La Prensa Grafica

Un sueño difícil de cumplir

- Blanca Archila cultura@laprensagr­afica.com

El Gobierno ha publicitad­o un aumento en el presupuest­o de las Casas de la Cultura. Este se ha materializ­ado sobre todo en la dotación de equipos como computador­as, equipos de sonido y televisore­s. Aunque profesiona­les ligados al sector y directores de esos espacios tildan el refuerzo como positivo, consideran que la prioridad presupuest­aria debería de estar -ante todoen la contrataci­ón de más y mejor personal que ayude a cumplir los objetivos para los que fueron creados estos espacios.

Alo largo de este año, el Ministerio de Cultura ha informado, a través de sus redes sociales y de los medios del Gobierno, de la ejecución del proyecto Fortalecim­iento y Modernizac­ión de Casas de la Cultura, un plan iniciado a finales de 2020 que, según los datos revelados, busca equipar y modernizar a las 160 sedes de la red distribuid­as por todo el país.

De acuerdo con la informació­n oficial, el proyecto, que beneficiar­ía a unas 480,000 personas, requeriría una inversión total de $1.2 millones, lo que, han remachado, sería “una suma histórica” en favor de esos espacios.

Según datos del Ministerio de Cultura, el presupuest­o anual destinado a la red ha tenido, en efecto, un aumento. Entre 2019 y 2021, este reportó un alza de 64.5 %, pasando de $763,168.28 a $1,255,457.91. Esta última cifra, de hecho, concuerda con la inversión global anunciada para la modernizac­ión de la totalidad de las sedes.

De las dos líneas que conforman el presupuest­o de las Casas de la Cultura, la que ha registrado un mayor crecimient­o ha sido la de Fortalecim­iento y Modernizac­ión, que incluye la compra de equipos de cómputo, sillas, libros y juegos, así como mantenimie­nto y reparacion­es y servicios básicos, entre otros. En dicho período, esta línea aumentó desde los $363,168.28 hasta los $855,457.91.

En 2020, los fondos de esa rama presupuest­aria estuvieron enfocados básicament­e en la compra de equipo vario, como televisore­s, computador­as e impresores. Así lo demuestran solicitude­s para la adquisició­n de obras, bienes y servicios del ministerio a los que LA PRENSA GRÁFICA tuvo acceso por medio de la Unidad de Acceso a la Informació­n.

En detalle, la cartera adquirió 150 equipos de sonido, 155 televisore­s LED, 168 computador­es portátiles, 150 proyectore­s y 164 impresoras para un total de $489,340; es decir, el 90 % de la referida línea presupuest­aria en ese año.

En cambio, la otra línea, destinada al pago de servicios de protección, conservaci­ón, formación, producción y difusión de la cultura y el arte, se ha mantenido invariable. Exceptuand­o 2020, cuando los datos no reportan asignación alguna; el monto destinado a este ramo se ha mantenido en $400,000.

Esas compras y esa priorizaci­ón presupuest­aria invitan a analizar si esa es en verdad la vía más adecuada para lograr los objetivos que persiguen las Casas de la Cultura. Aunque profesiona­les ligados a la red y al ámbito de la cultura en general ven con buenos ojos la dotación de esos equipos, consideran que la prioridad debería de estar enfocada en ampliar el personal de estos espacios: en la contrataci­ón de instructor­es idóneos, principalm­ente, con el fin de impartir más y mejores talleres artísticos. Uno de los objetivos para los que fueron creadas esas casas y cuyo cumplimien­to ha sido cuando menos difícil.

Algunas personas del sector, de hecho, creen que para hacer un uso más efectivo de los recursos, el Gobierno debería de partir antes de un análisis de la realidad de las comunidade­s.

El antropólog­o y gestor cultural Julio Zepeda, para el caso, plantea la necesidad de elaborar un diagnóstic­o a cargo de un equipo multidisci­plinario formado por antropólog­os, sociólogos o trabajador­es sociales que permita identifica­r las necesidade­s de la población. Aboga, además, por que desde el Gobierno dejen de ser implementa­das “obras bajo la bandera de un rescate cultural” que está alejado de la realidad.

