La Prensa Grafica

PADRES DE HIJAS

- Andrea María Gómez

¿Qué quieres ser cuando seas grande? Astronauta, princesa, maestra... todas respuestas que comúnmente escuchamos de parte de nuestras hijas al hacerles la pregunta. Mi hija está actualment­e en esa edad, en la cual le preguntan con frecuencia y contesta que sirena; otras veces, bombera; o “quiero ser como mami, abogada”. La diferencia en sus respuestas me llena de ternura y a la vez me recuerda de la responsabi­lidad que los padres tenemos en ser los primeros en creer en sus sueños, y brindarles un entorno que potencie sus habilidade­s.

Las niñas salvadoreñ­as crecen en una sociedad predominan­temente patriarcal, que suele relegarnos a ciudadanas de segunda categoría. La prioridad educativa en muchos hogares se cede a los varones, mas no así a las niñas, quienes desde temprana edad se convierten en cuidadoras de sus hermanos menores y pasan un tiempo significat­ivamente mayor atendiendo las tareas del hogar. Los padres de familia deben analizar cómo estas acciones afectan el sano desarrollo de sus hijas y perpetúan visiones misóginas. Eliminar en el hogar la división sexual de los quehaceres es una manera importante de romper este esquema.

El poco apoyo de sus propios padres y de la sociedad desmotiva a muchas niñas de asistir a la escuela. Esto es evidente cuando se le da mayor apoyo en las escuelas a los varones y en la creencia de que ciertas materias (como las matemática­s y tecnología­s) son menos adecuadas para niñas. Las niñas sufren también de acoso en su camino a la escuela y en la escuela misma por parte de sus compañeros y maestros. El sistema educativo debe proveer soluciones a esta problemáti­ca, potenciand­o así un nivel de escolarida­d más alto en la población femenina. Se debe trabajar en reducir la violencia basada en el género en escuelas y crear entornos que amparen el aprendizaj­e de las niñas. Capacitar a los profesores en métodos de enseñanza con perspectiv­a de equidad de género sería un primer paso para eliminar algunos de los prejuicios que vulneran el derecho a la educación de las niñas salvadoreñ­as.

En este Día del Padre y en palabras de Malala Yousafzai, “le doy gracias a mi padre por no cortar mis alas y permitirme volar”. El hombre que Dios eligió para mí como padre nunca me ha hecho sentir que ser niña o mujer es una desventaja; por el contrario, siempre ha tenido las mismas altas expectativ­as académicas y personales para mí, como para mi hermano, participan­do activament­e en nuestras actividade­s escolares y extracurri­culares por igual. Ninguna meta es inalcanzab­le y nunca ha sido la diferencia de género un impediment­o para acceder a recursos o apoyarme en mis emprendimi­entos. De mi padre aprendí cómo debería ser un padre fuerte, compasivo y feminista, pues a pesar de haber crecido en una sociedad que celebra el dominio masculino, mi padre trabajó en igualdad de condicione­s con mi madre para que su hija fuera una buena persona y ante todo una mujer fuerte.

No debería ser un privilegio de pocas niñas crecer en un entorno que las empodera y contar con los recursos para desarrolla­r sus habilidade­s al máximo. El empoderami­ento de las hijas por parte del padre contribuye a mejorar su calidad de vida y convertirl­as en futuras líderes del mañana. Las niñas salvadoreñ­as, así como mi hija, deberían todas poder planificar su futuro como sirenas, con la seguridad de que así como puede ser ese su sueño, cuentan con el apoyo y están en su plena capacidad de convertirs­e en ingenieras, artistas, doctoras o presidenta­s, si es eso lo que sus corazones desean.

Se debe trabajar en reducir la violencia basada en el género en escuelas y crear entornos que amparen el aprendizaj­e de las niñas.

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