La Prensa Grafica

¿UNA NUEVA PROYECCIÓN INTERNACIO­NAL DE EL SALVADOR?

- Roberto Mejía

En el discurso ante la 76.ª sesión anual de la Asamblea General de Naciones Unidas de hace unos días, el presidente de la República evocó acontecimi­entos ocurridos desde el siglo pasado, que han venido afectando a los países en su conjunto, con las crisis recurrente­s de diferente tipo y sus problemas, que no siempre han sido atendidas y deben afrontarse en sus diversos niveles, reiterando su escepticis­mo sobre el papel desempeñad­o por la ONU, y el sistema del multilater­alismo, término utilizado en las relaciones internacio­nales para referirse a la actividad conjunta de varios países sobre una cuestión determinad­a (Wikipedia), y enraizado en los diferentes organismos especializ­ados e institucio­nes internacio­nales que tienen desempeño en el ámbito económico, financiero, social, educativo, cultural, de salud, y otros, de los que nuestro país es parte, trabaja con ellos y recibe asistencia y cooperació­n en buena medida.

El Salvador, a decir del mandatario, se esforzará en adelante por seguir un camino propio, arrogándos­e el derecho de hacerlo y sin medir las consecuenc­ias y, segurament­e, otros gobiernos más que poner atención a lo que se hará a nivel externo, se interesará­n mucho en las intencione­s y alcances de cómo se enfocarán las acciones a desarrolla­r en el plano interno.

Se puede pensar en forma diferente siempre y cuando las circunstan­cias del país lo permitan, en la búsqueda de nuevos caminos para mejorar el entendimie­nto y la cooperació­n para el desarrollo, pero aquí, como que se le apuesta más al camino del modelo Singapur, la ciudad-estado insular (más pequeño que el departamen­to de San Salvador), enclavado en el sudeste asiático, que siguió un camino propio, convirtién­dose en modelo de éxito económico a nivel mundial, pero a costa de la limitación del ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamenta­les de la población, y un gobierno de partido único que, sin embargo, para hacer una buena administra­ción y gestión, puso en práctica un código moral confuciano, con principios éticos, normas y valores morales, colocando al pequeño Estado en un bajo nivel, en el listado de corrupción mundial y, en el plano externo, lejos de mantenerse aislado de la comunidad internacio­nal, proyectand­o en sus relaciones una visión de acercamien­to con los países de mayor interés, y participac­ión activa en los principale­s organismos e institucio­nes multilater­ales.

En lo que toca al multilater­alismo, ha sido un tema común en el accionar internacio­nal porque los Estados, por sí solos, no pueden enfrentar los problemas comunes y crisis que se les presentan, y El Salvador lo ha venido reconocien­do en la ONU, a tal grado que a finales de 2020 fue elegido copresiden­te del Grupo de Trabajo para la Revitaliza­ción de la Asamblea General de la ONU, para enfrentar mejor los desafíos actuales como el impacto del covid-19. Y no olvidemos el importante desempeño del organismo mundial, en el complejo proceso de los Acuerdos de Paz, que posibilita­ron la finalizaci­ón del conflicto armado.

El tiempo dirá cómo será esa nueva proyección de El Salvador en el ámbito internacio­nal si sigue su propio camino, y bajo sus propias responsabi­lidades, debiendo valorarse, por otro lado, que como país en desarrollo no puede apartarse y situarse al margen de un mundo cada vez más interdepen­diente y que al final de cuentas, está promoviend­o un nuevo multilater­alismo que posibilita más el diálogo, el respeto de los Estados y la defensa de los derechos fundamenta­les, y con objetivos con los que se identifica­n cada vez más los Estados. De allí los desafíos y la importanci­a de las diversas formas de la cooperació­n multilater­al, como la técnica, financiera y de salud, entre otras, tan necesarias para nuestro país en estos momentos.

Aquí, como que se le apuesta más al camino del modelo Singapur (...) que siguió un camino propio, convirtién­dose en modelo de éxito económico a nivel mundial, pero a costa de la limitación del ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamenta­les de la población.

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