La Prensa Grafica

VALOR Y COBARDÍA

- José Miguel Fortín-magaña Leiva Twitter: Drfortinma­gana

En pocos días, El Salvador y Centroamér­ica estarán celebrando otro año de independen­cia, pero como cada 15 de septiembre, las festividad­es serán diferentes en cada uno de los 5 países del istmo, e incluso cada cual recordará próceres distintos, por un proceso de deconstruc­ción histórica, que ha caracteriz­ado a la región y que se produjo casi espontánea­mente cuando los intereses del momento y de cada nueva república inventaron nuevos mitos y héroes para cantar hazañas que nunca ocurrieron.

Hoy a doscientos un años de esa independen­cia, la región evocará aquella gesta, con alguna indiferenc­ia en Costa Rica, con los problemas sociales en Guatemala y Honduras, y con el dolor de una democracia perdida en Nicaragua y en El Salvador.

Pero hay que reconocer que también los comportami­entos sociales de los Pueblos son hoy distintos. Si a los guatemalte­cos no les gusta su gobierno, lo expresan claramente; lo mismo que lo han hecho, y con sangre, los hondureños y nicaragüen­ses; y los ticos, consciente­s de una democracia histórica, se mantienen distantes de la región.

Pero El Salvador es otra cosa. Acaso por el aluvión de propaganda del gobierno, en donde vulgarment­e engaña a los extraños y a los más sencillos, diciendo que sus maquetas animadas son proyectos ya realizados; acaso por los temores que imprime la dictadura al apresar a sus adversario­s, inventando cargos e incluso delitos; o acaso por el simple desgano, lo cierto es que el salvadoreñ­o promedio aparenteme­nte se ha vuelto indiferent­e.

Desde hace meses he sido testigo del incremento en la inconformi­dad silenciosa de la mayoría de la gente; y he oído en mi consultori­o y en la calle, cómo los que antes daban “el beneficio de la duda” al régimen, hoy advierten en voz baja sobre el inminente peligro de la dictadura. He sido testigo del apresamien­to injustific­ado de los hijos de los salvadoreñ­os con “carepobre”, y he visto a decenas migrar forzadamen­te porque “este país ya se fue al traste”. Pero también he sido testigo de la horrenda manipulaci­ón mediática de un gobierno autoritari­o y corrupto, y de la persecució­n descarada, por la cual han aumentado los presos políticos, mientras se mantienen en prisión por ya más de un año; otros que por valientes no huyeron del tirano, como mi amigo Calixto, a quien recuerdo siempre.

¡Qué sufrida es esta tierra!, que talvez por fuerza de costumbre, ya no ve extraña la tortura, ni la desaparici­ón forzosa.

¿Cuánto debe pasar para que los salvadoreñ­os despierten de este letargo desesperan­te, que los obliga a ver siempre hacia abajo? ¿Qué nos diferencia de los queridos guatemalte­cos, que no tienen reparo en plantarse delante del presidente, * *

Nunca dejaré de agradecerl­e a don Saúl Flores que me enseñara a reconocer el arte poético como el mejor regalo de los dioses.

Los que estamos cruzando ya las últimas fronteras del tiempo vivible vamos aprendiend­o a comprender que respirar es nuestro único patrimonio humano. cerrar las calles y pedir la destitució­n del mandatario, porque a su juicio ha roto la ley?

Creo que la respuesta la define una palabra: ¡Miedo! Todos los argumentos, incluso la pretendida indiferenc­ia; las quejas en voz baja; la silente desesperan­za, se resumen en esa palabra.

Pero ese sentimient­o no debe ser visto como algo necesariam­ente paralizant­e. Mejor es recordar que el valor no es la ausencia del miedo, sino la capacidad de enfrentarl­o y oponerse a sus efectos. Los valientes son los hombres y mujeres de bien, que saben el peligro que les conlleva hablar contra el tirano, pero que lo hacen porque es su deber, como en el libro de Cervantes.

A esos Quijotes modernos es a quienes me dirijo. A los que enfrentan sus pesadillas y sacan tiempo y fuerzas, de donde no alcanza. A aquellos que luchan contra la injusticia, no porque saquen raja, sino porque es lo correcto. A esos que este próximo día de la independen­cia dejarán la comodidad de sus hogares y sin buscar y encontrar excusa, marcharán.

Marcharán por la libertad, por los que la han perdido y no pueden por hoy hacerlo, marcharán por la democracia y contra la carestía de la vida, no por causa de una guerra distante, sino por la falta de políticas económicas y en alimentaci­ón. Marcharán, contra el espanto de un gobierno que no quiere que lo hagan, y que segurament­e impedirá la entrada desde el interior del país, de los autobuses que transporte­n a quienes vengan a la concentrac­ión.

Solo hay dos caminos ante el miedo: el valor o la cobardía. Dejemos que esta última sea la bandera de los esbirros del régimen, mientras nosotros nos cobijamos con el blasón de la nación, y el 15 de septiembre gritemos a todo pulmón: ¡Dios, Unión, Libertad!

He sido testigo de la horrenda manipulaci­ón mediática de un gobierno autoritari­o y corrupto, y de la persecució­n descarada, por la cual han aumentado los presos políticos, mientras se mantienen en prisión por ya más de un año; otros que por valientes no huyeron del tirano.

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MÉDICO PSIQUIATRA

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