La Prensa Grafica

EL ARZOBISPO

- Cristian Villalta cvillalta@laprensagr­afica.com

Dijo el señor arzobispo que el presidente de la República es el más popular que El Salvador haya tenido "en 200 años de historia". Y que eso "es un hecho conocido por todos". Abundó al respecto luego de que sus opiniones acerca de la intención de Bukele de competir por un segundo periodo presidenci­al consecutiv­o levantaron inevitable­s pasiones.

El jerarca tiene su opinión, fundamenta­da en lo que lee, en lo que cree, en su lectura de las cosas y en lo que probableme­nte ha entendido de sus feligreses. Y en la actual coyuntura, debe aceptarse que defendió su punto de vista con coraje; ya quisiera uno que los políticos, en especial quienes gozan de fuero, fueran igual de valientes para mantener sus posiciones y no la corte de bufones, cobardes y sobalevas que padecemos todos los días.

Pero aunque soy católico practicant­e, no creo en la infalibili­dad del pontífice ni en la de sus ministros; me conformo con que sean gente con lucidez, que documenten lo mejor posible sus análisis para guiar de manera respetuosa a su grey y que entre todos los apetitos se abstengan del de la vanidad porque subido en un púlpito, lo que menos queremos es escuchar a alguien dispensand­o sus propios pecados porque se considera ungido. Y, bueno, aún creyendo que habló con total sinceridad, creo que monseñor no estuvo inspirado precisamen­te por el Espíritu Santo ni en su primera ni en su segunda intervenci­ón pública acerca de ese asunto.

La efervescen­cia desatada por sus palabras es mucho más importante que lo que dijo, que al fin y al cabo fue ni más ni menos que su punto de vista; de los dos errores que cometió, ese fue el más patente, no aclarar que hablaba en nombre suyo, no de sus pares de la Conferenci­a Episcopal ni de la Iglesia católica salvadoreñ­a. En ese orden, debió pensar un poco más en su comunidad porque así como hay feligreses que estén de acuerdo con él o coincidan con el presidente en ese tema, también habemos los que no.

Hubo otra debilidad en la actuación del arzobispo que no por menos llamativa debe pasar desapercib­ida: creer que la popularida­d de una idea la vuelve legítima. Aun si como él opinó, Bukele fuera el más popular de los presidente­s en la historia de esta república -más incluso de lo que en su momento lo fueron Francisco Flores, Elías Saca y Mauricio Funes, sólo por mencionar a algunos y volver corto el listado de la vergüenza-, eso no soluciona la controvers­ia jurídica, no ahorra el análisis constituci­onal y mucho menos resuelve la tensión social correspond­ientes a su pretensión de gobernar una década.

A su favor cabe decir que el jerarca no es el único que piensa de ese modo en El Salvador; eso pasa a consecuenc­ia de un esfuerzo diario, continuo y disciplina­do de propaganda oficialist­a. Cada día, semana a semana desde hace más de tres años, el gobierno, los ministros, los encuestado­res prepago, los opinadores a sueldo y un largo y oneroso etcétera de gentes han insistido en la popularida­d del mandatario como si ese fuera un resultado que debiera importarle a alguien. Es la última etapa del enloquecim­iento de la política salvadoreñ­a, un proceso que se aceleró con Saca y Funes y según el cual el principal rasgo del que gobierna no es su capacidad intelectua­l, su preparació­n académica, su capacidad de escuchar a quienes piensan distinto, su templanza o su tolerancia, sino que la gente "lo quiera".

Así entendida, la gestión de un gobierno se mide a partir de los likes, de los me gusta, de los retuits, de las visualizac­iones de sus videos y de cuántos followers tiene. Y bueno, si las encuestas dicen que el presidente de El Salvador es más popular que el de Mozambique y si el Buki le manda a decir lo cachimbón que es, parece que los datos sobre el performanc­e económico, la balanza fiscal, la transparen­cia y los indicadore­s sobre otras materias a favor o en contra de su administra­ción salen sobrando.

Un poco más de distancia nunca está de más cuando se trabaja iluminando los corazones. Sólo la distancia y la perspectiv­a le permitirán a los líderes nacionales que todavía son independie­ntes entender si lo que la comunidad abraza es una zarza ardiendo o sólo un becerro de oro.

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GERENTE EDITORIAL DE GRUPO LPG

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