La Prensa Grafica

LA MAGIA DEL ABRAZO

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Los años habían ido pasando con aceleració­n cada vez mayor, y él era un ser ya maduro, aunque aún joven, sobre todo con la juventud del buen ánimo y de las buenas intencione­s. A pesar de eso, tenía sólo unos cuantos amigos y desde luego a su esposa, con quien no logró tener hijos. En aquel fin de año todas esas sensacione­s parecieron converger en una sola visión de su propia experienci­a vital, que se concretó en una actitud contemplat­iva que nunca antes se le había hecho presente.

Era ya la noche del 31 de diciembre, y su esposa preparaba todo lo que les iba a ofrecer a los invitados en la cena de medianoche. Él, entretanto, se fue a la terraza a ver hacia afuera, lo cual en ninguna otra circunstan­cia había sido su costumbre. Josefina, su esposa, se asomó hacia donde él estaba:

–Justo, te veo triste. ¿Qué te pasa? Esta es noche de celebració­n. Oí, ya van empezando a sonar las coheterías…

Él no respondió, y se quedó impávido en su tarea observador­a. Ella, entonces, se le acercó y lo abrazó estrechame­nte. Ambos lloraban. La pregunta de ella volvió. Y él respondió con un murmullo: –Estaba triste, es cierto, pensando que no había logrado nada importante en la vida; pero de pronto llegasta tú y me abrazaste. ¿Qué más le puedo pedir a la Providenci­a? ¡Celebremos esta medianoche, y que todo recomience aquí! ¡Vamos a brindar, por favor! JARDÍN CON PÁJAROS

–Mi sueño es vivir en el piso más alto de uno de esos edificios que hoy están construyen­do cada vez más, como si el suelo hubiera ido pasando de moda… –Ah pues yo fui criado en el campo, y por eso mi ilusión es vivir en una casa de un solo piso y con un jardín en su entorno…

–Bueno, pues tenemos que decidir antes del enlace que ya está próximo. Y como parece que tenemos gustos encontrado­s vamos a tener que acudir a las cartas… No ahorita, pero sí en algún momento muy próximo…

Ahí quedaron las cosas en aquel momento, pero la cuestión por supuesto permanecía viva. Y cuando los padres de ambos señalaron fecha para la boda la natural pregunta salió a flote:

–Bueno, ¿y dónde piensan vivir ya como recién casados?

Ellos se miraron a los ojos, sonriendo. Y él improvisó la respuesta:

–Pues si ustedes nos lo permiten, en la casa de unos o de otros, mientras nos decidimos por algo nuestro. De ustedes depende.

Los padres de la novia se apresuraro­n a ofrecerse para recibirlos, y los dos novios volvieron a mirarse a los ojos. La risa de todos brotó al instante, cada uno por sus motivos: los padres del novio porque aquello les quitaba un peso de encima; los padres de la novia porque se cumplia su ilusión; ella porque sus padres vivían en un segundo piso; él porque el suelo estaba muy cerca y el jardín donde amanecían los pájaros se hallaba a la mano…

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