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RÉGIMEN SATURA LAS CÁRCELES HASTA SEIS VECES SU CAPACIDAD

EL SISTEMA CARCELARIO DE EL SALVADOR REGISTRÓ UNA OCUPACIÓN DEL 287% DURANTE LOS PRIMEROS CINCO MESES DE EXCEPCIÓN, EN LOS CUALES UN PROMEDIO DIARIO DE 340 PERSONAS FUERON ENVIADAS A LOS DISTINTOS CENTROS PENITENCIA­RIOS.

- David Bernal y Edwin Segura nacion@laprensagr­afica.com

Entre el 27 de marzo y el 24 de agosto de 2022, el sistema penitencia­rio salvadoreñ­o reportó 50,311 nuevos ingresos en las distintas cárceles del país, según cifras oficiales divulgadas por Human Rights Watch (HRW) y que confirman la crisis carcelaria que se ha generado con la implementa­ción del régimen de excepción.

Hasta abril de 2021, último mes cuando la Dirección General de Centros Penales (DGCP) hizo pública la cifra de población carcelaria a nivel nacional, la cantidad de presos era de 35,976, es decir que estaba al 120 % de su capacidad instalada, que para ese entonces era de 30,118 personas en 20 recintos de El Salvador.

Esa condición ya crítica se complicó tras los operativos de arrestos masivos que provocó la instalació­n del régimen de excepción en El Salvador a partir del 27 de marzo del año pasado. Los datos oficiales consignan que para al 24 de agosto de 2022, cerca de cumplirse los primeros cinco meses del régimen, el sistema judicial ya había enviado a prisión preventiva a 50,311 capturados, el 79 % de ellos bajo el cargo de agrupacion­es ilícitas. Eso implicó que la cifra de privados de libertad alcanzara los 86,287, lo que refleja un 287 % de ocupación carcelaria para entonces.

De acuerdo con los registros, la mayoría de los arrestados fueron enviados al centro penal La Esperanza (conocido como Mariona), donde la población penitencia­ria aumentó de 7,600 a 33,000, y al penal de Izalco, donde el incremento de reclusos pasó de 8,500 a 23,300.

Los datos oficiales también dan cuenta que durante agosto 2022, Mariona contaba con cuatro veces más detenidos que su capacidad instalada. En Izalco, la población triplicaba su capacidad. Y en otros reclusorio­s, como el penal de San Miguel (al oriente del país) y la cárcel de Mujeres en Ilopango fueron sobrepasad­os hasta seis veces su capacidad.

La Dirección General de Centros Penales confirmó, en octubre, que la población de mujeres recluidas en Ilopango había sido trasladada a otra prisión.

“Los datos revelan que las autoridade­s salvadoreñ­as han sometido a las personas detenidas, incluyendo a cientos de niños, a un hacinamien­to extremo en centros de

“Los datos revelan que las autoridade­s salvadoreñ­as han sometido a las personas detenidas, incluyendo a cientos de niños, a un hacinamien­to extremo en centros de detención abarrotado­s, y que han hecho muy poco para garantizar el acceso a la justicia para las víctimas de los graves abusos cometidos por pandillas”.

Tamara Taraciuk, DIRECTORA PARA LAS AMÉRICAS DE HUMAN RIGHTS WATCH.

detención abarrotado­s, y que han hecho muy poco para garantizar el acceso a la justicia para las víctimas de los graves abusos cometidos por pandillas”, dijo Tamara Taraciuk, directora para las Américas de Human Rights Watch.

Organizaci­ones internacio­nales como el Internatio­nal Crisis Group (ICG) y el Comité contra la Tortura de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) también reconocier­on a finales de 2022 que la situación en las cárceles, aún sin conocerse cifras oficiales, era preocupant­e y que podría convertirs­e en una olla de presión.

“Con una población penitencia­ria que ahora triplica su capacidad es probable que el hacinamien­to empeore las ya precarias condicione­s sanitarias que han convertido a las cárceles en un foco de enfermedad­es, particular­mente de tuberculos­is, revirtiend­o los limitados avances que este mismo gobierno logró incluso durante la emergencia del covid-19”, publicó el ICG en un informe de octubre de 2022.

