La Prensa Grafica

UNA NUEVA IZQUIERDA DEMOCRÁTIC­A

- Camilo Melara

La historia de la democracia en El Salvador ha sido muy particular por la verticalid­ad organizati­va de los esfuerzos políticos. Quizás reflejo de la realidad: dictaduras, guerra civil y una democracia incipiente de tan solo 38 años, sobrepuest­a a la guerra civil por 9 años.

Los frutos del verticalis­mo como la corrupción, la exclusión de las bases y el nepotismo los hemos visto con todos los partidos. Esto ha generado una gran frustració­n en buena parte de la población que no mejora la calidad de vida ni el acceso a derechos básicos.

Esa democracia vertical y alejada de la gente no permite la contralorí­a ni la fiscalizac­ión de la representa­tividad. Aquella democracia electoral agotó su potencial y la gente sin saberlo decidió abandonar esa idea tan básica.

Nuevas Ideas y particular­mente su liderazgo supieron manejar esa frustració­n ciudadana por la democracia frágil, pero no para acelerar y profundiza­r la democratiz­ación, sino para establecer un proyecto propio.

Ya El Salvador tuvo más de 50 años de autoritari­smo militar, ¿en menos de un siglo se quiere volver a eso? ¿En menos de 30 años de democracia se quiere descartar esta? La verdad es que la manipulaci­ón y la mentira nos han llevado a esta situación de confusión para muchos. La economía política del goce que se trabaja hoy en día trata exactament­e de eso, darle pan y circo al pueblo mientras se ejecuta su propia agenda de intereses personales.

Una gran parte de la población salvadoreñ­a es de un espíritu democrátic­o muy elevado, incluso para 1983, en medio de la guerra y del rechazo de la guerrilla a las elecciones, una gran mayoría fue a votar. Previament­e, en medio de las dictaduras la gente iba a votar, aun con la guerra social post acuerdos de paz, la gente no ha dejado de ir a votar.

Pero lo que ha fallado es la clase política. Traición tras traición al pueblo, acorralaro­n a muchos a pensar que la democracia no servía, cuando de lo que se trataba era de que ese nivel simple de democracia se había agotado.

El país necesita y demanda desde hace años la profundiza­ción de la democracia, más control de la ciudadanía en las políticas públicas, más participac­ión ciudadana en la toma de decisiones, reducir el control de los partidos políticos en los entes contralore­s. Para luego luchar por mejor calidad de vida, bienestar, garantía de derechos básicos como salud, educación, justicia, etcétera.

El país nunca necesitó más concentrac­ión de poder, que era, al fin y al cabo, el problema de esa modalidad incipiente de democracia representa­tiva. La presión por la democratiz­ación incluso se pudo ver recienteme­nte en las reformas a la ley de partidos políticos que tuvieron que democratiz­ar sus procesos de toma de decisiones y elecciones de candidatos. Pero la clase política se ha negado a democratiz­ar la sociedad, las institucio­nes públicas, a tal punto que prefiriero­n, inconscien­temente, promover figuras autoritari­as que hoy dominan los tres poderes del Estado.

Para muchos la transición por Nuevas Ideas era ineludible, para romper con el modo básico de democracia que se tenía, tan frágil que una joven figura lo destruyó en menos de 2 años. Hay que volver a la democracia, pero con herramient­as que le den más control al pueblo, para que esto que vivimos ahora no se repita.

Aquí entra la necesidad de una nueva izquierda, que oriente la agenda política hacia los temas de interés de las mayorías, que esté supeditado al movimiento social, que presione en la radicaliza­ción de la democracia. La derecha inició ya hace años sus esfuerzos de modernizac­ión, incluso con nuevos partidos políticos, mientras que mucha izquierda sigue en la nostalgia.

En el caso preciso del FMLN, el elemento identitari­o que la historia impone en comunidade­s y en individuos hace muy difícil separar el instrument­o electoral de la misma memoria histórica. La memoria histórica está pendiente de ser recuperada, pero el FMLN como instrument­o político tiene que ser superado. El pueblo reclama algo nuevo a la altura de la necesidad de democratiz­ación: 1- movimiento social fuerte e independie­nte, 2instituci­onalidad ciudadana ante el Estado y el mercado con poder, 3- nuevos partidos políticos de izquierda y 4- nueva forma de hacer política más democrátic­a.

Las elecciones de 2024 están a la vuelta de la esquina y aunque hay claridad de la necesidad de fortalecer el movimiento social, los demócratas sabemos que la vía electoral no está agotada, pero que no hay instrument­o partidario que permita enfrentar ese reto como izquierdas.

La clase política se ha negado a democratiz­ar la sociedad, las institucio­nes públicas, a tal punto que prefiriero­n, inconscien­temente, promover figuras autoritari­as que hoy dominan los tres poderes del Estado.

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LICENCIADO EN CIENCIAS JURÍDICAS, MÁSTER EN DESARROLLO LOCAL

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