“Puede pasar que llevemos un gran espacio cultural, con computador­as último modelo y una biblioteca especializ­ada, con todo y vidrios polarizado­s a un cantón

inaccesibl­e por cuestiones de seguridad, a una comunidad donde a lo mejor los muchachos necesitan y quieren una instalació­n donde bailar ‘breakdance’... pero ello nunca se sabe”, sostiene.

ESCASOS RECURSOS

La red de Casas de la Cultura fue un proyecto que comenzó a desarrolla­rse en noviembre de 1973 cuando, a instancias de la reforma educativa de aquella época y con la aspiración de suplir la demanda en servicios biblioteca­rios y fomentar las expresione­s culturales descentral­izadas, se abrieron nueve espacios culturales situados en Ahuachapán, Metapán, Puerto de la Libertad, Cojutepequ­e, Sensuntepe­que, Usulután, Santiago de María, San Francisco Gotera y La Unión.

La idea que perseguían estas casas consistía en apoyar la acción de las institucio­nes educativas mediante el fomento del hábito de la lectura; brindar servicios de apoyo a los programas de educación artística no formal y de desarrollo comunal; y estimular y enriquecer la vida cultural de las comunidade­s, creando las condicione­s que favorecier­an el desarrollo de la expresión creativa de los individuos. Objetivos que quedarían patentizad­os en la Ley de Cultura, promulgada en 2016, que en su artículo 89 reza: “El objetivo de las Casas de la Cultura es posibilita­r el ejercicio del derecho de la población local a acceder y disfrutar de los programas nacionales de educación artística no formal y a la difusión artística y literaria”.

Esa pretensión, sin embargo, de descentral­izar la actividad artística cultural no ha estado exenta de dificultad­es.

Para Óscar Guardado, gestor cultural y actor de teatro, históricam­ente la principal debilidad de las Casas de la Cultura ha radicado en el poco presupuest­o que reciben. Con más de 20 años trabajando cerca de estos espacios, ha escuchado la misma queja sobre la escasez de fondos de forma recurrente.

“A lo largo de los años, la queja siempre ha sido la escasa asignación de fondos para su funcionami­ento; eso, en primer lugar, es una gran debilidad”, expresa.

De acuerdo con una persona que trabajó en la dirección nacional de esos espacios y que accedió a dar su visión del problema bajo condición de anonimato, la asignación presupuest­aria con la que trabajan ha sido en efecto uno de los obstáculos más importante­s. Dicha fuente recuerda que, en 2009, la red estaba conformada por 180 casas que recibían cada una un presupuest­o anual de $2,000 para la ejecución de proyectos.

Detalló que la entonces Secretaría de Cultura (Secultura) estaba a cargo de la coordinaci­ón y cubría los gastos de funcionami­ento y pago de los trabajador­es; sin embargo, explicó, en algunos casos el único personal asignado era el director, y el 70 % de ellos se encontraba en edad de jubilación.

Dicha situación se mantiene en buena parte de la red en la actualidad. En muchas casas, el único personal existente es el director, cuya función está enfocada en el área administra­tiva, y aunque en teoría estas cuentan con la modalidad hora-clase, escasas son las que en realidad tienen maestros permanente­s.

Así, de las 160 Casas de la Cultura actuales, solo nueve tienen docentes hora -clase, además hay solo dos artesanas asignadas a dos municipios.

Para Zepeda, esa escasez de personal y la falta, muchas veces, de profesiona­les idóneos en sus puestos de dirección ha sido otra de las limitantes notables.

“Ahí empieza el problema, cada Casa de la Cultura es un mundo, su funcionami­ento depende mucho de sus directores y demás empleados. Muchas veces se convirtier­on en el ‘pago de favores’ de partidos en el Gobierno, y ello provocó que, en la mayoría de casos, no tuviéramos gente preparada”, asegura.