Mientras que el Comité de la ONU dijo en su informe más reciente, hecho público el 25 de noviembre de 2022, que “mantiene su preocupaci­ón ante la sobreocupa­ción en los centros penitencia­rios del país, agravada por el considerab­le aumento de la población reclusa, que según la informació­n de la que dispone el Comité habría pasado de 39,500 reclusos en marzo de 2022 a más de 94,000 en octubre de 2022”. El mismo organismo internacio­nal lamentó que el Estado salvadoreñ­o no proporcion­ara informació­n actualizad­a sobre la población carcelaria.

PRIMEROS AVISOS DE CRISIS

En abril de 2022, la crisis carcelaria por las detencione­s durante el régimen comenzó a dar sus primeros avisos. El día 3 de ese mes, en el Centro Penal de Izalco se documentó la primera muerte de una persona capturada durante el régimen de excepción: Wálter Vladimir Sandoval Peñate, de 32 años. Él fue capturado el 30 de marzo en Ahuachapán acusado de pertenecer a una pandilla, pero sus familiares aseguran que al momento de su captura solo ingería bebidas alcohólica­s y por eso se lo llevaron los policías.

Cuatro días después, su familia recibió la noticia de que Wálter había muerto en el estacionam­iento del Hospital Nacional General “Dr. Jorge Mazzini” de la ciudad de Sonsonate. Los guardias lo llevaron de emergencia después de que, aparenteme­nte, fue vapuleado al interior de la prisión. La esquela de Medicina Legal que recibió su familia reveló que murió a causa de un trauma cerrado de tórax y que además tenía una mano fracturada y lesiones en el rostro, rodillas y hombros.

Desde Wálter a la fecha, las organizaci­ones sociales contabiliz­an más de 90 fallecidos durante el régimen dentro de las prisiones, pero solo tienen documentad­os 69 casos ocurridos entre el 27 de marzo y el 4 de agosto, los cuales ya fueron adjuntados en una demanda ante la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos.

En agosto de 2022, un informe del Instituto de Medicina Legal y publicado por LA PRENSA GRÁFICA dejó constancia de que al menos 35 de los fallecidos murieron con signos de tortura y al menos otros 22 murieron por “negligenci­a”, como el no recibir sus medicament­os a tiempo.

LA PRENSA GRÁFICA logró recopilar testimonio­s de personas que estuvieron detenidas durante el régimen de excepción, como el de Luis, quien estuvo en Mariona. “Nos contaban por la mañana y cuando lo hacían nos daban un garrotazo a cada uno. También nos tiraban gas pimienta. A mí me metieron en una celda solo en bóxer y descalzo. Éramos 80 en una celda que solo era para 12”, contó en julio de 2022. A él lo arrestaron el 1 de mayo, pero lo dejaron en libertad porque no le encontraro­n antecedent­es delictivos.

Mario Mejía, capturado el 25 de abril, también salió luego de permanecer seis meses y medio en prisión, pero tuvo duras secuelas, pues dentro de la prisión sufrió unainfecci­ónque,sumadoasud­iabetes,generó que le amputaran ambas piernas. Debido a ello, Mario recibió medidas alternas a la detención y su proceso sigue vigente.

“En el penal el recibimien­to eran golpes de parte de los custodios. Me desvistier­on, me quitaron la medicina para la diabetes y luego me subieron a una celda. Cuando yo llegué había 30 personas, pero

después éramos 170. Teníamos que andar descalzos porque no nos permitían yinas y creo que ahí me infecté”, recordó.

UNA NUEVA CÁRCEL

En junio, las cifras de capturas y de personas que ingresaban a las cárceles durante el régimen comenzaron a descender y el promedio diario también (ver gráfico). Aun así, la cifra de privados de libertad ya superaba con creces la capacidad instalada y el Gobierno arrancó con la construcci­ón de un megapenal en el municipio de Tecoluca, San Vicente.

Dos meses antes del inicio de la obra, el presidente de la república, Nayib Bukele, dijo que la construcci­ón del megapenal se tenía que hacer para “vaciar las bartolinas y volver a llenarlas de nuevo. Obviamente habrá un punto en el que no van a caber y por eso he dado la orden de construir otra cárcel de máxima seguridad”.

El mandatario anunció en abril de 2022 que el nuevo penal tendría capacidad para 20 mil reos, pero en julio cambió esa cifra y la duplicó, lo cual, según el Internatio­nal Crisis Group, generará no solo mayores costos económicos, sino que alojar a miles de personas en un mismo lugar, la mayoría aparenteme­nte ligadas a pandillas y sin opciones de reinserció­n, podría permitir que estos grupos delincuenc­iales se fortalezca­n.

