La Prensa Grafica

EL DIABLO SÍ EXISTE

- Rutilio Silvestri rsilvestri­r@gmail.com

En una de sus homilías el Papa Francisco dijo: “A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal. ¡Pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios!”

El diablo es mentiroso, es el padre de la mentira. Así como el demonio tentó a Jesús tantas veces, y Jesús sintió en su vida las tentacione­s, así también las personas somos tentadas.

También nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús.

¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Luego contagia a otro, se transmite a otro, trata de ser comunitari­a. Y, al final, para tranquiliz­ar el alma, se justifica.

En el mundo existe la lucha entre el bien y el mal. Es la lucha entre el demonio y Dios. Cuando a cada uno de nosotros le vienen las ganas de hacer algo malo, esa pequeña maldad es una inspiració­n del diablo, que a través de la debilidad que ha dejado en nosotros el pecado original nos lleva a esto. Se hace el mal en las pequeñas cosas, como en las cosas grandes.

Es una guerra contra la verdad de Dios, la verdad de la vida, contra la alegría.

Esta lucha entre el diablo y

Dios dice la Biblia que continuará hasta el fin.

Las divisiones son el arma que el diablo tiene más a la mano para destruir la

Iglesia desde dentro. Tiene dos armas: la división y el dinero, pero la principal es la división. El diablo entra por las rendijas y destruye con la lengua, con los chismes que dividen. El hábito de chismorrea­r, que es una costumbre de ‘terrorismo’.

El chismoso es un ‘terrorista’, que lanza la bomba –el chisme– para destruir. Las divisiones son una de las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia local y la Iglesia universal.

El diablo siembra celos, ambiciones, ideas, ¡pero para dividir! O siembra codicia. Cuando eso pasa ocurre como cuando hay guerra: todo queda destruido. Y el demonio se va contento. Y nosotros, ingenuos, entramos en su juego. La guerra es uno de los signos del demonio. No existe un Dios de la guerra. Dios es un Dios de paz.

La corrupción es hacerse seguidor del diablo. La corrupción está generada por la adoración del dinero y vuelve al corrupto prisionero de esa misma adoración. La corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira.

Acudamos al Señor, poniendo por intercesor­a a su Madre Santísima, que es también nuestra Madre, a San Miguel Arcángel y a nuestro Ángel de la Guarda, para pedirles que nos alejen del demonio.

Para que vivamos una vida muy cerca de Dios, tratando de ayudar a las personas que nos rodean, para que ellas también estén muy cerca del Señor y alejados de las acechanzas del demonio, que ronda en torno a nosotros como león rugiente, para hacernos caer en sus redes.

La corrupción es hacerse seguidor del diablo. La corrupción está generada por la adoración del dinero y vuelve al corrupto prisionero de esa misma adoración. La corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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