EL ARZOBISPO
Dijo el señor arzobispo que el presidente de la República es el más popular que El Salvador haya tenido "en 200 años de historia". Y que eso "es un hecho conocido por todos". Abundó al respecto luego de que sus opiniones acerca de la intención de Bukele de competir por un segundo periodo presidencial consecutivo levantaron inevitables pasiones.
El jerarca tiene su opinión, fundamentada en lo que lee, en lo que cree, en su lectura de las cosas y en lo que probablemente ha entendido de sus feligreses. Y en la actual coyuntura, debe aceptarse que defendió su punto de vista con coraje; ya quisiera uno que los políticos, en especial quienes gozan de fuero, fueran igual de valientes para mantener sus posiciones y no la corte de bufones, cobardes y sobalevas que padecemos todos los días.
Pero aunque soy católico practicante, no creo en la infalibilidad del pontífice ni en la de sus ministros; me conformo con que sean gente con lucidez, que documenten lo mejor posible sus análisis para guiar de manera respetuosa a su grey y que entre todos los apetitos se abstengan del de la vanidad porque subido en un púlpito, lo que menos queremos es escuchar a alguien dispensando sus propios pecados porque se considera ungido. Y, bueno, aún creyendo que habló con total sinceridad, creo que monseñor no estuvo inspirado precisamente por el Espíritu Santo ni en su primera ni en su segunda intervención pública acerca de ese asunto.
La efervescencia desatada por sus palabras es mucho más importante que lo que dijo, que al fin y al cabo fue ni más ni menos que su punto de vista; de los dos errores que cometió, ese fue el más patente, no aclarar que hablaba en nombre suyo, no de sus pares de la Conferencia Episcopal ni de la Iglesia católica salvadoreña. En ese orden, debió pensar un poco más en su comunidad porque así como hay feligreses que estén de acuerdo con él o coincidan con el presidente en ese tema, también habemos los que no.
Hubo otra debilidad en la actuación del arzobispo que no por menos llamativa debe pasar desapercibida: creer que la popularidad de una idea la vuelve legítima. Aun si como él opinó, Bukele fuera el más popular de los presidentes en la historia de esta república -más incluso de lo que en su momento lo fueron Francisco Flores, Elías Saca y Mauricio Funes, sólo por mencionar a algunos y volver corto el listado de la vergüenza-, eso no soluciona la controversia jurídica, no ahorra el análisis constitucional y mucho menos resuelve la tensión social correspondientes a su pretensión de gobernar una década.
A su favor cabe decir que el jerarca no es el único que piensa de ese modo en El Salvador; eso pasa a consecuencia de un esfuerzo diario, continuo y disciplinado de propaganda oficialista. Cada día, semana a semana desde hace más de tres años, el gobierno, los ministros, los encuestadores prepago, los opinadores a sueldo y un largo y oneroso etcétera de gentes han insistido en la popularidad del mandatario como si ese fuera un resultado que debiera importarle a alguien. Es la última etapa del enloquecimiento de la política salvadoreña, un proceso que se aceleró con Saca y Funes y según el cual el principal rasgo del que gobierna no es su capacidad intelectual, su preparación académica, su capacidad de escuchar a quienes piensan distinto, su templanza o su tolerancia, sino que la gente "lo quiera".
Así entendida, la gestión de un gobierno se mide a partir de los likes, de los me gusta, de los retuits, de las visualizaciones de sus videos y de cuántos followers tiene. Y bueno, si las encuestas dicen que el presidente de El Salvador es más popular que el de Mozambique y si el Buki le manda a decir lo cachimbón que es, parece que los datos sobre el performance económico, la balanza fiscal, la transparencia y los indicadores sobre otras materias a favor o en contra de su administración salen sobrando.
Un poco más de distancia nunca está de más cuando se trabaja iluminando los corazones. Sólo la distancia y la perspectiva le permitirán a los líderes nacionales que todavía son independientes entender si lo que la comunidad abraza es una zarza ardiendo o sólo un becerro de oro.
DESDE