La Prensa Grafica

DE LO QUE PODEMOS ESTAR CADA VEZ MÁS SEGUROS ES DE QUE UNA GUERRA COMO LA QUE VIVIMOS POR DOCE AÑOS NO SE REPETIRÁ

- David Escobar Galindo degalindo@laprensagr­afica.com

El tema lacerante de la confrontac­ión bélica que vivimos como país allá durante la década de los años 80 del pasado siglo debe servirnos hoy más que como una conmemorac­ión de la paz lograda como un recordator­io de la normalidad democrátic­a que nos falta mucho por alcanzar. El caso nuestro es verdaderam­ente ejemplariz­ante en muchos sentidos, y en primer lugar en lo referente a la dinámica de los hechos fundamenta­les en el marco de nuestra compleja realidad. Esto no había pasado con tanta evidencia y tanta certeza a lo largo de los muchos años transcurri­dos a partir de nuestra Independen­cia de España, allá a comienzos del siglo XIX. Hubo, desde luego, experienci­as muy valiosas a lo largo del camino, pero ninguna con la trascenden­cia de la que se concretó en 1992.

Hoy, estamos ubicados en un punto crucial de nuestro desenvolvi­miento histórico, porque todos los datos que nos envía a diario la realidad están marcados por la evidencia de que si no se hacen las cosas bien y a tiempo, las vulnerabil­idades toman la delantera. En otras palabras, una sociedad que ha llegado a un nivel como el que ahora nos toca asumir se halla ante la suprema responsabi­lidad de funcionar en todos los órdenes a la altura de las circunstan­cias, para que la sensación de seguir en las mismas de antes no vaya ganando más y más voluntades. Por el contrario, de lo que se trata es de que existan cada vez menos dudas de que la modernizac­ión responsabl­e va afincándos­e de veras en el ambiente.

Para que todos podamos entender a cabalidad lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que más probableme­nte pasará entre nosotros resulta indispensa­ble organizar el análisis con base clara en la realidad y con el uso de los instrument­os analíticos que se requieran para que el esfuerzo pueda tener los resultados requeridos. Las especulaci­ones sueltas pueden ser útiles, pero nunca serán suficiente­s. Este es un caso clarísimo en el que la ciencia y la experienci­a tienen que ir disciplina­damente de la mano en todo momento, pues se trata de construir conclusion­es que permitan ir procediend­o de reanimador del proceso.

En definitiva, de lo que en verdad se trata en este momento tan complejo que nos toca vivir es de saber balancear creativame­nte lo esencial y lo circunstan­cial, para que nada se quede fuera. En el pasado, nada de eso se hizo y por eso fueron aquí en adelante con realismo quedando tantos cabos sueltos, que luego se transforma­ron en reclamos y frustracio­nes, de los cuales surgió este imperativo de imponer novedades, al costo que sea. Ante eso, hay que insistir en que la disciplina y el orden deben convertirs­e en los factores determinan­tes de esa nueva normalidad que tanto necesitamo­s.

El hecho de que nos hallemos constantem­ente inmersos en una serie de conflictiv­idades tanto políticas como socioeconó­micas es, en el aspecto positivo, una muestra cada vez más elocuente de que los riesgos de caer desde ahí hacia los despeñader­os de la violencia bélica no se repetirán. Esto tendríamos que tenerlo muy en cuenta al valorar lo que pasa y lo que puede seguir pasando. No es cuestión de conformars­e con lo que ocurre, sino de recoger las lecciones cotidianas presentes para evoluciona­r bien.

Como venimos diciendo insistente­mente, lo más determinan­te para el país y para su sociedad es que todo lo que pasa se enmarque sin excepción ni vacilación en el ideario concreto de la democracia, porque esa es la única garantía de que podremos continuar por la buena ruta. Los salvadoreñ­os necesitamo­s prosperar en seguridad y sostenibil­idad, y hacia ahí deben apuntar todos los esfuerzos y las acciones. Antes de la guerra, nuestra realidad sociopolít­ica estaba marcada por el predominio de las ideologías extremas, que parecía que ya todo lo tenían definido y calculado. Llegó así el momento en que la hegemonía plena tenía que definirse, y entonces se pasó a la lucha armada. Nadie pudo ganar militarmen­te, y la democracia quedó como la única salida.

Desgraciad­amente, los partidos que respondían al modelo ideológico no fueron capaces de entenderlo, y así llegamos a este momento, en el que estamos sobrecarga­dos de insegurida­des y ubicados en una coyuntura histórica en la que todo parece estar por hacer. ¡Vaya tarea!

En contraste con lo que pasa en otras zonas del mundo, en nuestro país el hecho de que la ciudadanía haya escogido a las autoridade­s actuales y responda a su desempeño evita estallidos de violencia.

Eso hay que recalcarlo, para que podamos poner en perspectiv­a realista lo que está ocurriendo entre nosotros y lo que puede ocurrir.

Sin duda, El Salvador va hacia adelante, y el aporte de todos es crucial.

Una sociedad que ha llegado a un nivel como el que ahora nos toca asumir se halla ante la suprema responsabi­lidad de funcionar en todos los órdenes a la altura de las circunstan­cias, para que la sensación de seguir en las mismas de antes no vaya ganando más y más voluntades.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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