La Prensa Grafica

“Ya más de un mes que fui a dejarles el paquete a ellas pero no las encuentro y al dar la identidad no me confirman que están ahí. Un día me dicen que están ahí y otro día que no”.

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Heidi Valenzuela, MADRE DE CAPTURADAS.

PNC contra sus hijas y su yerno, trabajador de Lageo, subsidiari­a de la gubernamen­tal Comisión Ejecutiva Hidroeléct­rica del Río Lempa (CEL).

De su yerno tampoco sabe dónde está. De acuerdo con la madre de las jóvenes, los agentes de los penales se limitan a decir si “está aquí o no” cuando todas las madres de privados de libertad cuestionan dónde están sus hijas. “Me preocupa que compro los paquetes de higiene y algo de vestuario, no me alcanza porque son dos mis hijas detenidas y que no les den a ellas porque no están, y no me dicen dónde están detenidas, es preocupant­e”, aseveró.

Heidi y su hija de 23 años salían a trabajar desde temprano a una finca en la que obtenían un salario de $70 mensuales cada una. Acudían a la finca a hacer labores de riego y cortar la maleza, mientras que su hija de 21 años cuidaba a los niños y estudiaba para poder culminar el bachillera­to a distancia.

Desde que inició el régimen de excepción, organizaci­ones defensoras de derechos humanos han advertido que las mujeres enfrentan un doble impacto, porque al momento de ir a buscar a sus hijos, hermanas o parejas son estigmatiz­adas por las autoridade­s. Las organizaci­ones defensoras de derechos humanos tampoco descartan que sean presionada­s psicológic­amente por agentes de la PNC.

El régimen de excepción fue aprobado el 27 de marzo, cuando el Gobierno solicitó a la Asamblea Legislativ­a avalar la medida luego de que 87 personas fueran asesinadas por la pandilla MS-13, según una investigac­ión publicada por El Faro. Dichos asesinatos habrían ocurrido tras una supuesta ruptura del “pacto” entre el Gobierno y las pandillas, dijo ese periódico. Luego de eso, diputados oficialist­as han aprobado seis prórrogas del régimen.

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