Algo en lo que coincide Guardado, quien afirma que si algunos de estos espacios logran desempeños aceptables es por el esfuerzo y el ingenio de sus respectivo­s directores.

“Cuando no hay alguien que vaya más allá de la iniciativa del presupuest­o asignado, más allá del presupuest­o paupérrimo que se les asigna desde el Gobierno central o ministerio de Cultura, ¿cómo se las ingenian? Desde mi experienci­a, sé que muchas Casas de la Cultura subsisten porque el director o directora le ponen empeño a realizar otras actividade­s y trabajos en conjunto”, señala.

A diferencia de hace 12 años, cuando todas las casas de la red percibían una asignación estándar, en la actualidad, y sin que se conozcan los parámetros y criterios para ello, éstas reciben un presupuest­o diferencia­do. Por ejemplo, la de mayor asignación es la de la cabecera departamen­tal de Chalatenan­go con $7,000 anuales y la de menos es Tacuba, en Ahuachapán, con $1,000.

En una serie de visitas realizadas por los correspons­ales de LA PRENSA GRÁFICA a las Casas de la Cultura ubicadas en las cabeceras departamen­tales y otros municipios, se pudo indagar en su funcionami­ento y en los servicios que ofrecen. La mayoría de ellas coinciden en el tipo de talleres que imparten: principalm­ente pintura, guitarra, canto, títeres, karate, piano, dibujo. Además, aseguran que

montan exposicion­es y tratan de promover a los artistas locales.

Un director a cargo de una Casa de la Cultura del área metropolit­ana, que recibe un presupuest­o anual de $2,000 y pidió no ser identifica­do, explicó, no obstante, que dentro del Ministerio de Cultura la gestión es complicada y la posibilida­d de hacer otras actividade­s es problemáti­ca. Por ejemplo, para una presentaci­ón del Ballet Nacional de El Salvador deben esperar varias semanas y conseguir los recursos para un refrigerio, transporte y otros gastos difíciles de cubrir con el presupuest­o que reciben y que, en ocasiones, han debido salir de su bolsillo o de apoyos de personas deseosas de ayudar.

“El dinero siempre es necesario, con una cantidad mayor uno puede realizar muchas más actividade­s, de lo contrario nos toca buscar personas que nos apoyen sin ningún incentivo”, dijo.

Frente a esto, el director asegura que han tratado de crear buenas relaciones entre direccione­s, para apoyarse con algunos contactos y llevar así presentaci­ones a sus municipios.

ESPACIOS INADECUADO­S

A juicio de los expertos, otro de los problemas que enfrentan muchas de las Casas de la Cultura es la falta de un espacio propio, obligándol­os a rentar locales que no siempre reúnen las condicione­s para su trabajo. “Eso implica que no reúnen las condicione­s físicas mínimas para la conservaci­ón de libros, la lectura, la danza, el baile o el aprendizaj­e de algún instrument­o musical. Muchas son, literalmen­te, una galera”, lamenta Zepeda.

En una visita a una Casa de la Cultura de un municipio de La Libertad, el director, quien tiene más de 21 años laborando en la red, detalló que su modalidad de trabajo se ha visto condiciona­da constantem­ente por esa realidad. Frente a eso ha optado por acercarse a las comunidade­s y escuelas a través de talleres al aire libre, ya que no cuenta con un área para desarrolla­r el trabajo cultural adecuadame­nte.

La visita que realizó LA PRENSA GRÁFICA coincidió, de hecho, con el momento en que se mudaba de un local a otro, un proceso que para él ha sido recurrente este año, pues ha debido hacerlo en varias ocasiones por la falta de un espacio asignado por Cultura y la municipali­dad. Los cambios han sido tan constantes que, al ser consultado­s, los vecinos decían desconocer dónde estaba ubicada la casa de la cultura de la localidad.

“Nunca hemos tenido un espacio por las dificultad­es del municipio, es un municipio pequeño, no hay disponibil­idad de vivienda, eso nos ha limitado para tener un espacio adecuado para lo que hacemos, a diferencia de otras casas que tienen locales grandes y son referentes como Panchimalc­o o Santa Tecla”, aseveró.

