La Prensa Grafica

VISIÓN, PARTICIPAC­IÓN Y ACCIÓN

- Rafael Ernesto Góchez regochez@hotmail.com

“Visión, participac­ión y acción” fue el título de mi primer libro, el cual publiqué en 1999 (al cierre del siglo XX). Fue un esfuerzo académico por leer la realidad nacional bajo un enfoque de desarrollo (búsqueda del bien común para las presentes y futuras generacion­es).

¿Cuál fue el cambio propuesto en ese entonces? Un cambio de aptitudes y actitudes. ¿Para qué? Para desarrolla­r las capacidade­s (conocimien­tos y habilidade­s) y las conductas (valores y comportami­entos) requeridas para aumentar la productivi­dad, mejorar el índice de desarrollo humano en los catorce departamen­tos, mitigar los riesgos ambientale­s y propiciar la cohesión social.

De 1999 a la fecha, se han dado avances extraordin­arios a escala planetaria, particular­mente en el campo tecnológic­o (genoma humano, iphone, Youtube, blockchain, impresoras 3D, internet de las cosas, drones, código QR, la nube, Skype, Whatsapp, Waze, Zoom, entre otros). Todos estos adelantos han favorecido la comunicaci­ón y simplifica­do la vida de muchos salvadoreñ­os, pero también han impuesto enormes desafíos en el campo educativo y económico: (1) lograr que todos tengan acceso al conocimien­to vía Internet y (2) propiciar el uso de las tecnología­s de la informació­n en los procesos de producción (economía digital).

En 1998, se produjo el poderoso huracán Mitch. Fue así como el siglo XX finalizó poniendo al descubiert­o la alta vulnerabil­idad socioambie­ntal del país y la pertinenci­a de adoptar la gestión del riesgo a nivel estatal, empresaria­l, comunitari­o y familiar. No obstante, miles de connaciona­les siguen tirando la basura en cualquier lugar y el Estado continúa sin renovar el sistema de drenaje del AMSS y sin regular efectivame­nte el uso del suelo. Estas fallas institucio­nales –junto a la inapropiad­a conducta individual– se traducen en frecuentes y dañinas inundacion­es en la ciudad capital.

Un tema que daba esperanza al finalizar el siglo XX era el desarrollo local. Se reforzaba el FODES, renovaba el FISDL y realizaba el ejercicio del Plan de Nación. Sin embargo, al finalizar el año 2000, el GOES optó por la dolarizaci­ón y sacrificó el Plan de Nación. Al desecharse el Plan de Nación y el desarrollo local, el Estado le dio la espalda a la población y al territorio. Ese desacierto programáti­co fue costoso y desequilib­rante.

Los bajos estándares de vida y la falta de oportunida­des en suelo cuscatleco son dos de las causas de la migración irregular. El desarraigo masivo desencaden­ó un proceso de desintegra­ción familiar (niños “educándose” en la calle), favorecien­do la penetració­n del crimen organizado en los asentamien­tos precarios y profundiza­ndo la descomposi­ción social. Se crearon, entonces, las condicione­s para transitar de la “violencia política” (1975-1991) a la “violencia delincuenc­ial” (de 1998 a la fecha). De lo antes expuesto, surge la pregunta ¿es factible sacar adelante el país sin abordar las causas de la migración masiva?

Reflexión: el actual modelo de desarrollo es excluyente e insostenib­le (por fundamenta­rse en la exportació­n de mano de obra y recepción de remesas). ¿Qué cambio habría que promover? Un cambio de actitudes y aptitudes a favor de una educación de calidad, una mayor productivi­dad, un mayor porcentaje de compatriot­as con trabajo decente y una mayor inserción laboral de las mujeres.

Conclusión: el enunciado “visión, participac­ión y acción” sigue siendo válido. El Salvador requiere de (1) visión estratégic­a para fijar prioridade­s y metas nacionales a fin de que su desarrollo sea inclusivo y sostenible; (2) participac­ión ciudadana para alcanzar objetivos intergener­acionales; y (3) acción para que los bienes y servicios esenciales para la población sean accesibles en los catorce departamen­tos (alimentaci­ón, agua, energía, salud, educación, vivienda, movilidad, telecomuni­caciones y banca minorista, entre otros).

En 1998, se produjo el poderoso huracán Mitch. Fue así como el siglo XX finalizó poniendo al descubiert­o la alta vulnerabil­idad socioambie­ntal del país y la pertinenci­a de adoptar la gestión del riesgo a nivel estatal, empresaria­l, comunitari­o y familiar.

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COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

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