PRESENCIALIDAD, UN RETO Y UNA SOLUCIÓN A LOS AYES EDUCATIVOS
El inicio del año escolar supone una logística siempre compleja para las instituciones públicas y privadas, pero en el escenario pospandémico y luego de tres temporadas entre la educación a distancia y la semipresencialidad, hay preocupaciones aún más profundas entre las autoridades y los representantes del mundo académico salvadoreño.
La problemática es mundial, pero en la medida que han pasado los meses luego del azote más crudo de la pandemia, las realidades de cada nación se han hecho sentir en la materia. Países en los que la digitalización y la masificación de la conectividad no habían sido profundizadas se vieron en unos problemas, mientras que en otros el reto es compatibilizar las dinámicas familiares de modo que siempre haya un adulto auxiliando a un niño o niña que sí puede sobrellevar el año lectivo ciento por ciento desde su casa.
Y hay, por supuesto, complicaciones transversales a todos los países, como que las diferencias económicas entre unas familias y otras agraven la brecha de la calidad educativa al punto de llevar a muchos escolares a la deserción, como se ha visto en Norteamérica, en España y en América Latina por igual, una situación que puede tener un impacto muy grande y suponer un retroceso para la generación de la pandemia.
En El Salvador, diferentes insumos demuestran que la educación privada perdió colegiatura durante estos tres años pandémicos y que buena parte de ese estudiantado eligió la oferta pública; también que un porcentaje del alumnado público se ha enfrentado a un precario acceso a la banda ancha y que pese a los esfuerzos gubernamentales, no han tenido acceso a dispositivos adecuados.
Además, la educación a distancia obligó a muchos padres de familia a jugar un papel más importante en el trabajo escolar de sus hijos, con la dificultad de que algunos no han tenido el capital cultural ni el acervo tecnológico suficiente para ayudar a sus hijos; una generación de maestros diseñada para la presencialidad también se enfrentó de golpe a una realidad con la cual sigue lidiando en desventaja.
Esas y otras complejidades sugieren que un regreso total a la presencialidad es necesario, y no sólo porque es urgente reforzar, reponer y complementar los vacíos que la situación ha dejado en la formación de infantes y adolescentes sino porque el alumnado más vulnerable, el que sufre algún tipo de violencia en el hogar, encuentra protección en el aula, porque potencia su socialización a través de la convivencia con sus compañeros y por el mismo acceso a alimentos nutritivos en los comedores escolares públicos.
Así, si el entusiasmo con que docentes y personal administrativo del sistema educativo público siempre ha sido el principal insumo en el inicio de cada año lectivo, en 2023 requerirán de todas las herramientas y recursos posibles para consumar con éxito la decisión del Ministerio de Educación de presencialidad total, una decisión necesaria, la única solución a largo plazo para recuperar lo que la pandemia y las contrastantes realidades económicas de unas y otras familias obligó a perder y malogró.
Y hay, por supuesto, complicaciones transversales a todos los países, como que las diferencias económicas entre unas familias y otras agraven la brecha de la calidad educativa al punto de llevar a muchos escolares a la deserción, como se ha visto en Norteamérica, en España y en América Latina por igual, una situación que puede tener un impacto muy grande y suponer un retroceso para la generación de la pandemia.