FECHA HISTÓRICA El Acuerdo de 1992 sentó nueva institucionalidad para los derechos humanos, para la seguridad, para la judicatura y para el pluralismo electoral.
Los que sobrevivimos al conflicto armado dimos seguimiento al largo proceso de negociación para la paz. Con mucha expectativa estuvimos prendidos al televisor para conocer el desenlace del diálogo y la negociación. Vimos con orgullo la suscripción del Acuerdo el 16 de enero de 1992. Tenemos postura y opinión sobre los aprendizajes del proceso. Apreciamos el legado para la población salvadoreña que tiene el Acuerdo y el apoyo internacional. Reconocemos que El Salvador se convirtió en referente obligado de consulta para países con conflictos similares. Y, agradecemos el apoyo y la confianza internacional que el largo proceso generó.
El conflicto armado a todos nos afectó por igual. Se enfrentaron grandes limitaciones en la movilidad y el transporte. Se perdió la libertad de ir a cualquier parte del país y en muchos casos se necesitaba salvoconducto para transitar. Se vivieron enfrentamientos armados que obligaban a muchas familias a dormir en el piso y protegerse con colchonetas. Se despoblaron pueblos enteros. Las redadas para servicio militar obligatorio motivaron la decisión de los progenitores de enviar a adolescentes y jóvenes al extranjero. El conflicto tuvo miles de muertos. Las familias se desintegraron. Muchos militantes tuvieron que exiliarse en el extranjero. Y una cantidad desconocida de niños y niñas quedaron desaparecidos, en orfandad o bajo la responsabilidad de familiares. En la historia se registra drama humano.
Todas las familias enfrentaron problemas de abastecimiento de productos básicos. Se aprendió a proteger y educar para la protección. No hablar con extraños, no comentar, no emitir opinión con nadie. Se enfrentaron largos períodos sin servicio de energía eléctrica y sin agua potable. Se aprendió a solidarizarse con el vecino y sobre todo, sorprendernos con las noticias de los desaparecidos y muertos, especialmente cuando los nombres eran conocidos. Sobrevivimos en un ambiente de inseguridad, de secuestros, de capturas arbitrarias, de asesinatos, de emigración forzada. Esto y más vivimos durante el conflicto y el proceso de negociación de la paz.
Cada uno puede comentar su propia vivencia desde la vida ciudadana. No fue fácil sobrevivir durante el conflicto armado. El ambiente de temor, de desconfianza y de inseguridad paralizó energías. Por todo esto que se vivió y se aprendió, el proceso de negociación y suscripción del Acuerdo de Paz en 1992 tiene significado histórico para cualquier ciudadano o ciudadana residente dentro o fuera del país. El Acuerdo suscrito en el
Castillo de Chapultepec es un activo intangible que sentó bases renovadas en nuestra cultura y la institucionalidad salvadoreña.
Los que vivieron el conflicto fuera del país no lo sintieron y no lo conocen. Los que vivieron el conflicto en el territorio siendo menores de edad poco conocen sobre las implicaciones y los requerimientos de un proceso político de esa naturaleza. El diálogo y la negociación para la paz en las partes delegadas seguramente requirió mucho realismo, objetivos claros, estrategia definida complementada con actitudes de respeto, audacia, prudencia y mucha paciencia. ¡Cuánta falta hace inyectar a la sociedad salvadoreña estas cualidades!
Así como la Surf City quiere convertirse en un activo nacional en el mundo del turismo, así los Acuerdos de Paz del 16 de enero de 1992 se convirtieron en un activo intangible en nuestra cultura y un ejemplo para el mundo sobre la necesidad y la viabilidad de un diálogo sincero, respetuoso, profundo y realista para superar problemas de país, identificar oportunidades y diseñar propuestas concretas. El Acuerdo de 1992 sentó nueva institucionalidad para los derechos humanos, para la seguridad, para la judicatura y para el pluralismo electoral. Creó y recreó institucionalidad. ¿Hace falta más diálogo en nuestro país?