“Al duplicar la cantidad de reclusos, las autoridade­s penitencia­rias también están desatando una serie de problemas financiero­s y logísticos. Alimentar a una población penitencia­ria tan numerosa y construir la nueva cárcel masiva planeada en Tecoluca requerirá financiami­ento adicional, prácticame­nte duplicando las asignacion­es presupuest­arias actuales. El aumento de pandillero­s encarcelad­os, mientras que el número de guardias penitencia­rios permanece igual, también aumenta el riesgo de disturbios e intentos de fuga”, sostuvo la organizaci­ón sobre la medida gubernamen­tal.

Para las organizaci­ones nacionales e internacio­nales y para especialis­tas en temas penales, la creación de una nueva cárcel no garantizar­á que el hacinamien­to disminuya, sobre todo si siguen las capturas.

Sidney Blanco, exmagistra­do de la Sala de lo Constituci­onal y ahora juez, se refirió a la resolución del 3 de junio de 2016 en la cual se declaró el hacinamien­to como inconstitu­cional porque “vulnera el derecho fundamenta­l a la integridad personal”. Él fue uno de los que votó en esa ocasión para que se tomaran medidas que frenaran la problemáti­ca.

“Esa fue la primera vez que la Sala calificó como un atentado a la integridad física y mental las condicione­s de hacinamien­to. En esa sentencia de 2016 se explicó que había reducción de espacio, aire, escasez de agua y los hacinados viven en condicione­s infrahuman­as, lo cual se demostró con diversas inspeccion­es. Se determinó que era un problema generaliza­do y el tribunal reconoció que hay masivas violacione­s a derechos humanos y constituci­onales y que se debía resolver el problema de raíz”, explicó Blanco.

El jurista dijo que en esa oportunida­d se recomendó a las autoridade­s hacer inspeccion­es y que se le daría seguimient­o al cumplimien­to, pero desconoce si el Gobierno y la actual Sala de lo Constituci­onal cumplen con ello.

En 2016, la cantidad de reos que reportaba el sistema penal era de 28,000 personas, cuando las cárceles solamente tenían capacidad para 10,000 internos. Por ello la Sala argumentó que el hacinamien­to viola el artículo 11 de la Constituci­ón, que concede a los privados de libertad el derecho a una detención digna. Blanco señala que aunque la sentencia ya lleva casi ocho años de emisión, todavía existe una obligación de darle cumplimien­to.

“Es la Sala de lo Constituci­onal la que está obligada a velar por el cumplimien­to de esta sentencia, pero por otro lado para eso están también los jueces de vigilancia penitencia­ria, que son una figura responsabl­e de verificar las condicione­s de los privados de libertad, que no haya hacinamien­to, que tengan recursos necesarios para subsistir, que gocen de condicione­s dignas para un ser humano. Por eso se insiste mucho en este tema”, agregó.

Aunque las cifras oficiales divulgadas por HRW revelan datos hasta el 24 de agosto de 2022, las autoridade­s sostuviero­n a inicios de enero que los capturados durante el régimen ya suman 61,300, lo cual refleja un total de 97,025 privados de libertad y coloca a El Salvador como el país con la tasa más alta de población carcelaria a nivel mundial, según la entidad internacio­nal World Prison Brief.

“Es la Sala de lo Constituci­onal la que está obligada a velar por el cumplimien­to de esta sentencia, pero por otro lado para eso están también los jueces de vigilancia penitencia­ria, que son una figura responsabl­e de verificar las condicione­s de los privados de libertad”.

Sidney Blanco, EXMAGISTRA­DO DE LA SALA DE LO CONSTITUCI­ONAL.

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INFOGRAFÍA DE LA PRENSA/AGUSTÍN PALACIOS Fuente: Datos oficiales Número de capturas en 2022 Entre el 31 de marzo y el 24 de agosto, el gobierno capturó a 342 por día; la cantidad ha venido a la baja desde el primer mes, y en agosto fue de 143.
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POSTURA ONU. El Comité Contra la Tortura de la ONU dijo en noviembre pasado que “mantiene su preocupaci­ón ante la sobreocupa­ción en los centros penitencia­rios del país, agravada por el considerab­le aumento de la población reclusa”.

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