NUEVA BIBLIOTECA, MONUMENTO A LA SORDERA DEL OFICIALISMO
Sin consultarle a nadie, el presidente de la República consideró buena idea que uno de los regalos que la República Popular China le ha hecho al pueblo salvadoreño se concrete previa demolición del edificio de la Biblioteca Nacional, en el centro histórico de San Salvador.
Ayer, sin siquiera haberlo incluido en su orden del día, el concejo municipal decidió, con votos del oficialismo y del partido ARENA, no sólo demoler el edificio que es patrimonio histórico sino además contaminar el corazón de la ciudad capital con un inmueble que desentonará con todo el concepto urbanístico de ese importante espacio de San Salvador.
Nadie excepto si acaso la cúpula que le celebra las genialidades al mandatario sabe si hubo estudio de impacto ambiental, si se reflexionó sobre la utilidad de ese concepto justamente en una zona de tráfico históricamente complicado, si el diseño no supondrá una carga insuperable para los servicios básicos de la zona. Además, seguramente ni ellos saben qué destino correrán mientras tanto las colecciones de la Biblioteca, a las que no puede tratárseles como si fuesen latas y macetas sino que deben ser resguardadas en unas condiciones especiales. No hay información pública al respecto y el personal del ministerio, con el miedo adentro, se niega a decir nada temiendo más a las represalias de los matones de Bukele que al juicio que el mundo cultural les hará irremediablemente, llegado el momento.
El propósito de la donación es formidable, nada más necesario para la juventud salvadoreña que un espacio dedicado a la cultura, a la preservación de la identidad nacional, a la documentación de nuestra historia. La idea de que este espacio sea explotado en el centro de la ciudad sí merecía un debate de la sociedad civil, de al menos tres ministerios involucrados y de la municipalidad. Sin embargo, tal cual le gusta al gobernante, el alcalde actuó como su mandadero y desde las carteras de Estado relacionadas con el asunto no se recurrió a la opinión de ningún especialista ajeno al oficialismo.
¿Por qué el secretismo? ¿Por qué reservar por siete años la información relacionada con el proyecto? Ninguna de las posibles respuestas es cómoda para la población, desde que los detalles de la contratación pueden abrirle la puerta a terceros recomendados por el oficialismo, pasando por los detalles de la donación, el monto de las inversiones que El Salvador tendrá que hacer para aceptar el donativo en condiciones y finalizando con la identidad de los empresarios que participarán en esos procesos de licitación.
De tal suerte, el proceso de construcción de la Biblioteca Nacional cortesía de la República Popular China será un monumento a la sordera del régimen, a la grosera consideración en que tiene al resto de la sociedad, a la megalomanía de un gobierno que quiere hacer historia a costa de destruir la historia. Los efectos jurídicos de esta decisión, el lamentable precedente que supondrá para la conservación del patrimonio cultural del país, desde ahora en un limbo debido a la genialidad de considerar patrimonio no las infraestructuras sino los terrenos en los que estas yacen, serán devastadores.
Es la obra de un grupo reducido de funcionarios y consejeros mirándose al ombligo, saboteando el interés común y pasando de largo por la discusión pública.
El propósito de la donación es formidable, nada más necesario para la juventud salvadoreña que un espacio dedicado a la cultura, a la preservación de la identidad nacional, a la documentación de nuestra historia. La idea de que este espacio sea explotado en el centro de la ciudad sí merecía un debate de la sociedad civil, de al menos tres ministerios involucrados y de la municipalidad. Sin embargo, tal cual le gusta al gobernante, el alcalde actuó como su mandadero y desde las carteras de Estado relacionadas al asunto no se recurrió a la opinión de ningún especialista ajeno al oficialismo. ¿Por qué el secretismo? ¿Por qué reservar por siete años la información relacionada con el proyecto?