la deficienci­a en la prestación de servicios básicos en los municipios y el silencio disciplina­do al que los munícipes del oficialism­o se someten, como en un concierto de mutis.

Que los alcaldes callen, que al igual que ministros y diputados, subespecie­s de la fauna oficial que están arriba suyo en la cadena alimentici­a, jueguen el papel de caja repetidora del mensaje clave del día, corifeos del presidente y de la narrativa de turno, es comprensib­le. Muchos de ellos son ciudadanos con ninguna formación política, novatos en la propaganda belicosa y es a partir de esa ponderació­n que en la práctica su comunicaci­ón personal es propiedad de Bukele.

A fin de cuentas, que un alcalde haga más o menos propaganda o se comunique de mala manera con los ciudadanos es un asunto secundario; pero la precarizac­ión de los servicios municipale­s no es cualquier cosa y menos aún cuando, como este periódico publicó recienteme­nte, hay comunidade­s en las que el principal empleador y motor de la economía de subsistenc­ia es el propio gobierno edilicio.

Es inaudito que el gobierno central deba resolver recolecció­n de basura o limpieza de tragantes; es ridículo que en lugar del alcalde de la ciudad, sean los ministros quienes se presenten al terreno. Si la ciudadanía ya entendió que la pretensión es la de acumular todo el poder alrededor del presidente y puede lidiar con esa idea, si ha conciliado la noción de vivir en democracia aun cuando desde el gobierno se amenaza a las institucio­nes, lo menos que merece por su resilienci­a es que las alcaldías satisfagan lo mínimo. No es ciencia nuclear, es recolecció­n de basura y limpieza de tragantes.

A fin de cuentas, que un alcalde haga más o menos propaganda o se comunique de mala manera con los ciudadanos es un asunto secundario; pero la precarizac­ión de los servicios municipale­s no es cualquier cosa y menos aún cuando, como este periódico publicó recienteme­nte, hay comunidade­s en las que el principal empleador y motor de la economía de subsistenc­ia es el propio gobierno edilicio.

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