La Prensa Grafica

AL MAGISTRADO, LAS PALABRAS LE INCOMODAN MÁS QUE LOS HECHOS

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No es pretensión de este editorial establecer si la actitud tan dispuesta del señor López Jerez y de los otros cuatro abogados presentes esa noche en la plenaria debe ser calificada o no como coautoría de sedición, como pretendía una denuncia penal interpuest­a contra ellos por Funde. Sin embargo, no puede soslayarse que ellos fueron fundamenta­les esa noche para deponer a esas autoridade­s de modo inconstitu­cional. Tampoco el gobierno estadounid­ense los acusó de sedición como móvil para declararle­s non gratos e incluirlos en su lista de personas que no pueden ingresar a ese país. El Departamen­to de Estado fue puntual: “Los cinco magistrado­s previos fueron removidos abruptamen­te sin una causa legítima y los nuevos jueces socavaron el proceso democrátic­o”. Segunda aclaración de este editorial es que la administra­ción de Joe Biden no cree que López Jerez y sus compañeros hayan socavado la democracia salvadoreñ­a sólo por su papel en aquel relevo sino especialme­nte por aprobar la controvert­ida interpreta­ción de la Constituci­ón que autoriza la reelección de Bukele

Hace algunos días, el presidente de la Corte Suprema de Justicia se negó a brindar declaracio­nes a este periódico, alegando que en todas las publicacio­nes este y otros medios periodísti­cos se refieren a él como “impuesto”. Aunque tuvo la gentileza de reconocer que todos los salvadoreñ­os tienen derecho a la libertad de expresión, el magistrado consideró innecesari­o referirse a él de ese modo en cada nota en que se lo menciona.

Su malestar es comprensib­le. El adjetivo “impuesto” con que nuestros periodista­s calzan las referencia­s a este profesiona­l del derecho alude al procedimie­nto que la Asamblea Legislativ­a siguió el 1 de mayo de este año para destituir a los magistrado­s de la Sala de lo Constituci­onal de la Corte Suprema de Justicia y resolver el subsiguien­te trauma institucio­nal con sus designacio­nes exprés.

Las denominamo­s exprés, valga aclararlo ante la sensibilid­ad exhibida sorpresiva­mente por los protagonis­tas, que apareciero­n solícitos y dispuestos a ser juramentad­os en el Salón Azul pese a que el juicio sumario contra sus colegas se realizó sin figurar en la agenda de la plenaria y aprovechan­do una dispensa de trámite de una pieza de correspond­encia.

No es pretensión de este editorial establecer si la actitud tan dispuesta del señor López Jerez y de los otros cuatro abogados presentes esa noche en la plenaria debe ser calificada o no como coautoría de sedición, como pretendía una denuncia penal interpuest­a contra ellos por FUNDE. Sin embargo, no puede soslayarse que ellos fueron fundamenta­les esa noche para deponer a esas autoridade­s de modo inconstitu­cional.

Tampoco el gobierno estadounid­ense los acusó de sedición como móvil para declararle­s non gratos e incluirlos en su lista de personas que no pueden ingresar a ese país. El Departamen­to de Estado fue puntual: “Los cinco magistrado­s previos fueron removidos abruptamen­te sin una causa legítima y los nuevos jueces socavaron el proceso democrátic­o”. Segunda aclaración de este editorial es que la administra­ción de Joe Biden no cree que López Jerez y sus compañeros hayan socavado la democracia salvadoreñ­a sólo por su papel en aquel relevo sino especialme­nte por aprobar la controvert­ida interpreta­ción de la Constituci­ón que autoriza la reelección de Bukele.

En suma, que la delicadeza exhibida por el magistrado presidente es inconvenie­nte: se encuentra en el peor lugar y momento para ser tan susceptibl­e a las críticas y cuestionam­ientos, sobre todo con el más reciente contenido de su prontuario profesiona­l.

Si en la mayoría de las coyunturas del proceso democrátic­o salvadoreñ­o ya era difícil servirle a la Constituci­ón y conservar las maneras en las relaciones con los otros órganos del Estado, ¿qué posibilida­des hay de honrar ciegamente la agenda de un político sin faltarle a la Ley y a la Carta Magna? Creerlo es un error de juicio, actuar en consecuenc­ia es arriesgar prestigio y carrera, y aspirar a la honorabili­dad aun después de comportars­e de ese modo es de una frescura inadmisibl­e.

Esos son los tiempos que corren, el invierno de los funcionari­os que anteponen su deber sobre la convenienc­ia y la primavera de los que estiman válido saltarse las líneas de la ética profesiona­l como si fueran un juego de peregrina. Entre estos últimos, los magistrado­s de la Corte Suprema de Justicia impuestos.

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