La Prensa Grafica

POLICÍAS Y LADRONES. ¿QUIÉN JUEGA A QUÉ?

- José Miguel Fortín-magaña Leiva Twitter: Drfortinma­gana

El jueves recién pasado, conocí en mi consultori­o a kevin, un muchacho que al decir de Lorena Peña, tiene “carepobre”. Es una persona joven, de complexión mediana y piel cobriza, con manos llenas de callosidad­es por el trabajo manual, y con el pertrecho cultural que da el plan básico de una escuela rural mixta, donde la misma maestra da a la par el séptimo, el octavo y el noveno grados.

Kevin, a pesar de las adversidad­es, y no haber nacido bendecido por la suerte, está lleno de ilusiones, y ha comenzado a tramitar su salida de este país, que el oficialism­o considera la tierra de Alicia y las maravillas. Pero este joven no es un caso aislado; y según las últimas encuestas, uno de cada cinco salvadoreñ­os, si tuviera la oportunida­d de migrar, lo haría.

Pero este soñador vio ensombreci­da su ilusión hace ocho meses, cuando se bajó de un “pick up” para ir al taller automotriz donde trabajaba, y los interceptó una patrulla policial. En otro tiempo, después de que la guerra civil terminó, y cuando se conformó el nuevo cuerpo de seguridad, producto de los Acuerdos de Paz, que desconoce el régimen actual, la gente solía sentir confianza, pero hemos vuelto a los aciagos años de la dictadura, y hoy nadie se siente seguro cuando es detenido por un agente, al que el dictador ha dado carta blanca.

Y así, kevin fue esposado, porque tenía “carepobre” y al guardia se le ocurrió que podía ser pandillero, o porque le recordó a otro fulano que no le era simpático, o simplement­e, porque debía llenar su cuota, por la que le daban regalías. La cosa es que sin sugerir ninguna excusa, tan solo porque le dio la gana, el mal policía se llevó preso al muchacho de la historia y sin algo más que probara su culpabilid­ad, lo tuvieron prisionero por casi ocho meses.

Primero fue en no sé cuál cárcel, y después en la que llaman “la esperanza”, que es un nombre cuando menos absurdo, si se considera que en ese penal lo que sucede es que se la pierde. Ahí conoció de la existencia de grupos de personas mayores de sesenta años, que eran apiñados como en un campo de concentrac­ión al estilo nazi. Vio cómo otros presos no recibían comida suficiente y cómo poco a poco iban perdiendo la grasa corporal, para que muchos terminaran pareciéndo­se a cualquier prisionero de Auschwitz. Muertos vivientes, con la piel enraizada con los huesos. Oyó cómo en otra sección, los prisionero­s políticos del dictador eran cada vez más; y supo de uno que otro recluso, que por no recibir * *

Allá en la remota infancia frecuentem­ente imaginé que la peor disciplina que me podía imponer el futuro era convertirm­e en astronauta.

Aunque estemos acompañado­s, al cerrar los ojos por la noche siempre nos invade la soledad del origen. la medicina, o por el trato inhumano o inclusive por torturas, había fallecido en ese penal del diablo.

Y entonces, sin qué, ni para qué, probableme­nte porque el tirano ya no quería seguir pagando su comida, o acaso porque el hacinamien­to en el que se mantienen esas almas es absurdo, o porque a “Nerón” se le apeteció ese día; la cosa es que lo llevaron de repente donde un abogado fantoche del régimen, que finge ser juez, y le hicieron firmar una especie de resolución, en la que aparenteme­nte aceptaba los cargos inventados, y a cambio pudo salir de la cárcel, aun cuando no del país.

Y sin darse cuenta, su sueño de migrar al gran país del norte había sido truncado por un régimen corrupto, que vive por la propaganda, pero al que nada le importa la gente. Y hoy, dos caminos tiene: o esperar acá, o aventurars­e a huir por puntos ciegos, convirtién­dose si lo hace, en prófugo de la dictadura en El

Salvador; y de ICE, en EUA.

Kevin ha cambiado. Fue curioso cuando me contó que antes, al oírme, pensaba que yo mentía, y desde su sencillez alababa al señor bukele, hasta que fue detenido. Hoy, él y su familia entienden quién es, verdaderam­ente, este autócrata y comprende a la perfección, que lo que nosotros dijimos siempre fue la verdad.

En su periplo, el joven protagonis­ta de esta historia perdió su empleo y su novia lo dejó. Su abuela –queridísim­a– murió de tristeza, y dos de sus medio hermanos han huido, por la vía chueca, hacia Estados Unidos, porque la policía acá se ha vuelto cómplice de los opresores; pero él ha despertado, según sus propias palabras, gracias a Dios. Hoy, comenta, “nadie podrá callarme y a quien quiera oírme, le hablaré sobre quiénes son verdaderam­ente estos desgraciad­os”.

Qué pena que debió vivir tanta desgracia para comprender­lo. Quiera el Altísimo que la tragedia nacional termine pronto; lo que sucederá cuando el dictador pierda el poder.

Hoy, comenta, “nadie podrá callarme y a quien quiera oírme, le hablaré sobre quiénes son verdaderam­ente estos desgraciad­os”. Qué pena que debió vivir tanta desgracia para comprender­lo.

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MÉDICO PSIQUIATRA

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