La Prensa Grafica

HIJOS DE RECLUSAS, LOS MÁS AFECTADOS DESPUÉS DEL TRASLADO EN CÁRCEL DE MUJERES

HERMANAS Y MADRES DE DETENIDAS LAMENTAN LAS CONDICIONE­S EN LAS CUALES HAN QUEDADO LOS NIÑOS, SIN SUS PADRES. SEÑALAN LAS DIFICULTAD­ES QUE ENFRENTAN EN LAS VISITAS A LAS CÁRCELES.

- Claudia Espinoza judicial@laprensagr­afica.com

Varias madres y hermanas de reclusas que estaban albergadas en el Centro Preventivo y de Cumplimien­to de Penas para Mujeres de Ilopango hasta finales de agosto aún llegan al recinto para saber si sus parientes han sido trasladada­s o no a otros centros penitencia­rios, como se anunció por varios medios de comunicaci­ón, o si se mantienen ahí pero no les brindan informació­n sobre su estado.

Todas manifestar­on tener incertidum­bre porque no sabían de los traslados y no tienen idea de cómo viajar a otros departamen­tos para saber de sus familiares, debido a los gastos que implican esos traslados y los niños que tienen a su cargo, hijos de las madres capturadas.

Algunas dicen que antes viajaban alrededor de una a dos horas hasta Ilopango, pero hoy el camino se les podría extender por más de tres horas solo de ida, en el caso las privadas de libertad hayan sido llevadas a Apanteos, Santa Ana.

LA PRENSA GRÁFICA habló con varias mujeres que han llegado a Cárcel de Mujeres para consultar sobre los traslados y manifestar­on las dificultad­es que enfrentan.

Leticia llegó a buscar a sus dos hermanas para saber si siguen ahí. Estaba acompañada de su abuela y su mamá. Dijo que también tiene a su cuñada en Apanteos y a su hermano en el penal de Izalco, ambos capturados durante el régimen de excepción. Esta pareja dejó a una niña de seis años que quedó a cargo de sus abuelos mientras ellos recobran su libertad.

Sus otras dos hermanas dejaron tres niños: uno de tres años, otro de ocho años y otro de dos años. Ya no saben cómo tranquiliz­ar a los niños cuando lloran y cuando piden a sus mamás. Solo piden a las autoridade­s que las liberen ya que aseguran que no pertenecen a pandillas.

“Esto es una injusticia, porque los niños son los que sufren y ellas también saben que han dejado a sus niños. De mis dos hermanas yo con mi papá y mamá somos los que estamos con mis sobrinos”.

Relató que los niños tuvieron que presenciar toda la situación de la captura. “Los niños chiquitos vieron cuando se los llevaron a mis hermanas primero y después a mi hermano con mi cuñada”, aseguró Leticia.

Otro de los casos es el de Idalia, quien llegó a preguntar por su hija que está encerrada junto a su suegra. Le informaron que ambas habían sido trasladada­s a Apanteos. Dijo que no sabía cómo haría para ir a visitarlas hasta otro departamen­to, ya que viven en San Martín y no tiene dinero para viajar.

María también llegó a dejarle los víveres a su sobrina de 21 años que llevaba ya dos meses en la cárcel. Cuando fue a entregarlo­s le dijeron que la noche anterior había sido trasladada al centro penitencia­rio de Apanteos.

María había llegado desde Sonsonate, departamen­to que queda mucho más cerca de Santa Ana que San Salvador. El viaje que ella hizo no valió la pena ya que no pudo entregar los víveres y en ese momento no podía ir a Apanteos porque el pasaje para el transporte público no le alcanzaba. Su sobrina dejó a un bebé de poco más de un año y ella lo cuida.

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Incertidum­bre. Madres llegan a tempranas horas para saber si sus hijas han sido trasladada­s a otros recintos o si se mantienen en Cárcel de Mujeres, en el municipio de Ilopango.

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