ROSH HASHANÁ, LA MUERTE SEGUNDA Y EL CORDERO
Rosh Hashaná significa, literalmente, cabeza de año y hace referencia a la celebración de fin de año del pueblo judío. De acuerdo con nuestro calendario solar, para este año la celebración debería iniciar el domingo 25 en la tarde y se prolonga hasta el martes 27 de septiembre en la tarde. Durante estos días muchas comunidades y familias dedican tiempo a la meditación, se arrepienten de las faltas cometidas durante el año y piden ayuda al Señor para regresar al camino de justicia.
En las celebraciones se suena el shofar o cuerno con sonido de trompeta, el cual representa la liberación del sometimiento al pecado pasado y el anuncio de un nuevo comienzo o una nueva vida. En los tiempos de las comidas y como símbolo de esperanza, se encienden velas y recitan lecturas alusivas a la celebración. Algunos alimentos típicos de la época: las granadas, que representan la fertilidad por la cantidad de semillas que contienen; el pescado, símbolo de la multiplicación del pueblo; y las manzanas en miel, para mitigar el pecado del egoísmo. Si reconocemos que los sucesos del antiguo testamento son la sombra de lo que vendría, podemos constatar un paralelismo o similitud entre la celebración de fin de año judío y el juicio final preparado para todos nosotros.
El antiguo testamento anunció sucesos espirituales preparados para tiempos futuros, incluyendo los del tiempo del fin. Sobre este último Sofonías sostiene: “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de ruidos sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres” (Sof.1.14-16).
El nuevo testamento confirma que habrá un final de todas las cosas:
“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1Pe.4.7). El final, al igual que
Rosh Hashaná, es precedido por sonidos de trompeta: “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Cor.15.52). Posteriormente, se establecerá el juicio de Dios: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos” (Apoc.20.12a).
Por su parte, el libro de Apocalipsis hace referencia a dos muertes, una por la que pasaremos todos al morir, y otra expresada por el término griego gehena, que para algunos hace alusión a un tipo de destrucción absoluta y definitiva del ser y la cual es aplicable tanto a personas como a seres espirituales. Esta segunda muerte implica no participar en la primera resurrección, tal como lo confirma Juan: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo” (Apoc.20.6a).
El Cordero sin mancha de Dios, Jesucristo, es quien nos permite participar de la primera resurrección para no pasar por la segunda muerte. Esto requiere de nuestra parte reconocerlo y creer de todo corazón en su oferta de salvación, arrepentirnos de nuestras faltas y dejarnos limpiar por su sangre para el perdón de nuestros pecados: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado” (Heb.4.1).
De acuerdo con nuestro calendario solar, para este año la celebración debería iniciar el domingo 25 en la tarde y se prolonga hasta el martes 27 de septiembre en la tarde.