LA JUSTICIA Y LA VERDAD
En el año 2012 estaba impartiendo una cátedra de Derecho en la Universidad Francisco Gavidia, en ese contexto quise hacer un experimento con los discentes, dado que fue uno de los ejercicios que viví en el interior de un aula en los días en que yo era estudiante y que evidentemente me dejaron una gran enseñanza en mi vida profesional. De modo que al entrar al aula le pregunté el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila: ¿Cómo te llamas? “Me llamo Erick Erazo”, por lo que le dije: ¡Vete de mi clase y no quiero que entres hasta que te lo ordene! Erick se quedó impávido ante tal orden.
Cuando reaccionó se levantó, recogió su cuaderno y salió de la clase, los alumnos estaban asustados e indignados, pero nadie se atrevió a desafiar mi orden. Está bien, dije: ¡Ahora sí! ¿Para qué sirve el Derecho?... Y los alumnos seguían asustados, pero poco a poco comenzaron a responder a la pregunta: “Para que los funcionarios no abusen del poder”. ¡No! les repliqué. “Para perseguir a los malacates”. ¡No! “Para que la gente mala pague por sus actos”. ¡¡No!! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?” “Para que haya justicia”, dijo tímidamente Harold Betancourt. ¡Por fin! Eso es... para que haya justicia”.
Luego pregunté ¿para qué sirve la justicia? Los alumnos empezaban a estar molestos por esa actitud tan grosera con la que les cuestionaba. Sin embargo, seguían respondiendo: “Para salvaguardar los derechos humanos”. Bien, ¿qué más?, continuaba preguntando. “Para defender los derechos fundamentales y las libertades”, qué bien, continúen... “Para discernir entre lo que está bien de lo que está mal”... Sigan... “Para no robar el dinero del Estado cuando se llegue a un cargo público”. Ok, no está mal, y otro alumno replicó: “Para procesar penalmente a los corruptos y librar a los inocentes de una falsa culpabilidad”. Perfecto, respondí.
Con base en lo discutido los interpelé... respondan a esta pregunta: ¿Actué correctamente al expulsar de la clase a Erick
Erazo?... Todos se quedaban callados, nadie respondía. Por lo que los juramenté y les pedí una respuesta honesta y valiente. Fue en ese momento que todos a una voz dijeron: “¡¡No!!” ¿Podría decirse que cometí una injusticia? “¡Sí!” Entonces ¿por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y jueces, fiscales y abogados, si no disponemos de la valentía para llevar las leyes a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando estén frente a una injusticia.
Por lo que los amonesto a que no vuelvan a quedarse callados nunca más cuando vean una injusticia. Luego di la orden que fueran a llamar a Erick Erazo. Explico el anterior ejercicio porque muchos salvadoreños ahora se quejan de las graves violaciones a los derechos fundamentales, en el contexto del Régimen de Excepción, en el que miles de compatriotas han sufrido detenciones arbitrarias y desde un tuit se dice que los más de 51,000 detenidos todos son malacates y son contados entre los pandilleros, peor aún algunos ciudadanos ya murieron en las manos del Estado y partieron de esta tierra con el oprobio de haber sido etiquetados como pandilleros.
Ciudadanos que no se les brindó la oportunidad de defenderse legítimamente tal como lo establece la Constitución. Creo que nadie se opone a que se combata con todo el vigor de la ley a los pandilleros, pero el asunto es que algunos malos elementos de la PNC, por cumplir una cuota, han detenido a personas inocentes que no tienen nada que ver con las pandillas. “No te sorprendas si en algún país ves que se oprime al pobre y que se hace violencia a la justicia y al derecho, porque a un alto oficial lo encubre otro más alto, y otros más altos oficiales encubren a estos dos” (Eclesiastés 5:8).
Está bien, dije: ¡Ahora sí! ¿Para qué sirve el Derecho?... Y los alumnos seguían asustados, pero poco a poco comenzaron a responder a la pregunta... “Para que haya justicia”, dijo tímidamente uno de ellos. ¡Por fin! Eso es... para que haya justicia.