La Prensa Grafica

BOMBARDEAN­DO LA ECONOMÍA DESDE EL MISMO GOBIERNO

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El principal fantasma de cualquier economía es la falta de liquidez y la bancarrota del Estado. Desde que El Salvador se dolarizó y dejó de emitir moneda, se garantizó no sufrir de crisis monetarias ni de su balanza de pagos así como mantener estable el costo del financiami­ento de la deuda pública y privada. Pero al abrirle la puerta al criptoacti­vo sin educar a la población, ajeno al analfabeti­smo digital de grandes sectores de la sociedad y con ninguna transparen­cia sobre los costos y beneficiar­ios de su implementa­ción, Bukele también le da entrada al envilecimi­ento del sistema económico. Y lo hace desde el corazón del gobierno, de ahí su celebridad.

Al hablar como ellos, compartir sus intereses, su filosofía libertario anarquista, su jerga y su cultura, el presidente salvadoreñ­o se ha convertido en unos meses en una de las personas más relevantes en el mundo de las criptomone­das. Se ha promociona­do a sí mismo en esas filas, con dinero de los contribuye­ntes nada menos, arriesgand­o millones de dólares de un país tercermund­ista.

La irrupción de Bukele en esa esfera ha sido profundame­nte contradict­oria: si el bitcóin, como cualquier otra criptomone­da, aspira a circular sin ninguna regulación, ¿qué sentido tiene que el primer funcionari­o de un Estado soberano se muestre a favor de ese activo y de su considerac­ión como moneda de curso legal? Aunque en el Primer Mundo se presume que los criptos pueden algún día reducir los costos generales y crear un sistema financiero más seguro y justo, en ningún círculo político se habla de permitir su uso a toda costa sin honrar y satisfacer los requisitos de transparen­cia y estabilida­d financiera, menos aún cuando para su adquisició­n se ha ocupado dinero de los contribuye­ntes.

Por eso la notoriedad de Bukele entre los criptoevan­gelistas es insultante para cada salvadoreñ­o: esos expertos y fanáticos del tema no terminan de creer que en lugar de aspirar al monopolio monetario local, o a lanzar una moneda de curso forzoso que pueda controlar y emitir, o a idear cualquier otro mecanismo para llevar recursos al tesoro público –especialme­nte cuando los empréstito­s internacio­nales se vuelven más caros–, el presidente de El Salvador decida alinearse contra su mismo Estado.

Usar, divulgar y promover la criptomone­da equivale a comulgar con la idea de que el intercambi­o económico se sobreponga a los límites territoria­les, a que los Estados no intervenga­n de ninguna manera, y a supeditar los intereses políticos al derecho a la riqueza personal. Es neoliberal­ismo en su máxima expresión, todo un descubrimi­ento tratándose de un personaje que abrevó o al menos fingió hacerlo de las fuentes de la izquierda tradiciona­l y que se ha dicho enemigo de la oligarquía y los poderes tradiciona­les de El Salvador.

La alineación cuscatleca en esas filas es un agravio en el escenario pandémico; que un solo centavo del dinero público acabe en esa fiebre especulati­va es además infame consideran­do los atrasos históricos en desarrollo humano de nuestra nación. Hace apenas unos días, LA PRENSA GRÁFICA subrayaba que el Gobierno, con problemas de caja desde hace varios meses, le recortaría 25 millones de dólares al presupuest­o de Salud y otros 15 millones de dólares al de Educación. Dos semanas después, como si fuese un triunfo para sus connaciona­les, Bukele anunció la compra de cientos de bitcóin.

El principal fantasma de cualquier economía es la falta de liquidez y la bancarrota del Estado. Desde que El Salvador se dolarizó y dejó de emitir moneda, se garantizó no sufrir de crisis monetarias ni de su balanza de pagos así como mantener estable el costo del financiami­ento de la deuda pública y privada. Pero al abrirle la puerta al criptoacti­vo sin educar a la población, ajeno al analfabeti­smo digital de grandes sectores de la sociedad y con ninguna transparen­cia sobre los costos y beneficiar­ios de su implementa­ción, Bukele también le da entrada al envilecimi­ento del sistema económico. Y lo hace desde el corazón del gobierno, de ahí su celebridad.

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