PADRES DE HIJAS
¿Qué quieres ser cuando seas grande? Astronauta, princesa, maestra... todas respuestas que comúnmente escuchamos de parte de nuestras hijas al hacerles la pregunta. Mi hija está actualmente en esa edad, en la cual le preguntan con frecuencia y contesta que sirena; otras veces, bombera; o “quiero ser como mami, abogada”. La diferencia en sus respuestas me llena de ternura y a la vez me recuerda de la responsabilidad que los padres tenemos en ser los primeros en creer en sus sueños, y brindarles un entorno que potencie sus habilidades.
Las niñas salvadoreñas crecen en una sociedad predominantemente patriarcal, que suele relegarnos a ciudadanas de segunda categoría. La prioridad educativa en muchos hogares se cede a los varones, mas no así a las niñas, quienes desde temprana edad se convierten en cuidadoras de sus hermanos menores y pasan un tiempo significativamente mayor atendiendo las tareas del hogar. Los padres de familia deben analizar cómo estas acciones afectan el sano desarrollo de sus hijas y perpetúan visiones misóginas. Eliminar en el hogar la división sexual de los quehaceres es una manera importante de romper este esquema.
El poco apoyo de sus propios padres y de la sociedad desmotiva a muchas niñas de asistir a la escuela. Esto es evidente cuando se le da mayor apoyo en las escuelas a los varones y en la creencia de que ciertas materias (como las matemáticas y tecnologías) son menos adecuadas para niñas. Las niñas sufren también de acoso en su camino a la escuela y en la escuela misma por parte de sus compañeros y maestros. El sistema educativo debe proveer soluciones a esta problemática, potenciando así un nivel de escolaridad más alto en la población femenina. Se debe trabajar en reducir la violencia basada en el género en escuelas y crear entornos que amparen el aprendizaje de las niñas. Capacitar a los profesores en métodos de enseñanza con perspectiva de equidad de género sería un primer paso para eliminar algunos de los prejuicios que vulneran el derecho a la educación de las niñas salvadoreñas.
En este Día del Padre y en palabras de Malala Yousafzai, “le doy gracias a mi padre por no cortar mis alas y permitirme volar”. El hombre que Dios eligió para mí como padre nunca me ha hecho sentir que ser niña o mujer es una desventaja; por el contrario, siempre ha tenido las mismas altas expectativas académicas y personales para mí, como para mi hermano, participando activamente en nuestras actividades escolares y extracurriculares por igual. Ninguna meta es inalcanzable y nunca ha sido la diferencia de género un impedimento para acceder a recursos o apoyarme en mis emprendimientos. De mi padre aprendí cómo debería ser un padre fuerte, compasivo y feminista, pues a pesar de haber crecido en una sociedad que celebra el dominio masculino, mi padre trabajó en igualdad de condiciones con mi madre para que su hija fuera una buena persona y ante todo una mujer fuerte.
No debería ser un privilegio de pocas niñas crecer en un entorno que las empodera y contar con los recursos para desarrollar sus habilidades al máximo. El empoderamiento de las hijas por parte del padre contribuye a mejorar su calidad de vida y convertirlas en futuras líderes del mañana. Las niñas salvadoreñas, así como mi hija, deberían todas poder planificar su futuro como sirenas, con la seguridad de que así como puede ser ese su sueño, cuentan con el apoyo y están en su plena capacidad de convertirse en ingenieras, artistas, doctoras o presidentas, si es eso lo que sus corazones desean.
Se debe trabajar en reducir la violencia basada en el género en escuelas y crear entornos que amparen el aprendizaje de las niñas.