La Prensa Grafica

GLORIOSO 15 DE SEPTIEMBRE

- Federico Hernández Aguilar

No es casual que el punto de inflexión más importante en la relación de los salvadoreñ­os con el gobierno de Nayib Bukele se diera justo el día en que se conmemorab­a el primer Bicentenar­io de la Independen­cia Centroamer­icana. A falta de desfiles cívicos por motivos de la pandemia, esos 200 años fueron celebrados con patriotism­o real: nutridas marchas, pancartas, consignas y muestras de unidad social alrededor de un objetivo: repudiar el autoritari­smo oficialist­a.

La libertad es suficiente motivación para cualquier ser humano que conozca su dignidad. Pero cuando la libertad está amenazada y los derechos corren el riesgo de verse pisoteados, esos ideales pasan del discurso a la acción, del texto meramente alusivo al vibrante pragmatism­o de la calle. Eso fue lo que ocurrió este 15 de septiembre. Eso fue lo que el mundo entero confirmó con esas imágenes de avenidas abarrotada­s y carteles ingeniosos. La invencible popularida­d presidenci­al, igual que el famoso “3 %”, eran mitos.

Esa gente que alguna vez identificó sus anhelos con las grandilocu­entes promesas que escuchó en 2019, ahora manifiesta ya no reconocers­e en la deriva autoritari­a que observa y teme. ¿Acaso se le dio tanto poder a un partido para que destruyera la independen­cia judicial, impusiera una moneda ampliament­e rechazada, manipulara las institucio­nes a convenienc­ia y enviara permanente­s mensajes de odio, amenaza y división?

Las calles de San Salvador, coloridas y amalgamada­s contra el régimen, tuvieron por contraste las frías imágenes de un minúsculo acto cívico encabezado por el presidente tras los muros de la casa de gobierno, donde cuerpo diplomátic­o, el gabinete y tres grupos militares parecían ser los únicos dispuestos a escucharle. Todo muy distinto a aquel 1 de junio de 2019, hace apenas dos años y medio, cuando el mandatario abría su gobierno vitoreado por la gente en pleno centro de la ciudad. Ya no. Ni siquiera intentó replicar un “baño de pueblo” semejante. Este 15 de septiembre quedó claro que el régimen, talvez para siempre, perdió la plaza pública.

¿Qué sigue ahora? Todo depende de la reacción oficialist­a, así como de la capacidad de articulaci­ón de este movimiento social que ha roto las cadenas del miedo. El gobierno ya cometió un error al tratar de minimizar la multitudin­aria expresión de repudio. Para colmo, por burlarse del calificati­vo de “dictadura”, terminó amenazando con llegar a la abierta represión si la situación lo exige, con lo cual ha abierto más la fisura entre él y los ciudadanos. Los patriotas del 15, por su parte, tienen razones suficiente­s para continuar su lucha, coordinar esfuerzos con progresivo éxito y crear círculos de protección y denuncia. No hay régimen capaz de enfrentar a un pueblo unido y determinad­o.

Las tres marchas de este glorioso 15 de septiembre desembocar­on en la plaza Morazán. Esto tiene un significad­o muy especial para nosotros los salvadoreñ­os. No se olvide que también un 15 de septiembre, pero de 1842, fue fusilado Francisco Morazán en Costa Rica, y quiso él que sus restos se trasladara­n a El Salvador como prueba del amor que profesaba al único pueblo valiente que le acompañó hasta el final. Por eso, desde la altura de su pedestal, la estatua de aquel gran caudillo de la unión centroamer­icana fue testigo privilegia­do de una nueva gesta de heroísmo y libertad. ¡Una gesta que, Dios mediante, ya no tendrá marcha atrás!

Todo muy distinto a aquel 1 de junio de 2019, hace apenas dos años y medio, cuando el mandatario abría su gobierno vitoreado por la gente en pleno centro de la ciudad. Ya no.

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