La Prensa Grafica

LA PROCLAMA DE LA FUERZA ARMADA

- Óscar Manuel Batres B.

Este 15 de octubre marca los 42 años de uno de los hechos más importante­s en la historia del país. Es bueno recordarlo y conmemorar­lo para reconocer el valor que tuvo para terminar el largo periodo de regímenes autoritari­os que tuvimos desde que nos iniciamos como República.

Nos referimos al golpe de Estado que el 15 de octubre de 1979 hicieron los militares jóvenes para derrocar al último gobierno militar que en ese momento presidía el general Carlos Humberto Romero. Ese hecho trascenden­tal fue la culminació­n de un proceso en el que grandes capas dentro de la Fuerza Armada vinieron tomando conciencia de que habían sido instrument­os de grupos hegemónico­s que ocupaban la fuerza para dominar, bloquear y oprimir cualquier forma de manifestac­ión popular que se hiciera para expresar legítimas aspiracion­es ciudadanas. Los militares decidieron cambiar para que el Ejército no volviera a ser un cuerpo cómplice de ningún poder, ni autoridad, y se pusiera al servicio de todos los salvadoreñ­os sin hacer ninguna distinción, y se convirtier­a en una institució­n profesiona­l, prestigios­a y respetada. Reconocer la necesidad de ese cambio requirió elevadas dosis de nobleza, humildad y gallardía.

Este aniversari­o es propicio para repasar y recordar los conceptos de la Proclama que pronunciar­on los militares porque contiene los elementos que reflejaban los puntos que en ese momento se consideró necesario tratar y resolver bajo una nueva conducción del país. Textualmen­te señalaron que “la Fuerza Armada estaba compenetra­da del clamor del pueblo salvadoreñ­o contra un gobierno que 1) había violado los derechos humanos del conglomera­do; 2) había fomentado y tolerado la corrupción en la administra­ción pública y de justicia; 3) había creado un verdadero desastre económico y social; y 4) había desprestig­iado profundame­nte al país y a la noble institució­n armada”.

El golpe significó el inicio de un proceso que, como siempre sucede, enfrentó muchísimas dificultad­es porque había mucha impacienci­a y aprehensió­n entre los grupos dominantes tradiciona­les y los sectores que tenían años de venir demandando un cambio, y proponiend­o instaurar un régimen democrátic­o. Se decidió iniciar ese camino. Después de muchos tropiezos se encomendó dirigirlo al Ing. José Napoleón Duarte, líder del

Partido Demócrata Cristiano, que tenía una auténtica vocación democrátic­a, y contaba con el prestigio y respaldo de la comunidad internacio­nal. Lamentable­mente se había acumulado en el país mucha frustració­n y desconfian­za, y tuvimos que sufrir y luchar en medio de una guerra para que todos llegáramos a aceptar y reconocer que el sistema democrátic­o era el camino para entenderno­s y unirnos para trazar unidos una ruta para implementa­r nuevos modelos de desarrollo.

Terminamos la guerra firmando en 1992 un Acuerdo de Paz que estableció la ruta a seguir para impulsar y consolidar el proceso democrátic­o que habíamos iniciado antes del conflicto. La Fuerza Armada volvió a desempeñar un papel crucial tanto en las negociacio­nes como en la implementa­ción de los Acuerdos, porque en ellos se estableció que el Ejército dejara de desempeñar funciones de seguridad pública, por lo cual se abolieron todos los cuerpos de seguridad que conformaba­n la estructura con la que los militares vigilaban, sojuzgaban y reprimían a la ciudadanía, y se formó la Policía Nacional Civil para que fuera la única institució­n encargada de velar por la seguridad ciudadana.

El resultado de todo ese proceso fue haber convertido a la Fuerza Armada en la institució­n más respetada y de mayor prestigio en el país.

Por eso es que este aniversari­o es bueno que sea recordado y reconocido por las altas autoridade­s del país, y por todos los ciudadanos para que las nuevas generacion­es de salvadoreñ­os y oficiales de la institució­n castrense lo tengan siempre presente en su visión para sentirse orgullosos de lo que su institució­n ha significad­o para el país, y cuidarla para no volver al pasado. Por eso es bueno recordar la historia. Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla dice el adagio popular. Las armas nunca deben ser instrument­o de represión, opresión e intimidaci­ón ciudadana; deben servir para defender la República cuando esté en peligro.

Las armas nunca deben ser instrument­o de represión, opresión e intimidaci­ón ciudadana; deben servir para defender la República cuando esté en peligro.

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COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

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