REGRESA LA OPRESIÓN... ¡200 AÑOS DESPUÉS!
El jueves pasado estuve dos horas sentado frente a un “pelotón” de interrogadores. Ninguno de ellos deseaba llegar a la verdad: estaban ahí para fusilarme con preguntas cuyo único propósito era hacerme caer en una autoincriminación. Como eso no ocurrió nunca, tuvieron que apelar a la descontextualización de mis palabras y, en última instancia, a inventar incongruencias donde no las había. Fue una experiencia absolutamente surrealista.
Pero lo peor no fue tener que aguantar aquella andanada de ataques abiertos disfrazados de “preguntas”, sino que al final, tras haber mostrado este servidor las pruebas de la evidente manipulación de su caso, todavía un diputado leyera uno de mis artículos y me amenazara públicamente –¡frente a cámaras!– con poner un aviso en la Fiscalía. Increíble. Ahora los diputados llegan al colmo de anunciar los abusos de poder que el gobierno va a ejecutar.
Ya ni siquiera se preocupan de esconder cuánto babean por ver presos a sus críticos. Mi interrogatorio no terminó con ninguna confesión vergonzosa ni existe evidencia alguna de haber recibido sobresueldos mientras fui funcionario... ¿Entonces? ¡Ah, claro! ¡Escribo artículos que molestan al presidente! Y el oficialismo va a silenciar todas las opiniones que no le gustan. Así de sencillo.
Este régimen es despótico. Entendámoslo de una vez. Y como todos los gobiernos autoritarios que ha parido la historia, el de hoy está listo para perseguir a cualquier ciudadano que lo señale. De manera muy particular parece tener miedo –verdadera fobia, diría yo– a la opinión escrita, a la que se hace con palabras y se entrelaza con argumentos. Le produce nerviosismo la inteligencia, el criterio independiente, la valentía cargada de neuronas.
¿Por qué mandar a detener al informático
Mario Gómez, por ejemplo, que explicaba a la gente las inconveniencias del bitcóin? ¿Es que resulta imposible enfrentar con la razón a alguien como él? ¿Tan difícil es defender la imposición de la criptomoneda que el gobierno no halló mejor camino que el de la fuerza bruta contra un analista? ¿A ese tipo de opresión, la más rancia e indecente, hemos llegado ya?
El colega columnista Carlos Melara Ramírez dice: “Reprimir la inteligencia de las personas quitándoles su libertad física es una de muchas formas con que cuentan las dictaduras para tener vía libre y hacer lo que quieran: desde el más simple capricho hasta perpetuarse en el poder, pasando por la más rastrera venganza”. Muy cierto. Tanto, que la judicatura del país acaba de recibir el peor golpe de la historia, y la “Sala de lo Inconstitucional” (como la llama atinadamente don Chema Tojeira) ha avalado ya la reelección de Bukele para 2024.
¿Por qué quieren controlar la justicia? Porque no soportan la más mínima crítica, porque solo aceptan halagos y aplausos. Ese mismo que pidió el voto de los salvadoreños, apenas hace dos años y medio, criticando a Daniel Ortega y a Juan Orlando Hernández por destruir la independencia de poderes, irrespetar a sus pueblos y querer perpetuarse en el poder, es la misma persona que hoy desea que la libertad de cada salvadoreño dependa exclusivamente de su voluntad.
Llega un momento en que las tiranías ya no esconden sus verdaderos propósitos. Es entonces cuando los pueblos dignos tampoco pueden esconder sus anhelos de libertad. A 200 años de nuestra Independencia, ¡a luchar de nuevo contra la opresión!
¿Por qué quieren controlar la justicia? Porque no soportan la más mínima crítica, porque solo aceptan halagos y aplausos.