LA NACIONALIDAD EXIGE DE CIVISMO POR ENCIMA DE LOS FESTEJOS
a jornada cívica fue saldada con tranquilidad, con los actos oficiales y el fausto característico por un lado, y las manifestaciones de crítica, disenso y protesta ciudadanas por otro. Juntas, con su simbolismo, las declaraciones establecidas en cada actividad y lo que pretenden dejar por sentado, dibujan el momento tan polarizado que vive El Salvador.
Es formidable que las nuevas generaciones respiren un poco de civismo, pero no entendido como el conocimiento enciclopédico de los hechos independentistas, la lectura de los textos escolares tradicionales y la capacidad de descifrar la nomenclatura de los símbolos de la patria. Civismo entendido como la implicación en los asuntos más importantes de la sociedad, en las materias fundamentales de la política, una proactividad que vaya más allá de sólo participar en los sucesivos ejercicios eleccionarios.
Y la primera grada del civismo es comprender el sistema político en el que vivimos, las amenazas que este corre y las necesidades que tiene, que son muchas porque la democracia no es un régimen perfecto sino sólo un sistema idealmente civilizado de resolver los conflictos entre las fuerzas nacionales. Entender que el actual gobierno cree que negar los conflictos sociales o darles una lectura superficial, una y otra y otra vez en clave partidaria o maniqueísta es por eso mismo una certeza a la que se puede llegar con un poco de lectura, análisis y lucidez cívica.
Un segundo estadio del civismo es asimilar en su justo valor la condición personal de ciudadano. ¿Somos ciudadanos sólo porque tenemos una nacionalidad y un documento de identidad? ¿O sólo se lo es cuando se ejercen los derechos derivados del sistema político, mismos que consolidan el Estado de derecho?
Toda esa construcción emana de una consideración muy especial de los ciudadanos, adjudicándoles una voluntad, una fuerza que han demostrado ser ocasionales. En estos tiempos, más pareciera que el Estado y el gobierno que lo administra no tiene personas a quienes rendirles cuentas sino apenas clientes a quienes le brinda algunos servicios y que pueden quejarse o no con incierta fortuna.
Desde la política partidaria se trabaja mucho en esa vulgarización de la ciudadanía porque para quienes gobiernan, con independencia de que
Por eso, manifestar su oposición, sus críticas o la también legítima adhesión a los modos y objetivos del gobierno es lo más sano y lo más cívico que pueden hacer los salvadoreños. Y quienes ayer caminaron alrededor del desfile oficial para saludar y aplaudir a los funcionarios -por voluntad propia- como quienes marcharon contra el régimen a título individual o por pertenencia a colectivos que no están de acuerdo con lo que ocurre en el país, lo demostraron con orgullo a plena luz del día: ciudadanía.porque se vive en una república y no en un reino, porque se cree en la democracia y no en la tiranía, porque a este país le urgen más ciudadanos y menos súbditos, ayer, hoy y mañana hay que trabajar por El Salvador.
Lsean sabios o una sarta de peleles, es más cómodo enfrascarse en la administración de la cosa pública sin explicarle nada ni enfrentarse cada cierto tiempo a la fiscalización de quienes les han delegado ese poder. Aunque vivimos en una época de saturación informativa y de democratización de la formación, las mayorías continúan empantanadas en ese nivel de la participación política, reducida a los sufragios y a opinar quejándose o no en algún círculo reducido, y cada vez con más miedo porque desde las esferas oficiales y en efecto cascada en lo profesional, lo gremial y hasta lo familiar se recomienda no levanta mucho polvo.
Por eso, manifestar su oposición, sus críticas o la también legítima adhesión a los modos y objetivos del gobierno es lo más sano y lo más cívico que pueden hacer los salvadoreños. Y quienes ayer caminaron alrededor del desfile oficial para saludar y aplaudir a los funcionarios -por voluntad propia- como quienes marcharon contra el régimen a título individual o por pertenencia a colectivos que no están de acuerdo con lo que ocurre en el país, lo demostraron con orgullo a plena luz del día: ciudadanía.
Porque se vive en una república y no en un reino, porque se cree en la democracia y no en la tiranía, porque a este país le urgen más ciudadanos y menos súbditos, ayer, hoy y mañana hay que trabajar por El Salvador.