VISIÓN, PARTICIPACIÓN Y ACCIÓN
“Visión, participación y acción” fue el título de mi primer libro, el cual publiqué en 1999 (al cierre del siglo XX). Fue un esfuerzo académico por leer la realidad nacional bajo un enfoque de desarrollo (búsqueda del bien común para las presentes y futuras generaciones).
¿Cuál fue el cambio propuesto en ese entonces? Un cambio de aptitudes y actitudes. ¿Para qué? Para desarrollar las capacidades (conocimientos y habilidades) y las conductas (valores y comportamientos) requeridas para aumentar la productividad, mejorar el índice de desarrollo humano en los catorce departamentos, mitigar los riesgos ambientales y propiciar la cohesión social.
De 1999 a la fecha, se han dado avances extraordinarios a escala planetaria, particularmente en el campo tecnológico (genoma humano, iphone, Youtube, blockchain, impresoras 3D, internet de las cosas, drones, código QR, la nube, Skype, Whatsapp, Waze, Zoom, entre otros). Todos estos adelantos han favorecido la comunicación y simplificado la vida de muchos salvadoreños, pero también han impuesto enormes desafíos en el campo educativo y económico: (1) lograr que todos tengan acceso al conocimiento vía Internet y (2) propiciar el uso de las tecnologías de la información en los procesos de producción (economía digital).
En 1998, se produjo el poderoso huracán Mitch. Fue así como el siglo XX finalizó poniendo al descubierto la alta vulnerabilidad socioambiental del país y la pertinencia de adoptar la gestión del riesgo a nivel estatal, empresarial, comunitario y familiar. No obstante, miles de connacionales siguen tirando la basura en cualquier lugar y el Estado continúa sin renovar el sistema de drenaje del AMSS y sin regular efectivamente el uso del suelo. Estas fallas institucionales –junto a la inapropiada conducta individual– se traducen en frecuentes y dañinas inundaciones en la ciudad capital.
Un tema que daba esperanza al finalizar el siglo XX era el desarrollo local. Se reforzaba el FODES, renovaba el FISDL y realizaba el ejercicio del Plan de Nación. Sin embargo, al finalizar el año 2000, el GOES optó por la dolarización y sacrificó el Plan de Nación. Al desecharse el Plan de Nación y el desarrollo local, el Estado le dio la espalda a la población y al territorio. Ese desacierto programático fue costoso y desequilibrante.
Los bajos estándares de vida y la falta de oportunidades en suelo cuscatleco son dos de las causas de la migración irregular. El desarraigo masivo desencadenó un proceso de desintegración familiar (niños “educándose” en la calle), favoreciendo la penetración del crimen organizado en los asentamientos precarios y profundizando la descomposición social. Se crearon, entonces, las condiciones para transitar de la “violencia política” (1975-1991) a la “violencia delincuencial” (de 1998 a la fecha). De lo antes expuesto, surge la pregunta ¿es factible sacar adelante el país sin abordar las causas de la migración masiva?
Reflexión: el actual modelo de desarrollo es excluyente e insostenible (por fundamentarse en la exportación de mano de obra y recepción de remesas). ¿Qué cambio habría que promover? Un cambio de actitudes y aptitudes a favor de una educación de calidad, una mayor productividad, un mayor porcentaje de compatriotas con trabajo decente y una mayor inserción laboral de las mujeres.
Conclusión: el enunciado “visión, participación y acción” sigue siendo válido. El Salvador requiere de (1) visión estratégica para fijar prioridades y metas nacionales a fin de que su desarrollo sea inclusivo y sostenible; (2) participación ciudadana para alcanzar objetivos intergeneracionales; y (3) acción para que los bienes y servicios esenciales para la población sean accesibles en los catorce departamentos (alimentación, agua, energía, salud, educación, vivienda, movilidad, telecomunicaciones y banca minorista, entre otros).
En 1998, se produjo el poderoso huracán Mitch. Fue así como el siglo XX finalizó poniendo al descubierto la alta vulnerabilidad socioambiental del país y la pertinencia de adoptar la gestión del riesgo a nivel estatal, empresarial, comunitario y familiar.