UNA ACADEMIA DE BELLAS ARTES
Formar a nuestros artistas y jóvenes talentos resulta un deber primordial. En términos generales, los artistas, al igual que cualquier otro profesional, deben de recibir una educación formal que les permita desarrollarse posteriormente.
Muchas veces sucede que en el arte se tiene la idea de que se trata de algo “libre” y por ende las obras han de ser exclusivamente a consideración del creador. Y esa afirmación tiene ciertos matices.
En primer lugar, hay que entender que el arte no es tan “libre” como se piensa; en segundo lugar, saber que, para alcanzar esa ansiada libertad, hay que poseer conocimientos más que básicos para desenvolverse libremente.
Que El Salvador no posea una institución dedicada a la formación artística indica un claro desnivel cultural que debemos corregir. Es normal que los países desarrollados tengan su propia cantera artística y estética donde los jóvenes puedan extenderse en sus conocimientos.
Una sociedad sana posee una sana relación con las artes y la cultura. Y no se trata de una causa, sino de un síntoma, eso es cierto. Sin embargo, es importante fomentar un programa de educación artística coherente, capacitado e independiente para recibir a quienes desean convertirse en artistas.
Existe la concepción de que el artista no se forma, sino que nace siéndolo y el mismo contexto lo forma; pero eso es idealizar los casos mínimos.
Los jóvenes talentos de El Salvador merecen una academia donde puedan forjarse. Entre las bondades que existen del nacimiento de una institución como tal, señalaré las siguientes:
Primeramente, los alumnos que participen en ella podrán tener acceso a los conocimientos básicos de la estética: el dibujo, la teoría del color, conocimientos científicos que respectan a las artes, entre otros.
Seguidamente, una Academia de Bellas Artes permitirá la confluencia de ideas y propuestas que enriquecerán la oferta estética del país. Muchos estudiantes de Bellas Artes crean grupos intelectuales, alineados bajo una misma manera de ver la estética y esto produce una prosperidad que necesita el país.
Y en último lugar, destaco la finalidad de dignificar el arte en el país. Muchos artistas jóvenes confunden el saber dibujar con el crear arte. Este problema existe, pues no hay una institución que les permita diferenciar entre el talento del dibujo y el talento artístico.
Una Academia de Bellas Artes orientará a los artistas a la creación de obras de arte.
Actualmente, el país posee diversas escuelas, incluyendo las universitarias; pero estas o están demasiado desgastadas o están hermanadas con carreras de Diseño
Gráfico, lo que confunde aún más a los estudiantes.
No quiero dejar de decir que el desarrollo artístico del país debe de pasar por un tamiz. El nivel artístico nacional está pasando por un momento paupérrimo, donde los nuevos talentos, directamente, no entusiasman.
Una Academia de Bellas Artes los acercaría a la estética, a la Historia del Arte, a las diferentes cualidades del arte, a las diferentes propuestas que se han hecho a lo largo de la Historia, a los mecanismos estéticos y a los estilos artísticos.
En general, considero que el arte nacional es huérfano de una educación primordial y formal que permita el desarrollo del talento. Es cierto que en El Salvador la relación entre las artes y el público generalizado es tediosa y difícil, pero será aún más difícil si no existen esfuerzos por parte de las entidades competentes. Vencer esta orfandad no pasa exclusivamente por la creación de una Academia especializada, sino que se necesita que las autoridades promuevan la cultura y el arte de una manera más activa y certera, tarea que de momento veo muy opaca.
Existe la concepción de que el artista no se forma, sino que nace siéndolo y el mismo contexto lo forma; pero eso es idealizar los casos mínimos. Los jóvenes talentos de El Salvador merecen una academia donde puedan forjarse.