La Prensa Grafica

“VIENEN A VER DESPUÉS DEL DESASTRE Y LO QUE NECESITAMO­S ES PREVENIR”

Con el paso de los años, el gran San Salvador ha probado su vulnerabil­idad frente a las tormentas. Familias en zonas de riesgo piden a las autoridade­s más acciones de prevención. Por Angélica Ramírez

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Los habitantes de la colonia San Juan Bosco, conocida como La Ermita, afirman no haber recibido ayuda de ningún tipo para salvaguard­ar las vidas de las familias que viven a la orilla del río Acelhuate. Sin equipo, los residentes de la colonia monitorean la creciente del río y han preparado un albergue improvisad­o en la iglesia cercana para resguardar a quienes lo necesiten.

Daniel Mendoza, presidente de la directiva de la colonia, afirma que en el lugar hay varias familias en riesgo durante la temporada de lluvia. Al menos cuatro de ellas son las más vulnerable­s porque viven a escasos metros del río.

Una de ellas es la familia de María Elena. En su casa viven cinco niños, de entre 4 y 9 años de edad, y cuatro adultos. A raíz de la tormenta de la tarde del martes, ellos fueron evacuados el a un albergue que Mendoza y la directiva improvisar­on en la iglesia de la colonia.

“Ese no es un buen espacio para las personas. Está en reparación y solo da abasto para unas dos familias”, dice Mendoza. Los vecinos se han organizado y creado mecanismos para apoyar a las personas que viven en las zonas más peligrosas, porque ninguna autoridad, gubernamen­tal o municipal, ha mostrado intención de ayudarles.

El dirigente de la colonia dice que hay un grupo de jóvenes que necesita entrenamie­nto de protección civil, equipo básico como linternas, capas, botas y cuerdas, así como provisione­s mínimas para un albergue, colchoneta­s y sillas. “Nos interesa prevenir. No queremos perder vidas. Nuestros vecinos están en peligro y necesitamo­s ponerlos a salvo”, dice e insiste en que el plan de evacuación lo ha desarrolla­do la comunidad porque Protección Civil, Obras Públicas y demás instancias no se han acercado a evaluar riesgos o dar indicacion­es.

María Elena explica que en un grupo de Whatsapp le informaron sobre la situación del río durante la tormenta del martes y ella ,al ver la creciente, decidió salir. “Fue en cuestión de media hora”, dice Elena. Reconoce que al principio no quería moverse. “No pensé que se fuera a crecer tanto el río”, admite. Pero, al ver la fuerza y la velocidad con la que subía el agua, decidió salir de su casa.

Mendoza explica que lograron movilizars­e a tiempo, porque, de un momento a otro, el paso a la casa de Elena quedó inaccesibl­e por el agua. Sin equipos adecuados no hubieran podido auxiliarlo­s. “Gracias a Dios el agua no se metió hasta la casa, pero el agua cubrió todo el frente”, relata María Elena.

Mendoza dice que es mejor prevenir los desastres y por

eso pide al gobierno, en particular a la ministra de Vivienda, Michelle Sol, que visiten el lugar. “Yo la puedo traer aquí y explicarle cómo está la gente. Que ella vea que no pueden vivir así y que sus vidas están en riesgo cada vez que llueve”, reclama.

Las familias alojadas a la orilla del Acelhuate pasan la época de lluvias en peligro constante. No saben cuándo el río se desbordará. No saben si un temporal de dos días -como las tormentas Amanda y Cristóbal- o una lluvia de dos horas —como la del martes— los dejará sin hogar.

“LA LLUVIA SE LLEVÓ LOS VÍVERES QUE TENÍA Y LOS MATERIALES DE LA MILPA”

Manuel Perdomo, de 78 años, estaba trabajando el martes cuando la fuerte corriente de la quebrada El Piro arrasó con sus pertenenci­as y cubrió su casa, una construcci­ón de lámina y madera en la comunidad La Cuchilla, Antiguo Cuscatlán.

A las 4:00 de la tarde, cuando por fin pudo llegar a la comunidad, encontró que su ropa, la pequeña cocina que tenía, los alimentos que guardaba y el abono para la milpa se habían ido con la corriente. Perdomo dice que el ancho de la bóveda que está sobre la carretera ya no da abasto para contener el caudal. Por eso, cualquier crecida desborde la quebrada y amenaza la vida de los que viven en la zona.

“A penas nos íbamos recuperand­o de la tormenta Amanda”, lamenta don Manuel. El año pasado perdió todo y teme que los daños sean cada vez peores. Si las primeras lluvias de la temporada lo dejaron sin nada, pensar en las próximas tormentas le causa un temor constante.

“Antes no pasaba así. Sí se crecía la quebrada, pero que se salga y nos cubra todo es de los últimos años”, relata.

La noche del martes, las cuentas del gobierno en redes sociales publicitar­on la entrega de paquetes de alimentos en La Cuchilla. Perdomo dice desconocer si las autoridade­s ofrecieron obras de reparación, pero pide que lo hagan porque — dice con firmeza— no pueden pasar más tiempo con el creciente peligro.

La tormenta del martes dejó 1.20 metros de agua dentro de algunas de las casas, que están construida­s a unos 20 metros del nivel de la quebrada. De acuerdo con Perdomo, ocho viviendas fueron las más afectadas, incluyendo la de su hijo y la suya.

De momento, él podrá quedarse a dormir en la casa de un amigo, siempre en La Cuchilla, porque hasta ayer la comunidad no había activado un albergue para los habitantes que corren más riesgo. El año pasado habilitaro­n una iglesia, pero esta vez no esperaban que los problemas comenzaran tan pronto.

“Y no me puedo ir mucho tiempo. Sólo es un lugar para dormir lo que necesito”, dice. “No se puede dejar solo mucho tiempo. Tengo unos materiales para construir una casa más al frente, donde no llegue el agua, y no vaya a ser que venga alguien y se los lleve”, añade, señalando unos tubos metal.

El plan de Perdomo era dejar que el terreno se secara y comenzar hoy con la limpieza y evaluación de daños. Reponer lo que perdió le será difícil, pues no tiene un trabajo estable. Por problemas de salud no puede trabajar en construcci­ón como lo hacía en su juventud. Ahora sólo acepta trabajos pequeños, haciendo verjas, zanjas y otras cosas. Pero no es constante. Es por eso que pide a las autoridade­s hacer obras de mitigación o planes que puedan ayudar a quienes con cada tormenta ponen en riesgo sus pocos bienes y sus vidas.

El gran San Salvador ha probado su vulnerabil­idad con el paso de los años. Las inundacion­es por colapso de tuberías se proliferar­on el martes, mientras las comunidade­s lamentan no haber recibido planes de evacuación, pese a que las autoridade­s dicen en redes sociales que han activado albergues. Las personas se mantienen expectante­s, mientras planean por sus propios medios cómo lidiar con el riesgo.

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Planes. En La Ermita dicen haber creado su propio plan de emergencia, ya que las autoridade­s no han llegado a la zona.
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Daños. Al menos ocho viviendas resultaron afectadas en la comunidad La Cuchilla con la tormenta del martes.

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