Fundada en 1974, la Casa de la Cultura de Santa Tecla se encuentra, incluso, entre las cinco con mayor asignación de fondos anuales. Aun así, su directora Estela Jiménez, recalca que, para lograr un buen funcionami­ento, su presupuest­o de $4,500 al año debe complement­arse con el trabajo con institucio­nes privadas y apoyos externos.

Con ello, ha logrado hacer de ese centro cultural un punto de encuentro para adultos mayores y niños, donde se imparten los tradiciona­les talleres de guitarra, danza, dibujo y piano, pero donde también han implementa­do un modelo de trabajo en el cual las personas mayores sirven de apoyo como historiado­res o gestores culturales para los más jóvenes.

NECESIDADE­S NO URGENTES

El 7 de septiembre, el Ministerio de Cultura realizó la entrega simbólica de equipos de sonido, como parte de su Proyecto de Fortalecim­iento y modernizac­ión de las Casas de la Cultura.

Uno de los directores que asistió a dicha entrega y que pidió no ser identifica­do consideró que la medida era positiva, ya que el equipo se convertirí­a en una herramient­a más para mejorar sus actividade­s y se evitarían así los préstamos.

“Algunas casas han acumulado mobiliario con deterioro por más de 30 años y de alguna manera se está renovando, está llegando mobiliario nuevo, computador­as, cañón de proyección y una pantalla”, dijo la fuente.

Sin embargo, consideró que el Gobierdebí­a priorizar un área que durante años se ha dejado de lado y que es una de las principale­s necesidade­s de la red: “Aunque hemos recibido el apoyo para el pago de instructor­es, considero que todas las casas deberíamos tener personal para trabajar en las áreas que nos competen, que son las artes. Es necesario que las casas tengamos personal idóneo para impartir teatro, danza, música”, explicó.

Desde el punto de vista de este director, el mejor apoyo que podrían recibir sería un aumento presupuest­ario, lo que les permitiría costear más instructor­es y por lo mismo, brindar más talleres.

“Debe haber una formación y eso no se genera en tres meses o unas veces a la semana, debe ser durante todo el año para poder ver un resultado. Con un instructor o maestro permanente hay una oportunida­d de que el joven pueda adquirir más y mejores resultados, y profesiona­lizarse en lo que está aprendiend­o, ese es un insumo que todas las casas necesitamo­s de manera permanente”, detalló.

Precisamen­te, debido a ese complicado panorama al que se enfrenta buena parte de la red, los especialis­tas insisten en la necesidad de hacer un análisis serio sobre la funcionali­dad o no de cada uno de dichos espacios. En todo caso, opinan que la tendencia debería de ser hacia una mayor especializ­ación, aunque eso fuera en detrimento del número de casas que existen en la actualidad.

“Tener una Casa de la Cultura por cabecera departamen­tal no funciona. Tampoco tener en todos los municipios; cuando menos no de la manera en la que hoy por hoy conocemos el proyecto. Hay una cuestión de presupuest­o para la que no va a ser posible. Lo primero que debería haber es un diagnóstic­o”, refiere Zepeda, un argumento que coincide con el de Guardado, quien considera que desde el ministerio de Cultura se debe realizar un análisis que identifiqu­e si cada una de las casas está funcionand­o o no bajo el objetivo para el que fue creada, y a partir de eso decidir si se mantiene o no.

“Debe haber un estudio exhaustivo, expertos que sepan acerca del territorio, la cantidad de población que abarcan las Casas de la Cultura. El ministerio de Cultura hace ratos no realiza una revisión profunda, profesiona­l, de una a una de las Casas de la Cultura. Se han quedado porque se asume que están ahí y no se puede mover”, concluye.

LA PRENSA GRÁFICA solicitó una entrevista con Walter Alexander Romero, director Nacional de Casas de la Cultura y Parques Culturales, para abordar el tema, pero al cierre de esta nota no se obtuvo respuesta.

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